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"Lluvia"

Era otoño y el cielo había abierto sus oscuras entrañas encima de la gran ciudad, rompiendo aguas sobre los tejados, empapando a los soldados de hierro afincados en ellos, regando balcones, llenando la ropa tendida de una palpable melancolía, escurriéndose en un camino descendente sobre la fachada para llegar a lo que, esperaba, sería una tierra fértil. (La meta era una desilusión de cemento y alquitrán).
Encima de unas mojadas aceras, llenas de charcas de un color urbano, irreconocible, la gente se movía con prisas, malhumorada, resguardándose de las gotas que chocaban una y otra vez con sus ropas oscuras y con su piel –el moreno vivaz del verano quedaba, tristemente, atrás-. (Chas, de repente alguien hundía el zapato y su desprevenido pasajero en una charquina).
Él estaba imbuido también en el paisaje, era un personaje más esperando en la parada del bus. Su jornada había terminado ya, demasiado larga y cansada, y reposaba su cuerpo hastiado y embutido en un traje negro en espera de aquél que le iba a llevar a casa. Paseó su mirada por la calle inacabable, una de las importantes de la ciudad, y pudo oler el desencanto general que rezuman los cuerpos cuando llueve en otoño y no responde a la llamada el fresco aliento de la hierba húmeda sino un sordo y ceniciento clamor.
Sin embargo, estaba contento: acababa de estrenar un impecable traje (se repasó con la vista: la chaqueta de un negro invencible, los pantalones lucían una descarada y altiva raya, como una falla en la tela de azabache, los calcetines negros eran de la mejor calidad y tenía los pies protegidos por un cuero oscuro y caro. Su orgullosa sonrisa se quebró en ver como una negra cucaracha osaba acercarse a sus zapatos. Siempre había odiado a las cucarachas.
La pisó –crac- sin compasión –crac, crac- zafándose de su infeliz víctima –crac, crac, crac- al tiempo que llegaba el autobús. Levantó el pie, vio una oscura mancha y casi se sintió orgulloso de aquella batalla heroica. Al levantar la vista chocaron sus ojos contra el cristal de la puerta y el tiempo se paró en la contemplación de su imagen empapada, casi surrealista, tan poco identificable, como una mancha… Su orgullo se desprendió de su traje y empezó a bajar, mezclado con el agua, hacia la cloaca más cercana.
Datos del Cuento
  • Autor: Vet
  • Código: 6388
  • Fecha: 11-01-2004
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 4.85
  • Votos: 88
  • Envios: 0
  • Lecturas: 1689
  • Valoración:
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