La vieja mujer se observa con aires de criticismo frente al espejo. Está totalmente desnuda como para despejar cualquier duda a los espectadores invisibles: añora al cuerpo voluptuoso de años atrás comparable al de Brigitte Bardot.
Ahora sólo queda un despojo de carnes mal distribuidas, cientos de arrugas faciales que le reiteran que ya nada es igual a otrora... peina su pelo, un mechón se queda enredado entre sus dedos... acaricia sus ojeras vampirescas, el antaño surca su piel irrespetuosamente... detrás descansa un retrato ampliado de su época gloriosa: sus ojos comparan el antes y el demoledor después... siente una y otra vez su completa anatomía escapársele de las manos. Al palpar sus senos estos caen socarronamente sobre el suelo... cuando alisa su cabello ya encanecido se le desprende de golpe dejándola en absoluta calvicie... sus lágrimas corroen poco a poco su rostro... por un instante fijó la mirada hacia un extremo de la habitación, arrancó de golpe toda su piel, quedó como esqueleto desafiando al frío nocturno, caminó algunos centímetros de la estancia, depositó sus despojos dentro del cajón centenario donde reposaban sus vestidos, joyas y las osamentas de su marido, REST IN PEACE MY SWEET PRINCESS…