Los padres de carlos habían comprado una casa en un pueblo. "Se trata de un sitio muy tranquilo", dijeron. "Demaciado tranquilo", aseguró Carlos nada más llegar. Aunque él pensaba hacer amigos para salir por haí, enseguida comprobó que se trataba de un lugar prácticamente deshabitado, sin un alma por las calles. Además, la "nueva" casa era una ruina, y como sus padres empezaron a reformarla ilucionados, Carlos cogió su bici para rrecorer los campos cercanos e ir conociendo el lugar.
Cuando regresó a casa tras la excursión, se encontró una nota: "Hemos ido a la ciudad a comprar algo que necesitábamos. Volveremos esta noche, hijo", leyó. Las habitaciones estaban oscuras, y Carlos sintió miedo, así que salió a la calle y vio a un chaval de su edad. "Espero que haya venido a pasar el verano", pensó Carlos.
"¿Como te llamas?", dijo. El chico ni le miró, y Carlos no pudo evitar un grito de terror cuando vio que el muchacho desaparecía ante sus ojos: ¡¡Era un fantasma!!
Despavorido, corrió a refugiarse a su casa. De camino, vio a una anciana vestida de luto sentada en una plaza: "¡Socorro!", gritó Carlos. La vieja tampoco le hizo caso, y Carlos se dio cuenta de que los rasgos de aquel rostro arrugado también habían comenzado a evaporarse. Convencido de que aquél era un pueblo habitado por espíritus, el chico llegó a la puerta de su casa. Apenas le quedaba aliento cuando paró en seco. Allí estaba el coches de sus padres, rodeado por seres de otro mundo, sombras de personas que sin duda, habían muerto y empezaban a desdibujarse. En medio de su horror, Calos escuchó el llanto desesperado de su madre. No podía verla, pues la tapaban los fantasma, y haciendo acopio de todo su valor, el chico fue en su ayuda para sacarla de allí. Había un charco de sangre y una bicicleta destrozada. La figura de su madre, arodillada en el suelo, era prácticamente trasnparente. Junto a ella, yacía un cuerpo sin vida bajo la rueda del coche. Antes de ver que el rostro del cadáver era el suyo propio, Carlos ya había comprendido que sus padres acababan de atropellarle y que en aquel pueblo, el único muerto invisible era él.