Recuerdo la última vez que nos quisímos, ¿y tú?. Estaba en el estudio, tú entraste y me viste sentada de espaldas mirando por la ventana... estaba triste, llorando en silencio. Te sentaste a mi lado. La habitación estaba oscura, no había más luz que la de las farolas de la calle que entraba por las rendijas de la persiana. Me tumbé en la cama de lado para que no vieses mis lágrimas y me preguntaste que me pasaba. Yo no quería decírtelo, hubiese sido el momento ideal pero preferí no contestarte. Te dije que no me ocurría nada pero no me creíste. Me conocías bien y sabías que me sentía mal, herida por dentro. Seguías sentado en tu rincón, ahora fumando un cigarro. Esperabas mis palabras pero sólo escuchámos un molesto silencio. Yo te miraba absorta en mis pensamientos. En mi interior oía gritos de amor, de tristeza, de soledad... mis gritos me suplicaban decirte cual era mi pesar pero yo me resistía, sabía como eras y sabía que no querías oírlo. Te veía tranquilo, pensativo y en calma. Me gustaba verte así. Seguía callando en contra de mis sentimientos y de mis gritos. Te volviste hacia mí y nos mirámos los dos. Otra vez no, otro momento perfecto para hablarte, para susurrarte algo al oído. Aparté la mirada y otra lágrima más cayó por mi mejilla. Te tumbaste a mi lado y me abrazaste mientras pronunciabas mi nombre.
"Ainhoa, ¿qué te pasa?. Dímelo, por favor"
Por favor... hacía tiempo que no escuchaba esa expresión, por lo menos de tus labios, pero no te lo reprocho.
Decidí por fin hablar pero de mis estúpidas preocupaciones. Me escuchaste con atención aún sabiendo que no era aquello todo lo que me pasaba, pero te conformaste y al terminar miraste al techo con aire pensativo.
Callamos los dos. Volví a escuchar esos gritos pero cada vez más fuertes, intentaba hacerles caso omiso pero era tan difícil... lo hacía por ti, para no agobiarte. Tú seguías abrazándome y, como si te sintieses culpable por algo, me dijiste "te quiero". Era la segunda vez que me lo decías, te costaba tanto pronunciarlo y aveces te pedía que me lo dijeses pero solo me contestabas con un "no puedo" que me hacía perder la calma. Esas palabras rondaban mi cabeza mientras me besabas y me acariciabas todo el cuerpo. Yo recorría palmo a palmo tu piel mientras oía mi interior gritar. Y mientras hacíamos el amor te seguía mirando fijamente, te abraza con fuerza y con miedo por si te escapabas de mi lado. Fuí una ingenua al intentar convencerme de que no lo harías, de que podría retenerte conmigo para siempre.
Te miraba con ojos de enamorada, estabas descansado tumbado a mi lado, con tu brazo rodeándome y acariciándome el cuello, la espalda... Pensé que aquello era lo mejor de ésta vida y entonces mis gritos cesaron, mis miedos desaparecieron y cuando al fin noté que te habías dormido susurré al aire, casi sin voz, los gritos apagados de mi alma, las dos palabras de mi corazón: "Te necesito".

Para Yoann, te quiero mi vida.

12 de febrero de 2003, Alicante.