Todo empezó unos días antes de las vacaciones de navidad. Una noche tuve un sueño en el que salía yo abriendo un regalo de navidad. Al abrir el paquete, sacaba un jersey de lana rojo y, cuando intentaba ponérmelo, era incapaz de sacar la cabeza y los brasos por ningún lado. Yo lo intentaba con todas mis fuerzas, pero no podía. En el sueño, cada vez me ponía más nerviosa, tanto que al final me desperté gritando en medio de la noche...

A la mañana siguiente, mientras desayunaba, pensé: <<¡Vaya pesadilla!>>. Después, salí hacia la estación de trenes. Cada día voy a calse en tren con mi amiga Marta. Pero, ese día, ella estaba enferma, así que me senté en un asiento y conecté mi <>. Mientras rebobinaba la cinta, vi como se sentaba frente a mí un chico un poco extraño. No pude evitar fijarme en él: tenía el pelo repeinado hacia un lado, la cara muy blanca y vestía un traje de pana marrón viejo. Cuando llevábamos cinco minutos de viaje, me di cuenta de que me decía algo que no podía oír. Me quité los <> y le dije: <>. Entonces, él me preguntó en qué estación bajaba. Tenía una voz muy rara, era como si hubiera un poco de eco en el vagón cuando él hablaba. Yo le contesté y me preguntó si le podía hacer un favor: <>. Al decír esto, me dio un papel súper viejo con un mensaje escrito a lápiz que decía: <>. A mí me pareció un poco extraño, pero le contesté que sí. Me dijo que su madre llevaría un abrigo rojo, me dío las gracias y se fue...

Una señora con un abrigo rojo esperaba en la estación. Al verla, me quedé un poco parada: era muy mayor y tenía una cara súper triste. Me acerqué lentamente a ella y le dije: <>. Ella me miró con los ojos húmedos y me preguntó mi nombre. Yo se lo dije y le dejé el mensaje en la mano. Lo leyó y se le saltaron las lagrimas. Me preguntó quién me lo había dado, yo le dije que un chico que iba en el tren. Le describí cómo era y cómo iba vestido y me preguntó: <<¿Estás segura?>>. Entonces, sacó una foto de su bolso y me la enseñó. Era una foto muy vieja. En ella, aparecía el chico que yo acababa de conocer en el tren. Cuano lo vi, me quedé helada... ¡¡Llevaba el jersey rojo de mi sueño!! La señora me preguntó qué me pasaba y le contesté alucinada que había soñado con ese jersey. Entonces, sin decirme ni una palabra, ella giró la foto y me enseñó lo que había escrito por detrás: Javier, 10 de diciembre de ¡¡¡1974!!!.
Las piernas me emzaron a temblar sin poder remediarlo... cuando recobré la respiración, le pregunté a la señora si se trataba de una broma. Estaba tan asustada que ella me llevó aun banco para que me tranquilizara. Allí, me explicó la historia más extraña que había oído en mi vida: <>>. ¡¡¡No me podía creer lo que estaba oyendo!!!

Cuando les conté todo a los de mi pandilla, decidimos volver a coger el tren juntos para ver qué pasaba. Al día siguiente, nos montamos en el mismo vagón en el que había visto a Javier. Pero nada. Todo parecía normal. Hasta que, en una curva dentro de un túnel, ¡las luces se apagaron de repente! todos nos pusimos a gritar súper asustados. Yo me sentí tan aterrorizada que intenté coger la mano de Marta, que estaba a mi lado. Al hacerlo, noté que la tenía súper helada y un escalofrío me recorrió la espalda. Fue una sensación tan fuerte que la solté por la impresión. De pronto, salimos del túnel y la luz entró por las ventanas. Estábamos todos totalmente pálidos. Rápidamente, nos tranquilizamos y nos dimos cuenta de que todo había sido una gran tontería. La luz se había ído y nos habíamos asustado porque, en el fondo, estábamos muertos de miedopor toda la historia. Despúes de reírnos un poco de nosotros mismo, le dije a Marta: <>. Ella me miró y me dijo: <>. ¡¡¡Me quedé helada!!! Los demás estaban demaciado lejos como para llegar a cogerles las manos... <>, dije en voz alta. Nadie respondío. Una sensación extraña se había apoderado de nosotros. Al llegar a la estación, nos despedimos y decidimos hacer una promesa: <>. Y asi lo hicimos. Ya han pasado dos años y nunca más he vuelto a ver aquel chico, ni a la señora del abrigo rojo ni he vuelto a soñar con ningun jersey... Cuando pienso en todo aquello, sé que no fue una broma y tampoco producto de mi imaginación. ¿Qué fue entonces? No lo sé. Sólo sé que pasó...