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Categoría: Terror

***Paranoia***

Capítulo I

“Paranoia: enfermedad mental caracterizada por la presentación de un delirio crónico, que se relaciona con el sujeto; las demás funciones psíquicas del individuo, como la inteligencia, la memoria, la capacidad de juicio y raciocinio, etc., se conservan siempre que no se relacionen con el tema del delirio. El contenido de los delirios paranoicos suele ser de persecución, de grandeza, eróticos o de injusticia; el delirio está sistematizado y edificado lógicamente”.

Diccionario Enciclopédico Cadpe.-

Natalia era una mujer más. Buena, amable, simpática, inteligente.
Contaba ya treinta primaveras, y vivía una vida feliz junto a Rodrigo, su amado esposo. Además, hacía un año que ambos compartían sus días con la luz de sus ojos: Macarena. Macu, la pequeña bebé que había traído al mundo Natalia, era una preciosa criatura: cabellos negros como el azabache (como su padre), y ojos verdes como el mar (igual que su madre). Sus facciones eran muy delicadas. Parecía una muñequita de porcelana.
Natalia, además, tenía un trabajo que amaba: era profesora de danzas. Cada vez que iba a la academia a dar clases a sus pequeñas alumnas, se sentía bárbaramente. Y después, cuando volvía a su casa, se le iluminaba la cara con una sonrisa, y se le hinchaba el corazón de amor, cuando veía frente a ella a sus dos pimpollos (como llamaba a Rodri y a Macu).
Finalmente, Natalia contaba con una gran cantidad de amistades, con las que sabía que siempre podía contar.

En síntesis: cualquier mujer podría envidiar la vida de Natalia.

Pero las cosas nunca son perfectas...
A pesar de todo lo bueno, había algo que la importunaba muchísimo, y que le impedía ser “completamente” feliz; ya que sufría de delirios de persecución.
Era algo que no podía evitar. Había estado yendo durante muchos años al psiquiatra, para lograr vencer esa paranoia. Pero en diez años de terapia sólo había podido reducir esa enfermedad incontrolable, y no desterrarla completamente.
Por lo que un buen día se decidió por no derrochar más dinero en sesiones de ese tipo, y dejó de ir.
Últimamente, los únicos factores de contención que tenía eran su propia familia y amigos, que trataban de ayudarla a vencer su enfermedad. La querían muchísimo y por eso la apoyan constantemente.
Y ella misma –cada vez que le agarraba un ataque de esta enfermedad- intentaba contar hasta diez, y convencerse a sí misma que nadie le estaba ocultando nada, o que nadie estaba tramando nada en contra suya, o que nadie –absolutamente nadie- estaba siguiéndola (para robarle, asustarla, o vaya a saber para hacerle que cosa).
Era esto último lo que más usualmente le pasaba: cuando salía a hacer compras, o iba a dar sus clases (tenía que caminar seis largas cuadras para ir a la parada de colectivo –y a la noche esas cuadras se le hacían eternas y muy difíciles de recorrer- ya que había muy escasa iluminación, y unas cuantas casas abandonadas), miraba continuamente sobre su hombro para comprobar que todo estaba bien, y que ese “sentir” que la seguían era solo producto de su imaginación.
Una noche en que volvía de la academia, había sentido ciertos ruidos que la asustaron mucho. Se había dado vuelta y había visto dos ojos brillantes que la miraban muy abiertos desde la oscuridad.
Se asustó tanto que casi perdió la conciencia, cuando se dio cuenta que lo que tenía tras de sí sólo era un pequeño y simpático gatito.
Esa vez había vuelto tan agitada a su casa, que tuvo que irse derecho a la cama para calmar sus nervios.

Maldita enfermedad.

Capítulo II

Ese 28 de diciembre era el Día de los Inocentes.
Así, siguiendo la tradición, Natalia decidió jugarle una pequeña broma a su marido, y a la mañana, antes de irse a trabajar, le escondió su maletín; ese donde tenía guardado todo el papelerío esencial para desarrollar su trabajo de agente de bolsa.
Rodrigo lo buscó desesperadamente durante diez minutos, y estaba como loco por no encontrarlo. ¿Cómo era posible que hubiese desaparecido su herramienta de trabajo? Temía por lo que podría pasarle si no encontraba ese maldito maletín.
Ya había llegado a un punto en que la rabia le hacía saltar las lágrimas y las maldiciones, cuando Natalia decidió terminar con ese jueguito, y sacando el maletín de su escondite se lo devolvió a su marido.
-¡Feliz Día de los Inocentes!- le dijo, riéndose.
Rodrigo en principio la miró con reproche, por el mal momento que le había hecho pasar. Pero enseguida le sonrió y le respondió:
-Ya me las vas a pagar...
Y todavía sonriendo ambos, se despidieron con un beso. Rodrigo partió hacia su trabajo.
Una hora después Natalia salió hacia el suyo, dejando a Macu en compañía de Luciana, su niñera.

Capítulo III

Natalia volvía de dar sus clases. Descendió del colectivo, y emprendió su regreso a casa. Caminó unos pocos metros, cuando sintió unos pasos atrás de ella.
-Otra vez no...- pensó. Y miró sobre su hombro. En ese momento cesaron los pasos, y no vio nada.
Y Natalia siguió caminando. Otra vez la seguían. Miró nuevamente hacia atrás... y nada. Entonces comenzó a andar más rápidamente.
Dios... todavía la seguían. –Corre- gritaba su mente. Pero no lo hizo.
Esperó unos segundos para cruzar la primer calle que se atravesaba en su camino. Y en ese momento nuevamente cesaron los pasos.
Pero cuando empezó a cruzar la calle, los sintió de nuevo tras de sí. Esta vez, decidió no mirar atrás.
-Más rápido... más rápido- se dijo a sí misma.
Y más rápido iban esos pasos.


Ya Natalia corría, sin animarse a mirar atrás... Y alguien, o algo, corría tras ella.
-Dios mío, permitime llegar bien a casa, que esto sea una pesadilla- dijo en voz alta.
Ya iba por la tercer cuadra, faltaba poco. Ahora estaba agitada, sofocada, sentía que le faltaba el aire. La oscuridad la agobiaba, y el terror por esos pasos la hacía sentirse en una nube. Era todo irreal...
-Corre, corre, corre-. Cada vez iba más rápido.
Y atrás, cada vez más rápido la seguían.
Ya en nada pensaba, el mundo que conocía se desdibujaba a su alrededor. Las sombras se cernían sobre ella. Las piernas no las sentía, ni siquiera el viento que golpeaba contra su cara. Sólo quería llegar a su hogar, no veía la hora de llegar a su casa.

Capítulo IV

Rodrigo estaba atrás del puesto de diarios que se encontraba en la esquina de la parada del 116, el colectivo que tomaba su señora para volver del trabajo.
Ese día él terminó temprano con sus negocios y decidió esperar allí a Natalia para devolverle la broma que ella le había hecho a la mañana. Pensaba seguirla en las penumbras para darle un buen susto.

Y allí estaba su señora, bajando del colectivo. Ya vería esa sinvergüenza... el susto que le daría. Después estarían los dos riéndose de la broma, como esa mañana.
(Aunque Rodrigo estaba seguro que primero recibiría una reprimenda por haber osado hacer eso).

Así comenzó a seguirla, y cada vez que Natalia se daba vuelta, él enseguida encontraba huecos o lugares donde esconderse. La oscuridad de la noche le facilitaba la tarea... ¡Ja! Seguiría con esa broma hasta llegar a la casa de ambos, donde se le revelaría a su esposa con un inocente ¡Buh!)

A la tercer cuadra, ya su mujer corría, y Rodrigo tras de ella. Cómo disfrutaba de esa broma, viendo como su mujer corría desesperada, asustada. Se estaba vengando del jueguito de esa mañana.
De todas maneras, ya estarían riéndose como locos en pocos minutos, en la casa de ambos. Todo esto no sería más que un recuerdo.

Pero como él iba a saber que su inocente (bah, no tan inocente) juego estaba tentando al señor Destino y a la señora Parca. De haberlo sabido, nunca lo hubiera intentado.


Capítulo V

Y Natalia ya no sentía nada, el miedo no permitía que tuviera sensaciones.
Sólo veía adelante, en su alocada carrera por llegar al final del recorrido...

Y fue así como no vio a su derecha cuando estaba por cruzar la última calle... Como así tampoco la vio a ella el conductor de ese camión de carga, que vio sólo en el último segundo, frente a él, esa figura femenina que salió de entre las sombras.
No llegó a frenar a tiempo. Cuando lo hizo, fue demasiado tarde.
Natalia fue rápidamente expulsada hacia un costado. Sus largos cabellos rubios flotaron, las gotas de sangre mancharon la trompa del camión, y su pequeño cuerpo enseguida yació inerte sobre el asfalto. El brillo de sus ojos verdes se apagó enseguida, como una vela cuando la soplan.
La vida de esta mujer quedó hecha trizas en un instante. Su enfermedad, la “inocente” broma de su marido, y el cruel destino, la llevaron a la muerte.

----****----

Cuando Rodrigo vio a su mujer salir despedida violentamente, debido al feroz golpe que le dio ese camión salido del infierno, se quedó rígido al instante.
Diez segundos después, y como en un sueño, salió corriendo para acercarse a su esposa.
Una vez al lado, la observó tendida en el suelo. Su cuerpo tirado desordenadamente, toda torcida. La ropa arrugada y manchada con sangre, que salía de su cabeza y teñía todo de rojo a su alrededor.
Se arrodilló a su lado, la tomó entre sus brazos y la abrazó tiernamente, como a una pequeña niña.
Y comenzó a llorar. Lloró el llanto desgarrador de un hombre que había perdido a uno de sus seres más amados.

Epílogo

Hoy se cumplen cuatro años del trágico accidente, y a Rodrigo la culpa no lo deja vivir en paz.
Sigue en pie sólo por su hija, a quien cuida y protege con todo su amor.

Pero algo lo tortura, le hace muchísimo daño...
Todo el tiempo siente pasos, que lo siguen, que lo rodean; los siente arriba, abajo, al costado. Cuando va o vuelve de trabajar, cuando está en la casa, cuando se va a acostar.
Y está seguro que eso no es paranoia... es Natalia, que desde el más allá (sea cual sea el lugar donde está, sea cual sea ese “más allá” donde se encuentra) se viene vengando día tras día.

Ella no permitirá nunca que el “inocente crimen” de su marido quede impune.

Se encargará de que él pague -con su tranquilidad y su cordura - el grave error que cometió.
Datos del Cuento
  • Categoría: Terror
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Comentarios


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4 comentarios. Página 1 de 1
Lisandro cruz
invitado-Lisandro cruz 23-07-2003 00:00:00

No, la verdad es que el cuento venia bien, no se si fue producto de dicho relato o que pero me agarro una descompostura de estomago que me tuvieron que llevar de los pelos hasta el baño, y desde alli te estoy escribiendo en pleno retiro espiritual.El cuento en si, y folisofando un poco, me hizo pensar para que venimos al mundo...llegue a la conclusion de que venimos al mundo para cualquier cosa menos para leer semejante cuento.Internate!!!!!

Juan Andueza G.
invitado-Juan Andueza G. 18-06-2003 00:00:00

Claro, Cecilia Camba, el que no tiene problemas, se los inventa. Está muy bueno el cuento.

Angel L. Blanco
invitado-Angel L. Blanco 18-06-2003 00:00:00

.....de volver a leer un cuento tuyo. Me parecio fascinante y una excelente redaccion (como es habitual) felicidades!!!!!!

Celedonio de la Higuera
invitado-Celedonio de la Higuera 18-06-2003 00:00:00

De nuevo nos has regalado una historia genial en la que mezclas la locura con el suspense y una dosis de sobrenatural que dan como resultado un relato escalofriante. Muy buena redacción. Mis felicitaciones. Espero que pronto vuelvas a la carga. Saludos.

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