Ella sentía un enorme amor por su hermano, pero, así como lo quería, sus celos hacia él eran enormes, pues, era el preferido de su mamá. Claro, como no serlo, aparte de que era el primogénito, estuvo a punto de morir por una complicación durante el parto. Tambien fué un chico muy debil de salud hasta bien entrada la adolescencia, por lo que demandaba de toda la atención materna y algunas veces paterna. En cambio, ella siempre fué una chica fuerte en general, gozaba de muy buena salud y poseía un caracter aguerrido. Aunque su madre la quería, ella no lo sentía así.
Una noche, se acercó al dormitorio de su hermano, desde la puerta lo observaba dormir plácidamente. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Fué a la cocina y buscó un cuchillo, pero cuando lo tomó, no se atrevió, sintió que se desvanecía, con sólo imaginarse el sangrero por toda la cama, sintió unas terribles ganas de vomitar. Lo pensó bien, sería mejor morir asfixiado.
Entró al cuarto, tomó la almohada y con una fuerza increible la aplastó contra su cara, hubo un pequeño esfuerzo por parte de la víctima, pero ella era muy fuerte. Despues de un rato cuando estaba segura de que no respiraba más, apartó la almohada del rostro, éste lucía sorprendido, con los ojos desmezuradamente abiertos, una lágrima cayó sobre sus labios, se la limpió con un beso y con su mano cerró sus ojos. Salió del cuarto.
Al amanecer, el padre que llegaba de una viaje, estaba extrañado de no encontrar a su mujer levantada, haciendo el desayuno. Sobre la mesa comedor encontró una nota que decía así: "Lo siento,hermano lo siento, sé que no tienes la culpa, pero una madre debe querer por igual a sus hijos. espero que puedan perdonarme."