Primavera de 1942, Aquitania(Francia).
El sol de abril brillaba sobre los campos y los bosques, que se extendían hasta el horizonte. De vez en cuando, un pequeño pueblecito aparecía en medio del océano vegetal. La más grande de estas villas era Saint Lorient-Etreux, situada más al sur que las demás.
Saint Lorient-Etreux era bello y apacible, como no podía esperarse menos de un pueblo europeo. Bajo tejados de roja pizarra, coquetas casas de piedra hacían las veces de riberas a calles anchas y empedradas y, en el centro, una plaza cuadrangular con la típica fuente ponía la guinda al pastel.
Pero el pueblo no era todo lo estupendo que se pudiera desear, pues era la morada de varios miembros de las Legiones de Satán, la Wehrmacht.
A esa hora del día había poca gente en la calle, y los pajaritos cantaban en las copas de los árboles. Súbitamente, un grito procedente del interior de una vivienda rompió la calma del lugar.
Había sido una voz de alarma.....¡achtung, aaachtung!.
Un hombre de cabellos castaños y varios papeles enrollados en la mano surgió de la misma casa donde se había producido el grito, y echó a correr calle abajo. Poco después, aparecieron un comandante y dos soldados, quienes se pusieron a perseguirle. El fugitivo, Pierre Dunot, era un espía de la Resistencia que acababa de robar los planos de un nuevo arma alemana. Mientras oía la grave voz del oficial, Dunot se subió a un viejo citroen descapotable que estaba aparcado cerca de allí y, poniendo el motor en marcha, abandonó el pueblo. Su destino: la sede de la Resistencia en París.
Mientras tanto, un pequeño grupo de motoristas salió en su busca.
Con la mirada puesta en la serpenteante carretera, el espía no quiso pensar en si llegaría a París sin problemas, no fuera a ser que por pensarlo los tuviese. De pronto, como si el Demonio hubiera leído su mente, apareció un puesto de control alemán que le cerraba el paso. Estaba aún lejos, pero Dunot pudo ver que había tres hombres, un coche, descapotable como el suyo, y a varios metros del puesto, tras unos árboles, un panzer.
Al lado del puesto de control, a la izquierda, se levantaba un pueblecito parecido a Saint Lorient-Etreux. Unos instantes después llegó al puesto, pero en lugar de detenerse pasó de largo derribando la barrera blanca y roja que cortaba la carretera. Los soldados abrieron fuego con sus subfusiles. Una de las ruedas traseras del citroen estalló, haciendo que el vehículo perdiese la estabilidad. Dunot intentó corregir el rumbo, pero sus esfuerzos fueron en vano y el coche se estrelló contra un árbol.
Viendo que los soldados se acercaban, decidió internarse en el pueblo, donde quizás podría zafarse de los latosos nazis y continuar su camino.
Así pues dio marcha atrás como pudo y entró en la villa. Dos de los soldados se metieron en el tanque, mientras el tercero se hizo con el coche. Momentos después los dos vehículos estaban persiguiendo a Dunot.
Mientras corría por las calles, el espía pensó que lo más probable sería que tuviese que cambiar de medio de transporte, pues el golpe contra el árbol seguramente había afectado al motor y además, estaba el pinchazo de la rueda. Apenas había terminado de pensar esto cuando se produjo una explosión en el motor. Dunot miró hacia la carrocería grisácea. Una nueva explosión tuvo lugar y el automóvil se detuvo en seco, con un ronroneo apagado. Intentó volver a ponerlo en marcha, pero fue inútil.
De pronto, oyó a un coche acercarse por detrás suyo, y al mismo tiempo, frente a él, el sonido de las ruedas de oruga de un tanque. Segundos después apareció el blindado por la entrada de esa misma calle. Después de dar un estridente frenazo, el otro soldado se colocó con el coche tras el espía.
Dunot miró el impresionante tanque, con su largo cañón apuntando directamente hacia él. Con la respiración entrecortada, comenzó lentamente a abrir la puerta del coche. Tenía ya la mano puesta en el picaporte cuando el monstruo de acero escupió un obús. Abrió la puerta lo más deprisa que pudo y pegó un salto hacia la bocacalle que se abría a su izquierda. Un momento después el citroen saltó por los aires envuelto en llamas, y fue a caer boca abajo sobre el otro coche. El espía se levantó del suelo y vio el resultado del cañonazo.
Algo que sobresalía del bocadillo de automóviles le llamó la atención. Era el cañón de un arma, de un subfusil,.....¡el subfusil del soldado!. Sin dudarlo un segundo, fue a cogerlo y luego huyó calle abajo, con el arma en una mano y los planos en la otra. Antes de que desapareciera, el panzer disparó otro proyectil, que impactó contra el suelo, a pocos metros de él.
Después se puso en marcha.
Dunot tomó el mismo camino por el que había llegado hasta allí, temiendo que si se metía por otro lado pudiera topar con más nazis. De repente, apareció ante él uno de los cuatro motoristas que habían salido de Saint Lorient-Etreux. Al verlo, el nazi cogió su subfusil, pero antes de que pudiera abrir fuego, Dunot le apuntó con su arma y disparó. Piloto y motocicleta cayeron al suelo estrepitosamente. Dunot levantó la moto del suelo y, montándose en ella, prosiguió su huida. Apenas había recorrido unos metros cuando vio otro motorista venir hacia él.
En lugar de disparar al soldado, miró hacia atrás, pensando en si le seguía el blindado, y efectivamente allí estaba, a tan sólo unas cuantas decenas de metros de él. Entonces detuvo la motocicleta. Volvió a mirar hacia el panzer, el cual estaba moviendo su cañón.
Sin dejarse dominar por el miedo, miró al soldado. Éste estaba a punto de encañonarle con su subfusil. Pero antes de que pudiera disparar, un ruido atronador resonó por toda la calle. Dunot se echó al suelo rápidamente, con cuidado de que la moto no le hiciese daño, y segundos después un obús le pasó por encima.
El soldado, que no se había esperado eso, recibió con horror al proyectil y su cuerpo destrozado salió volando seguido de la motocicleta. Antes de que los tripulantes del panzer pudieran cargar otro proyectil, Dunot volvió a sentarse en el acolchado de la moto y esquivando el cadáver del soldado y su motocicleta en llamas, continuó adelante. Acababa de salir de la calle cuando oyó otro cañonazo, y a continuación la correspondiente explosión, y calor, mucho calor rozándole la espalda.
- Eso ha estado cerca - dijo para sí, mientras tragaba saliva con dificultad.
Frente a él, al final de la calle en la que se encontraba, vio los verdes campos, faltaba muy poco. Agarró el manillar con más fuerza que antes y aceleró. Casi había llegado a la carretera cuando oyó otro ruido de motocicleta, y dos o tres segundos después, otro.
Giró la cabeza y vio que otros dos soldados le perseguían. Viendo que se trataba del fugitivo, los nazis abrieron fuego contra él. Dunot aceleró aún más mientras las balas rebotaban a su alrededor y al fin llegó a la carretera. Pasó junto al árbol contra el que minutos antes había chocado con el citroen y con los ojos puestos en el asfalto se alejó de allí como alma que lleva el Diablo.
Estaría ya a medio kilómetro cuando escuchó una reverberación y acto seguido varios árboles que había a la derecha de la carretera cayeron envueltos en llamas.
- Otra vez el tanque - pensó.
Pero pronto estaría ya fuera de su alcance.
Por su parte, los motoristas continuaron persiguiéndole hasta que encontraron la moto tirada cerca de una pequeña ciudad. Dunot había alquilado un coche y ya estaba camino de París.
Muy pronto la balanza de la Guerra se inclinaría un poquito más hacia el lado de los Aliados.
FINAL
deberias de considerar el final desde mi punto de vista pero en si lo que es la trama es muy buena solo que el final es un poco cortante. Adios