Cayendo la noche, aquel miércoles volvió la luz a mi vida. Sólo por unos instantes, sólo por unas horas, volví a ser feliz.
En algún momento del camino nuestras vidas se cruzarón, y volví a nacer entre sus brazos.
Con pocas horas, con cansancio, llenó mi vida de besos y caricias.
Me senté a escucharle, perdida en mis pensamientos, soñando que algún día formaría parte de su rutina.
Hubo un instante en el que me preguntó en que me inspiraba, yo le contesté que en mi vida; ironías del destino, mi vida es él.
Después de cenar algo y escuchar absorta su vida, volvimos al hotel.
En aquella habitación le brindé lo mejor de mí,
volví a ser suya como tantas veces lo fuí.
Gravé mi pasión en su cuerpo, lo hize mio despues de sentir el amor en mi ser; quedé dormida al abrigo de su piel. Aquella noche dormí como hace tiempo que no lo hacía.
Me sentí protegida entre aquellas cuatro paredes, me sentí plena, feliz.
Qué triste es la realidad, aquello que me atrajo a su vida, es un impedimento para él; la edad.
Amaneció un nuevo día,y una nueva despedida.
Cerré la puerta de mi mundo, dejando la luz del baño encendida, queriendo creer que algún día volveríamos.
Le dí un corto beso a quien me robó la vida, pidiendole a Dios que a él como a mí le doliera esta despedida.
Sabiendo que no le podía pedir nada, lo dejé marchar, con la esperanza de algún día recibir todo el amor que deposité en sus manos.