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¿Halloween o Dia de Muertos? (Parte II)

Comenzaron a caminar y a confundirse con los asistentes a esa tan singular reunión. Encontrábanse mezclados los soldados ya mencionados, damas que lucían rimbombantes sombreros adornados con elegantes arreglos de plumas a cuál más proveniente de alguna exótica ave, guantes largos y vestidos que arrastraban varios centímetros por el suelo.
Algunos estaban sentados en cómodos sillones, otros sobre alguna roca que hacían las veces de aparentemente no muy cómodos bancos y otros más sobre sillas de montar otros montados sobre briosos corceles inamovibles tales estatuas.
Vieron una casona toda iluminada de donde salían acompasados acordes ejecutados por un conjunto de cuerdas y que entonaban suaves valses que contrastaban con el bullicio que reinaba en escampado.
Los jarros se convirtieron en elegantes tazas de cristal Bacará que eran ofrecidas sobre bruñidas charolas de plata, llenas de un apetitoso ponche complementado de una porción generosa de un ron de caña que calentaba las entrañas y al poco invitaba a reunirse a la rondinela que danzaba al compás de tres por cuatro en la más pura esencia de la música vienesa.
El piso del salón estaba cubierto de fino y exquisito parquet de finas maderas, seguramente traídas del sur y que formaban un arreglo simétrico que tenía como centro un caprichoso laberinto que relucía bajo un enorme candelabro de cuando menos mil luces.
Las ventanas estaban cubiertas con elegantes cortinas de encaje turco en un tenue color crema pálido, es más, todo era pálido, hasta los rostros de los elegantes danzantes, los sobrios meseros, los integrantes de la orquesta, todos.
Al fondo del salón una elegante escalera con escalones blanquísimo y pulido al espejo mármol de Carrara y que contrastaba con el orfebre trabajo de herrería que conformaban los barandales rematados con pulido pasamano en reluciente caoba.
Era una escalera que invitaba a subir aunque aparentaba no tener fin, Pame y Chellín no resistieron la tentación de subir. Al terminar de recorrer los treinta y tres escalones traspusieron una enorme puerta de madera en dos hojas que se abatieron cual sí estuvieran accionadas por algún mecanismo que entraba en operación al detectar la proximidad de alguna persona, lo que nunca imaginaron es que efectivamente se accionaba pero al detectar el alma, el espíritu, se abatía por esencia no por presencia..
Se vieron reflejados en los esmerilados cristales y fue lo último que notaron de aquella suntuosa casona.
El piso si bien revestido de mármol cambió de blanco a un tono gris muy parecido al “Gris Tepeaca” similar al que distingue las . . .
- ¡Estaciones del Metro!
- ¿El Metro?
- Ni más ni menos, lo conozco bastante bien porque Norsi estuvo al frente de la construcción de tres estaciones del Metro en la Ciudad de México.
Efectivamente estaban en una estación del Metro, sin embargo, no lograban identificarla del todo. Escucharon el ruido característico de un convoy arribando al andén. Los vagones eran de color naranja pero, no estaban en la Ciudad de México. Abordaron un vagón intermedio.
- Busquemos la guía que normalmente está adherida sobre el vano de cada puerta de salida, sí es que se abandona el vagón ya que en caso contrario será puerta de entrada aunque esa guía esta por dentro y no por fuera.
- Pame, Pame, ya párale
Escucharon un aviso ininteligible siendo la última palabra; “Tulleries”.
- ¿Escuchaste?
- Creo que si.
- Oí “Tulleries”
- Yo también.
- Pero . . .
- Si. Tulleries es una estación en París.
- No puede ser
- Pues si, si puede ser, estamos en la “Estación Tulleries” en París. ¡Bajemos!
- Pero . . .
- Ven
Chellín tomó de la mano a Pame, bajaron y se percataron que efectivamente estaban en la estación que escucharon.
Un grupo de unas diez personas que encabezaba un singular personaje vestido de azul y gorra con el logo de Sony se acercó a toda prisa.
- Bon Jour. ¡Que bueno que llegang a tiengpo!. Con usteges el gupo esta complegto.
- ¿?¿Grupo? ¿Cuál Grupo?
- Ah que bgromistas ¿Cuag gupo había de seg?. Pues el gupo paga visitag las Catagumbas.
- ¿Catacumbas?
- ¡Oui! Clago. Este toug sógo se ogganiza una vegz ag año precisamente egste dgía. El Dgía de gos Muegtos
- ¿Día de los Muertos?. Pero eso es el dos de noviembre.
- Pueg si. Hoy es dogs de noviembge. Dgía de gos Muegtos.
- ¿?
- Vamonogs, vamonogs, apugense y no se piegdan. Tomen su gampaga.
- ¿Gampaga?
- Oui, tomen
De un morral sacó dos linternas de pilas que hizo que Pame y Chellín tomara una cada uno.
- Pues, vamos
- Oye.
- Dime
- No había escuchado que hubieran Catacumbas aquí en París.
- Ni yo. Sólo sabía de su red de alcantarillas y de su paseo, lo cual no me llama para nada la atención.
- Ni a mi.
- Pero de catacumbas, nada.
- Y menos de “Catagumbas”
Llegaron en un suspiro a Rue Rivolí y caminando dos cuadras se vieron frente a la Pirámide del Louvre que con su iluminación interior parecía celoso guardián del propio Museo.
Bajaron los cuarenta y dos escalones que cubren el desnivel entre la entrada y el Lobby Principal.
- ¿Y aquí qué buscamos?
- Si. ¿Adónde vamos?
- ¿Por qué bajamos?
- ¿Cómo nos vamos?
- ¿Caminamos?
- ¿Qué es ese ruido?
- ¡Momengto, momengto, song muchas peguntags!
Era la voz del supuestamente guía.
- Nos vamogs a ig fogmangdo como en el cogegio pego si legs pigo que no se sepagen gemasiago ya que se puegen pegdeg.
- ¡Glup!
- ¿Pero es que se han perdido alguna vez?
- Bueno, el agño pasago viniegon dos tugistas mexicanags y aún siguen ge vagaciones
- ¿?
- No las hemogs encongtrago y egso que ya pegamos vogantes en caga escagon de la escagega de la Toge Eiffeg, agsi como tambieng gepagtimos panfletos togos logs gomingos gespuegs de ga misa de guiez en Notre Dame. En las segvilletags de togos gos cafés de Pagís estang sugs fotogs y en el Megtro caga vegz que se sube un vendedog ge discogs pigatas, tambieng lo mengcionan.
- ¿Discos piratas?
- ¿Vendedores en el Metro?
- Creí que eso era un invento logístico del Metro de la Ciudad de México.
- De ninguna manega quegida niña, primego se dgió aquí en Pagís.
- Perdón, ¿Dijo; Dos turistas mexicanas?
- En efegto, aquí taigo un Vogante. Tómenlo habeg sí es que logan veglas.
- Pero, si son Gussy y Auro.
- Con razón hace tanto tiempo que no las vemos. ¿Verdad?
- Aja
Para esto ya habían atravesado varias salas sin haber notado las magnificas colecciones tanto permanentes como las temporales y meno notaron que en los cuadros los personajes cobraban vida y algunos hasta tenían voz.
No salían de su asombro cuando, de pronto la escasa luz artificial cambió por un tenue reflejo propiciado por la natural iluminación lunar. En las salas se transformaron sus paredes por vetustos árboles cuyos follajes se entrelazaban unos a otros formando enramada bóveda.
Pame tomó la mano de Chellín, según ella para darle valor aunque nunca admitiría que era un fiel reflejo incondicionado del miedo que sentía al notar que estaban solos.
- ¿Dónde está todos?
Apretó con más fuerza la mano de Chellín.
- ¡Oye! Me aprietas muy fuerte.
- ¡Fuerte? ¿Ya no te acuerdas cómo nos apretaba Norsi cuando atravesábamos alguna calle?
- Cierto, eso si que era un apretón
- Creo que por eso tenemos mucha fuerza en nuestras manitas.
- ¿Manitas?, Pero sí tu eres capaz de agarrar un balón de básquet con una sola mano.
- Bueno, eso es herencia de mí papá, eso y los brazos largos, largos. Decía Norsi que otro poco y nacíamos Changos.
- Ja, ja, ja.
- Olvídate, porque tratándose de herencias mejor ni menciono mis brazos velludos.
- ¿De qué te quejas?¿Por qué crees que soy tan patona?. ¡Herencia de Gaby y de Norsi!
- ¿Si, verdad?
- Por eso siempre te encargo mis zapatitos gringos.
- ¿Zapatitos?
- ¡Cálmate!¡Chistoso! Mí mamá también le encargaba a tu papá zapatitos.
- Ya me lo imagino probándose zapatillas de tacón alto
- Ja, ja, ja.
- Lo bueno es que siempre mí mamá lo acompañaba y más desde que le preguntaron; ¿Se los envuelvo o se los lleva puestos?.
Sus comentarios se vieron interrumpidos por el destello estrobonscópico del veloz paso de un convoy de vagones color naranja. ¡Otra vez estaban en una estación del Metro!.
Instintivamente lo abordaron. Los pasajeros, aunque no muchos ya que varios asientos estaban disponibles, o sea; vacíos, mostraban un aspecto nada saludable, pálidos, pálidos, como pambazo diría Perita, todos con un rostro inexpresivo, en una postura rígida, todos con vestimenta negra y sin excepción con sombrero de copa los caballeros y de ala ancha las damas y desde luego en color negro, únicamente un pasajero que viajaba en el vagón contiguo dejaba notar sobre el respaldo, una gorra con el logo de Sony.
Instintivamente abandonaron sus asientos y se encaminaron al vagón en referencia. El convoy disminuyó la velocidad hasta quedar totalmente detenido, como detenidos quedaron al escuchar;
- “Próxima Estación, Gaudhí”
- ¿Gaudhí?
- Si, eso oí
- Pero esa estación está en . . . ¡Barcelona!
- Si claro, es que no entiendo
- Pues yo menos
- Falta que mí mamá también esté perdida aquí en Barcelona.
- Pues no he visto ningún panfleto.
Por mera curiosidad bajaron del vagón en que viajaban y se dieron cuenta que era un convoy de ¡ochenta y cuatro vagones!
- No puede ser
- Pues no alcanzo a ver el principio del andén.
- Ni el final. Y mira, todos están pintados de negro.
- Y en lugar de lámparas están iluminados por candeleros de tres velas.
- Y pareciera que no se consumen.
- Pero si que iluminan.
- Cierto.
Caminaron por el andén tenuemente iluminado a excepción de unas vitrinas que estaban separadas unos veinte metros entre si y en las que una casi deslumbrante luz fluorescente amarillenta iluminaba carteles de diferentes tópicos;
 Hoy asiste a nuestra tradicional Velada Bohemia de Día de Muertos
 Te esperamos en nuestro tradicional Baile Anual de Máscaras (No venir disfrazado de Esqueleto).
 Saborea exquisitas “Tapas” y disfruta el Partido “Difuntos” vs “Todos Santos” en nuestras gigantes pantallas de plasma.
 Aprovecha los descuentos; “Viaja en Panteón-Bus”. Sólo uno y dos de noviembre.
 Perdí “Fémur derecho” favor de entregar Cripta M-38.
 ¡”Quiroprácticos”!, ¡Vendo columna vertebral completa!¡Aproveche!¡Magnifico precio!
Uno a uno fueron leídos con atención, más o menos unos ochenta. Al llegar al final sintieron un frío viento que alborotaba la cabellera de Pame y a Chellín casi le arrebataba el suéter.
La más refrescante corriente provenía de un pasillo que tenía un letrero en la parte superior que indicaba;
“SALIDA
CATEDRAL DE LA SAGRADA FAMILIA”
- ¿Vamos?
- ¡Vamos!
- El último dispara un heladito.
Empezaron a correr por la suave rampa ascendente. Por supuesto que Chellín no tardó en tomar la delantera .
- Espera, espera no seas tramposo. ¿No ves que traigo tacones altos?
- Tu y tus zapatillas. Te advertí que no trajeras tacones altos. Anda. ¡Alcánzame!
- No, espera Chellín, espera, Chellín. No corras espera, aún no sabes caminar. Te vas a caer. Espera.
Los dos estaban “Gateando” en la sala de la casa de Chellín en St. Paul, bueno la casa en si es de su papá y de su mamá, pero ahí vivía y ese Día de Halloween recibía la visita de su prima.
Se escuchó el timbre de la puerta que da acceso a la cochera. Eran Alberto, Angelita, Gaby y Sussy que regresaban de comprar los disfraces con os que habrían de salir a “pedir” su “Truco y Broma”. Para Chellín un bonito disfraz de Búho y para Pame un exquisito traje en tonos verdes de Campanita.
- Bueno por este día y porque estamos acá te acepto esto del Halloween, pero allá en México saldremos a “Pedir” nuestra calaverita. ¿De acuerdo?
- De acuerdo
- Y además será la noche del dos de noviembre. ¿De acuerdo?
- De acuerdo
Posterior a una rápida revisión del estado húmedo de sus respectivos pañales, no tuvieron otra opción que aceptar que los vistieran con sus respectivos disfraces y después de una rápida sesión fotográfica, les endilgaron; suéter, chamarra, bufanda, gorro con logo de Sony y guantes, iban a salir y afuera ya se sentía el frío, epílogo del otoño y preámbulo del invierno.
- Pame, Pame.
- Dime
- ¿Dónde estas?
- Abajo de todo esto. ¿Y tu?
- Debajo de todo esto.
En el porche un cierto personaje vestido de azul y gorra con el logo de Sony decía para sus adentros;
- “Estos muchachos. ¿Cuándo entenderán que los estamos protegiendo?
Poco a poco, cual luz de bengala en extinción se fue apagando hasta la luminiscencia de una luciérnaga y se aprestó a seguir a distancia las carreolas en las que iniciaban su vespertina, que no nocturna, aventura, Pame y Chellín:

Otoño del 2007
Datos del Cuento
  • Categoría: Infantiles
  • Media: 5.89
  • Votos: 88
  • Envios: 0
  • Lecturas: 5512
  • Valoración:
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