Todo empezó esa noche, cuando al día siguiente necesitaba entregar un trabajo a primera hora. Estaba ya a punto de terminar, cuando de pronto algo ocurrío y lo que más temía sucedió: la computadora no dío más, digamos que entrego su procesador en manos de san Pedro. "¿Por qué? ¿por qué?" fue lo único que acerté a decir en aquel momento. "¿Qué pasó? ¿por qué grita de esa manera?" Me preguntó mamá, desconociendo por lo que lloraba. Yo desconsolado como un niño, le conté mi trágica historia y ella empezó a reír como una niña pequeña. "¿Por esa pendejada llora? ¡No joda mijo!" Fue lo que me dijo y antes de volverme un tipo de esos sadicos que le pega a la mamá, preferí irme de allí.
No sé por qué pero yo le había cogido cariño a esa computadora. Era mi confidente, amiga y literalmente, mi "paño de lagrimas". Con ella yo había pasado el bachillerato y aunque era un poco anticuada, era mi computadora.
Hay muchos que lloran por la perdida de un perro o la muerte de un loro, ¿por qué yo no podia llorar por la perdida de mi computadora?