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Categoría: Históricos

Baldo

La bala penetró dos centímetros entre la nariz y su frente explotando en su cerebro en cientos de partículas de plomo que navegaron todos sus vasos sanguíneos, ahogando en un mar de sangre todos sus pensamientos.

Era el día más feliz para Baldo. Había pasado la mañana planeando. Era un perfeccionista, un tipo maniático, un muchacho cuya inocencia la había perdido en el campo de batalla de Vietnam. Ahora, luego de estar hospitalizado por varios años en un infierno para enfermos mentales regresaba. Regresaba igual que siempre, aturdido por los medicamentos, por las inyecciones, aturdido por las palabras de los siquiatras. Avergonzado por la vida miserable que tenía. Era la verguenza de la familia.

La última vez se quitó los pantalones y caminó desnudo frente a los niños de la escuela del barrio. Recibió tantos palos que lo dejaron por muerto en el caño que pasaba por detrás de la cancha. Sin embargo, todo el mundo lo quería mucho. Había sido un hijo ejemplar, un excelente estudiante universitario, un cráneo matemático, un genial filósofo, un patriota tronchado por los falsos principios de don Alejandro Ramírez, quien deseaba que su hijo continuará la tradición militar de la familia.

Aquel viejo cuya religión era un culto a la bandera del imperio, a la democracia del mundo, que había que defender a cualquier precio.

___ Hoy mismo vas a las oficinas y te enlista. Ólvidate de la universidad, para eso hay tiempo... la nación es primero... hay que defender la libertad de los pueblos... esa es nuestra consigna...

Y Baldo fue a parar al ejército, y conoció la maldad, la crueldad... y defendió la democracia matando a no sabe cuántos infelices que, como él, también defendían su patria, la libertad y los ideales. Pero Baldo se fundió, se le jodió la vida, la mente, su futuro... Baldo regresó de la guerra, pero no lo hizo como héroe...

Llegó a las once y cinco de la mañana. Había comprado cientos de bombas, cintas, objetos raros... Compró un uniforme de soldado en la Casa del Militar, se compró unas botas de cuero y las brilló. Trataba de ver su rostro en ellas... Todavía era un soldado de los buenos, era un guerrero. La guerra no había terminado para él, su mente era un mapa de sitios, de veredas, de sucesos, de lágrimas.

A las cuatro estaba vestido impecablemente, buscó su rifle, su viejo rifle de perdigones, su arma mortífera.

Estaba solo en la casa. Su padre había salido al hospital con su madre y su hermanito pequeño. Era el día de la Madre de las Batallas, era el día del fin del mundo. Acabaría por fin con todos sus enemigos. Había pasado varios años cuajando aquella maravillosa idea. Él sería un General de Cinco Estrellas, no más pendejos le daría órdenes. Era un estratega de los mejores. El enemigo pagaría, pagarían por lo que les habían hecho a sus compañero de batallón.

Una hilera de cuerpos mutilados, de cuerpos sin vidas, de heridas profundas, un coro de gritos, de quejidos, de murmullos... No más crueldad, no más guerra.

Caminó hasta el balcón de la vieja casona. Levantó el rifle al cielo. Se arregló la gorra. Se arregló el uniforme. Levantó su rostro y marchó hacia la pequeña montaña que quedaba a varios metos de la mansión.

Cuando escuchó el ruido de un helicóptero
de la policía que acostumbraba pasar por aquellos lares se lanzó al suelo y se arrastró como una culebra, era el enemigo...

Luego rodeó el corral que había levantado a escondidas de su padre. Allí estaban los enemigos que había hecho prisioneros en la última expedición. Eran once gorditos, feos y arrugados. Con cautela se movió hacia el corral.

Con ojo de águila los contó... estaban todos, no había indicio de que trataran de escapar.

El pobre Baldo había perdido la noción de las cosas. Confundía sus sapos con soldados enemigos, confundía la finca de sus padres con un campo de batalla, confundía el helicóptero de la policía con un avión enemigo, confundía la realidad con la fantasía, confundía las fechas, era noviembre del 1977 y afirmaba que era noviembre de 1969.

Eran las cinco de la tarde, Baldo se encontraba en la quebrada que pasaba por la finca de su viejo. Estaba sudado, agotado. Tenía la leve sensación de que aquellos soldados que estaban bajo su vigilancia tratarían de escapar.

Lo que no sabían aquellos desgraciados sapos era que Baldo había colocado minas por todas partes, ingenioso soldado. Había colocado un centanar de bombas de aire, unas más llenas que otras. Había abierto unos agujeros en toda la vereda que conducía a la puerta de su casa. Colocó las bombas y con mucho cuidado las había cubierto con hojas secas. Sobre las bombas colocó un pedazo de cáscara con un alfiler. Al más leve contacto la bomba explotaba.

Baldo regresó de la quebrada. Se paró erguido y contempló su campo minado. Estaba feliz. Allí nadie se burlaba de sus aventuras, ahí, en medio del bosque, era el rey, el mejor, el paladín de la democracia... Baldo era una mierda de loco como decía su padre.

Un leve ruido le sacó de sus recuerdos. Se movió rápidamente detrás de un árbol. Allí estaba uno de sus prisioneros, no sabía cómo había logrado escapar... pero su día había llegado. Levantó su rifle y disparó,. El perdigón hizo reventar una bomba y el sapo abrió patas a correr...

Baldo desesperado inició su cacería... Una tras otra iban explotando las bombas que había colocado en la vereda... Allí estaba el enemigo de Baldo. Baldo quedó petrificado... Su uniforme estaba maltrecho, sus botas habían quedado en el camino... Levantó su rifle para acabar con aquel enemigo... Confundió las imágenes...

Apretó el gatillo... Sonó un disparo... un viejo revólver temblaba en las manos de su padre que había regresado con su familia del hospital.
Datos del Cuento
  • Categoría: Históricos
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2 comentarios. Página 1 de 1
Andueza
invitado-Andueza 21-04-2003 00:00:00

Ya desde el primer párrafo, se advierte de inmediato que este es un texto en serio, muy bien escrito, rápido, realista, con un estilo viril que no se detiene. Felicitaciones y saludos. Muy bueno.

joe
invitado-joe 20-04-2003 00:00:00

Solo eso, por un momento recorde a Rambo; en la pelicula : El primer Disparo. Felicidades, JOE

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