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¿Locuras o aventuras?

En cualquier ciudad o pueblo existen personas que forman parte de lo pintoresco del lugar. Incluso, son conocidos por casi toda la población. En Guaymas, también los hay. Hace algunos ayeres, cuando formaba parte del equipo de trabajo de una empresa cervecera, conocí a un señor de estos que les hablo. Su nombre, para ser sincero, no lo recuerdo, pero para llamarlo de algún modo, le diremos Manuel. ÉL trabajaba en un depósito expendedor de bebidas embriagantes que estaba situado por la calle 10, casi llegando a la avenida 12. Una vez que terminábamos la labor de entrega, nos gustaba sentarnos a escuchar su muy amena y graciosa plática por lo que encerraba en ella. Debo decir que gozábamos el momento porque a pesar de que él creía que lo contado era verdad, nosotros sabíamos en lo más profundo de nuestro ser, que no era así. Nos platicaba por ejemplo, que en una ocasión, por allá en los años de 1915, fue secuestrada su novia por los apaches norteamericanos en una de sus incursiones a la frontera. Y él como buen caballero, fue al rescate de su amada, no sin antes enfrentrarse a más de 20 apaches salvajes, ante los cuales sucumbió finalmente. Cuando despertó de la inconciencia en que lo sumieron por feroz golpiza, estaba colgado de un árbol, ¿de dónde creen? de los testículos. Pero era tanto su pundonor, que soportó estoicamente el castigo, y los apaches al ver que resistía, le dijeron: ¿La vida o la honra?...¿Y qué pasó, Manuel...? y él sabiendo que le preguntaríamos eso, nos contestaba fríamente: “...Pues que no me ven aquí...” de inmediato los ahí presentes, soltábamos la carcajada. Él sabía que nos gustaba que nos contara ese episodio, porque, sin exagerar, se lo oí más de cien veces, y jamás me enfadó. En otra ocasión...- nos dijo-, iba a toda velocidad por el campo en mi fordcito 53, cuando de repente, se paró el motor. Inmediatamente bajé del carro y me di cuenta que era el carburador. Como no traía herramienta, con las uñas lo desarmé, pero eso no es lo fantástico, sino que como en los alrededores había mucho palo fierro, hice un carburador de ese material. Hubieran visto cómo corría mi Ford a partir de ese momento, un Ferrari era una tortuga frente a mi carrito. Fueron varias las “anécdotas” por así decirlo, las que nos contó el buen amigo Manuel. Cuando salí de ese trabajo, jamás volví a saber de él. Puede que ya haya muerto, porque era una persona mayor. Fueron días fantásticos envuelto en sus amenas pláticas.
Otro amigo que también es muy simpático, es Pepe. Él cuenta sus aventuras jocosas de la vida. Hace unos días, coincidimos en la casa de mi padre, y nos reímos tanto con sus aventuras que me voy a permitir contarles una de ellas.
Dice Pepe que le tocó ir a la guerra del Golfo Pérsico en Kuwait. La famosa Tormenta del Desierto. Y que una vez acabada ésta, no quiso regresar a México sin un recuerdo de esa incursión. Pues bien, dice Pepe, me traje un camello. Como pude4 lo transporte desde allá, y lo traje a Guaymas. En una ocasión, tenía ganas de echarme un traguito y me metí a una cantina, pero para eso, me acompañaba mi fiel camello Clodomiro. Resulta que me emborraché tanto, que duré tres días sin salir de la cantina. Hubieras visto los borrachitos que miraban a Clodomiro: se espantaban creyendo que era un caballo jorobado. A pesar de que no daba lata mi camello, era una bronca para darle agua. Ya sabes que ellos toman mucho agua –me decía Pepe-, y como en la avenida doble cero nunca tenemos, tenía que acarrearle desde tres cuadras abajo seiscientos litros para que saciara su sed. ¡No! Pues eso me agotaba. ¿Te imaginas llenarle para el camello solo, tres tibores de doscientos litros? Era una tortura. Entonces, un día que llegó un circo aquí a Guaymas, pues aproveché y lo ofrecí en venta. –“¿Cuánto quieres por tu camello?- me inquirió el cirquero. Dame unos quinientos pesos, con eso no pago la traída desde Kuwait, pero ya no puedo más con él. Cuando les entregué al pobre camellito, me miraba con sus tristes ojos y sus largas pestañas como diciéndome: ¡ Qué gacho eres, Pepe !
Esa es la historia del único camello que caminó por las calles de Guaymas, pero que al no haber agua para saciar su sed, tuvo que ser “plateado”. ¿Cómo la ven con Manuel y Pepe?
Datos del Cuento
  • Categoría: Cómicos
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Comentarios


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3 comentarios. Página 1 de 1
Mayital
invitado-Mayital 20-10-2004 00:00:00

Paisano, están muy entretenidas las aventuras de Pepe y Manuel. De veras eres de Guaymas? Porque yo soy de Navojoa. Saludos Mayital

Alejandro J. Diaz Valero
invitado-Alejandro J. Diaz Valero 19-05-2004 00:00:00

...El trabajo esta presentado excelentemente señor.Evocar vivencias humorísticas de esos personajes folcloricos no es màs que que un homenaje al humorismo y a las cosas sencillas de la vida. Felicitaciones!

Angel F. Félix
invitado-Angel F. Félix 30-04-2004 00:00:00

Contar por contar, Si el contar se cuenta bien, Es, en el arte de contar, Algo merece un diez. (“¿Locuras o aventuras?”)

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