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Categoría: Mitológicos

.Bienvenido al Mundo.

-Bienvenido al Mundo-

Me dijo el barquero que me llevaba en la barca por un mar sereno y cubierto de neblina blanca entre la oscuridad de la noche.

Me llevaba a la isla del sepulcro, donde los vivos jamás irán.
El barquero sepulturero me miraba con tristeza, pero desviaba la mirada cada vez que me daba cuenta, mas no podía expresarle mi gran dolor, mi gran ilusión por volver a vivir...y él no podía cambiar el rumbo.

Sin hablar, lloraba en mis rodillas, me daba miedo contemplar aquel mar oscuro cubierto de niebla, el sepulturero vestido con una túnica negra, escondiendo su cara en su capucha infernal.

El cielo estaba a unos centímetros de mi cabeza, estábamos ya en la cueva, navegando lentamente por las corrientes mísiticas de la otra vida.

No quería morir...era demasiado tarde para arrepentirme...y sin tener que moverme, le pregunté al sepulturero adónde me llevaba, y él me miró con una fija mirada, dejando ver su cara de arrugas, sus hojos de un color vino brillante, sus pupilas reflejaban el agua de la corriente oscura, y su boca nunca se abría...

Al instante me golpea con el remo, y me señala un lugar de la cueva, un lugar iluminado, al fondo.
Me asustaba muchísimo...no quería saber lo que me iba a encontrar.

Llevábamos largo tiempo navegando, y el silencio había sido base de mi conversación solitaria.
El ambiente oscuro me hacía cerrar los ojos cada vez que había luz, me deslumbraban hasta sus ojos rojizos.

Nos acercábamos más al fin de la cueva, donde había una intensa luz.
Y antes de llegar, le pregunté:
-¿Quién eres? ¿Por qué haces esto?

Y por fin me contestó con voz afónica y vibrante:
-El atrapasueños yo soy.

Y llegando ya a la luz intensa, bajamos a tierra firme, y había un camino negro delante nuestra.

El sepulturero me empujó, señalándome que tenía que seguir solo.
Y yo, pensativo del miedo, comencé a caminar con inseguridad mirando hacia atrás en cada paso que daba.

Y él desapareció entre la luz, pero seguía caminando.
Pasaron minutos, y llegué a un límite, donde el camino oscuro ya no seguía.
Me quedé quieto contemplando mi alrededor, y oí voces delante, detrás y a ambos lados de mí.

Fijé la mirada al frente, y contemplé que algo aparecía entre la intensa luz, era una imagen deforme, no se podía ver bien, me costaba aclarar la vista, la luz me deslumbraba.

Se acercó más aún, y pude ver que era una mujer, una mujer bellísima, vestida de una túnica blanca, sólo se podía ver su cara, sus manos, y sus pies descalzos entre la luz.
Se acercó mucho, hasta quedarse en frente de mí.
Yo temblaba de inseguridad y de nervios, no podía controlar mi cuerpo, todo era superior a mis sensaciones, su mirada me hacía sentir alivio por entre mis venas.

Era bellísima, tenía ojos azules, su rostro era único, jamás vista tanta belleza en el mundo de los vivos, sus labios eran finos, sus mejillas no se sonrojaban, su pelo era largo y rubio como el oro, sus orejas se escondían entre el pelo dejando salir sus puntiagudos extremos, como los elfos.

De repente, dejó de mirarme, miró al suelo y me preguntó por qué estaba aquí.
Y yo, sin entender bien la pregunta, tardé tiempo en responder.
-Vengo del otro lado del mar, no recuerdo cómo me sacaron de mi realidad.
Le dije con duda.

Se quedó mirándome, se notaba que no me había entendido muy bien, y le dije todavía más nervioso y sin saber bien lo que decía.
-Bueno, vengo del mundo. La persona que me trajo me dijo que era el artrapasueños...

Y ella, parecía que sabía lo que sentía, estaba muy segura, no se impresionaba, y fijaba aún más su mirada en mí.

De repente, me dijo:
-¿No sabes de dónde vienes? ¿Sabes por qué estás aquí?
Y yo me tiré al suelo, y comencé a llorar en mis brazos desconsoladamente, atormentado por lo raro que era todo aquello que vivía.

Ella, se preocupó, y me dijo:
-Acompáñame, y verás adónde has venido, para lo que estás aquí, y quién soy yo.

Yo, dejé de llorar, y me puse de pie agarrado de su mano blanca como la nieve.

Pasamos por un suelo húmedo, todo era blanco, no se veía nada, pero se sentía por donde andaba.

Y me dijo:
-Mira hacia abajo.

Y miré al suelo pensando que vería niebla, y vi muchísimas nubes debajo de mí, al instante, las nubes se despejaron y se vio el Mundo, los continentes, los grandes océanos...y comencé a preguntar descontroladamente cómo podía estar yo aquí, en dónde me encontraba, y protestaba diciendo que todo era una alucinación...
Pero ella me sostuvo el rostro, me miró, y me dijo al oído:
-Esto no es todo, sígueme.
Y se perdió entre la luz.
Yo la seguí contemplando la Tierra debajo de mí, y llegué a un lugar totalmente oscuro, y ella estaba reluciente con su vestido blanco entre la oscuridad.

Me dijo que me quedara quieto, que cerrar los ojos.
Eso hice.
Pasaron algunos segundos, hasta que me dijo que los abriera.
Y al abrirlos, no pude ni respirar por lo que veían mis ojos...todo estaba oscuro, pero comenzaron a salir estrellas, planetas, galaxias, nebulosas, supernovas...estaba en el Universo, estaba contemplando la dimensión del espacio sideral...

Estaba contemplando el origen de la vida, lo que no conocíamos...¡Qué sensación!
¡Era realmente increíble!
Sentía el viento correr por mi sangre, la infinidad del espacio me dejaba exhausto.
No sabía dónde estaba, pero sabía que era maravilloso.

De repente, todo volvió como antes, volvió la deslumbrante luz, no podía ver bien, y ella seguía de pie invitándome a seguir.

Yo, sin vacilación, la seguí, pero ya no había tanta luz.
Se me acercó, y me dijo que ya no vivía, que estaba aquí porque ya no podía estar en el mundo de los vivos.
Que había llegado el momento de ir al otro mundo.

-¿Todos los que mueren pasan por aquí?
Le pregunté directamente.
-No, según la vida de la persona, pasa por aquí o por el limbo.
-¿Qué es el limbo?, le pregunté.
-Cuando llegues adonde tienes que ir lo sabrás.
Me dijo con decisíón.

Me dijo que cerrara los ojos, y contara hasta tres.
Eso hice, conté hasta tres con los ojos cerrados, y los abrí...

Cuando los abrí, estaba en mi casa, sentado en el sofá del comedor.
Me acuerdo de eso, supongo que allí fue donde morí...

Decidí bajar a la tienda a comprar algo que comer, me arreglé, cogí el dinero y fui a la tienda.
Al salir del edificio, la calle estaba vacía, No había ni un sólo coche, ni una persona se veía, no había pájaros en el cielo, no había ni moscas.

El viento hacía rodar los papeles del suelo, y el Sol alumbraba con intensidad.

Extrañado, me fui a la tienda, y estaba abierta, por lo que entré, y las cajas estaban vacías, no había nadie, sólo estaba yo en la calle.
Todo estaba abierto, pero no había coches, no había autobuses, no había personas por ningún lado...

Entré a la tienda a echar un vistazo, y estaba todo lleno de comestibles, objetos del hogar, juegos, y todo lo que satisfacía mi felicidad por momentos.
En aquel momento me puse feliz, empecé a coger cosas con los brazos llenos, comencé a comer dulces, frutos secos, golosinas, hasta saciarme, busqué lo mejor de la tienda para llevármelo.

Gran tiempo estuve en la tienda, escogiendo lo que me podía llevar gratis, y salí al final, con varios carritos de compra llenos de comestibles, utensilios, juegos, etc.

Yo iba feliz, todo estaba a mi disposición, las tiendas eran para mí, las joyerías eran mías, los parques me pertenecían, las grandes empresas ya no me dominaban, los impuestos no me controlaban, ¡Era el hombre más feliz del Mundo!

Nada más llegué a mi casa, comencé a colocar todas las cosas que llevé, me puse la mesa de un puesto, con helados, dulces de todo tipo, es decir, ni el Rey hubiera comido mejor que yo.

La televisión funcionaba, pero no transmitía ningún tipo de señal.
Igual pasaba con la radio, por lo tanto, empecé a ver mis películas, y si quería ver mis preferidas, me iba al videoclub de la esquina...todo era para mí.

La noche la pasé en medio de la Gran Vía, tirado en el asfalto y con mi edredón favorito.
Ni un coche me impedía la comodidad.

Si sentía hambre, me iba al CorteInglés o al Mercadona, a buscar lo mejor para comer.
Era feliz.

Y así pasaron los días, haciendo todo lo que queria, rompiendo cabinas telefónicas, incendiando casas, tiendas, llevándome el dinero de las tiendas para sentirme mejor, hacía lo que quería y nadie ni nada me lo impedía.

Pero con el tiempo...veía que ya no me satisfacía todo lo que hacía, que mi voluntad no me daba abasto, necesitaba a alguien, al menos, una persona con la quien pelear o competir...pero necesitaba compartir algo...me sentía dueño de todo, tenía libertad, tenía autoridad, yo podía ser "yo" en todos los aspectos, Nadie me lo impedía.
Y me cansé de estar cada día escuchando mi voz, me cansé de estar siempre haciendo mi voluntad, me cansé de mí...todo giraba alrededor mío aunque no quisiera.

Y allí fue cuando comencé a pensar en lo que me dijo aquella mujer..."Cuando estés allí lo sabrás".

Me ponía a pensar, y sacaba conclusiones que sólo podían ser apreciadas por mí, pensaba en el mundo en que una vez viví, todo era distinto, tenía amigos con los que reír, pelear, llorar, compartir, tenía a la gente con la que vivía cada día, podía tener ilusiones, ilusiones por las cosas que quería y no podía conseguir, esa sensación de sentir que no todo está en tus manos, es la sensación que limita nuestra voluntad.

Pero, ahora, que estoy aquí sentado, tirado en la calle, sin nadie, con todo a mi alrededor, menos con la gente.
Podría llorar, pero ¿Quién me escucharía?
Podría reír, pero ¿Quién me apreciaría?
Podría construir grandes obras, desarrollar teorías científicas, pero ¿Quién las aprovecharía?

El mundo sin el hombre, sería un mundo inerte, sin conciencia, sin sentido.
La vida seguiría, pero nadie podría apreciar su belleza.

Me encuentro en el infierno.
Lo tengo todo, lo que aspiraba en la otra vida, lo que aspira cada hombre, cada mujer, tenerlo todo, tener poder, tener fama, tener materiales...tener todo eso mientras haya seres humanos...

Cada persona tiene objetivos, tiene unas intenciones con fines de tener méritos, pero queriéndolo todo, se olvida de lo más importante...de su propia raza, de su compañía, de aquellos que la limitan, de aquellos que le hacen vivir nuevos momentos cada día, de aquellos que impiden que la realidad sea como quisiera que fuera.
Esa es la limitación que tenemos...sería un caos total si la libertad se nos diera a cada uno mientras exista la ambición y la envidia.

Todo esto es lo que pienso, pero no sé quién lo escuchará, almenos me emblandece el corazón, y me hace reconocer mi precariedad.

No quisiera estar más aquí, quisiera estar en el Mundo, almenos encerrado en una celda, pero, almenos poder ver a alguien, alguien que me hablara, alguien con quien quien hablar...¡No resisto esta muerte psicológica!

Este dolor no se compara con el peor de los dolores físicos, este dolor viene del alma, de donde viene la esencia humana, su gran belleza interior...y ahora siento que muero de verdad.

Estando en la ciudad, me fui a las afueras, a contemplar en soledad los atardeceres y los amaneceres...¡Qué triste saber que tanta belleza no es contemplada por nadie! Y yo, no podré expresar esta sensación a nadie...
Yo mismo me cojo manía, me aborrezco, siempre yo, en todos lados yo...

Si los vivos pudieran descubrir eso...si supieran lo que les espera...
Siento alivio y alegría por aquellas personas que son humildes, y se preocupan por un mundo mejor. Porque su destino no será digno de tan triste final.

Me quedaré para siempre aquí, en este infierno sin fin.
Donde nadie vendrá, ¡Cuánto daría por alguien que viniese sólo para odiarme...!Almenos pido eso.
Ni siquiera hay animales en este infierno, y, aunque los hubiere, no satisfacirían mis grandes ansias de tener contacto con alguien...

Lo más importante de la vida es lo que nos falta por descubrir, y andamos ciegos por la ambición del Mundo, sabiendo que nada impedirá el final de nuestra existencia en este mundo terrenal.

El sepulturero me llevaba a lo peor que el ser humano puede vivir, a la peor sentencia por la que se le puede condenar. Se compadecía de mí, y no había marcha atrás.
Él sabía lo que me esperaba, y no podía expresar lo terriblemente espantoso que era.
Tenía miedo de expresar tales palabras que hacen vibrar el oído por su inefable significado.

No existen palabras que expresen tan cruel realidad, por eso no se puede avisar a los vivos de uno de los finales de la vida, y principios de otra que les espera.
Por eso, necesita vivir de verdad la sensación eterna sin vuelta atrás.

Desesperación total.

Moriría de hambre, de frío, de cualquier cosa moriría, sería para mi un gran honor, antes de volver a vivir el infierno de la soledad.





Fernando Alcolea Pina. 26 de Octubre de 2003.
Datos del Cuento
  • Categoría: Mitológicos
  • Media: 5.93
  • Votos: 76
  • Envios: 5
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