Era una noche de invierno, pero ésta era la más fría que hasta entonces había ocurrido. Oscura estaba mi habitación, ya las luces de la casa se habían apagado, incluso, creo que de todas las casas del pasaje donde vivo. Era bastante tarde, llevaba casi tres noches con insomnio, y con mucho temor, pensaba que tal vez, esta noche podría ser la cuarta. Para esto, al acostarme, prendí una vela, y un incienso. Pero la vela no duró mucho, pues con el viento que se colaba por mi ventana se apagaba. El incienso comenzó a marearme y me obligó a apagarlo, quedando consumido sólo la mitad de él...este es el primer mal presagio de una noche de San Juan. Para aquella noche terrorífica no encontré nada mejor que leer, pero no cualquier cosa, elegí la excerta de cuentos de terror, entre ellos Lovecraft y Alan poe.
Tres de la madrugada, y aún no podía dormirme, ni siquiera la tenue luz de los faroles de la calle lograban alumbrarme el libro –aun cuando la cabecera de mi cama daba hacia la calle- entonces decidí acabarlos y cerrar la cortina. Me quedé mirando el vació de la noche incrustada en mi habitación, a comenzar a imaginarme a seres extraños moviéndose delante de mi, a ver criaturas pequeñas haciendo rondas alrededor de mi cama, en fin...todo esto no me asustaba, sabía que era fruto de mi imaginación.
Comencé a escuchar un ruido que provenía de aquella fría y semi-oscura realidad, al otro lado de la ventana. Eran aterradores ladridos de perros, no como si vieran a algún extraño ladrón...sino como si vieran un extraño ser. Desde lo más lejano, se venían escuchando, como si cada perro le dijera a su vecino lo que ha visto. Los ladridos se acercaban y se hacían cada vez más estruendosos, mi corazón comenzaba a latir más fuerte...esto es el segundo mal presagio.
“la historia, simplemente cuenta que cuando en la noche ladran los perros sin razón, es que andan caballos con el diablo y su bastón”
Intenté sentarme en la cama para estar más atento o acostarme más aun bajo las frazadas para cubrir mi espalda...la noche parecía ponerse más oscura, el viento se volvió de repente más frío, comencé a sentir el terror que provoca Lovecraft y la desesperación de alan poe...el miedo empezó a ser mi YO, los ladridos eran cada vez más descabellados y terroríficos...mi mente ya desvirtuada por lo espantoso y repugnante del ser humano sólo pensaba una cosa: “mirar por la ventana”...que horror, imaginé que si se me presentaba delante de mi la diabólica silueta de la muerte...me siento en la cama, y rápidamente corro la cortina y me la encuentro, como si hubiese estado mirándome hace bastante rato, esperando que yo me decidiera a voltearme...no, sólo me lo imaginaba. Mientras que los perros seguían sin parar ni cansarse de ladrar...ya no aguanté más. La curiosidad de lo oculto y el terror a lo desconocido fue más fuerte, rápidamente descubrí toda la ventana para encontrarme de lleno con aquel o aquella extraña criatura...nada...nada...sólo los faroles casi apagándose, y una fría y desolada calle. Me reí por lo ridículo del asunto, me asusté por sugestión ¡como podía caer tan bajo!...un momento, allá viene alguien –dije-. El pánico volvió rápidamente a mi cuerpo, fue tanto que no pude retroceder y cerrar la cortina, me quedé al descubierto, paralizado como un conejo cuando lo van a cazar...sin embargo, el terror que tenía fue disminuyendo al darme cuenta de que quién venía era una vecina anciana que paseaba a su perro...pero, por qué tan tarde. Ella solía pasearlo como a las diez de la noche antes de que muriera de un infarto luego de ver a su perro atrozmente atropellado.