Fui con mi lápiz y papel, deseaba apuntar todo lo que el sabio escritor diría en la conferencia anunciada para este importante día... Yo llegué por lo menos con dos horas de anticipación. Busqué la silla que estaba mas adelante y me senté a esperar. Lentamente el auditorio principal se llenaba de todo tipo de personas que, al igual que yo, estaba con papeles y lapiceros, con los rostros ansiosos de ver lo que este importante escritor tenía que decir...
Cuando la sala estuvo al tope, se hizo presente un silencio que hizo sentirme como si fuera a llegar el Mesías... De pronto, todos en la sala se pararon, y empezaron a aplaudir al gran escritor que con los ojos puestos en no se sabe qué, pasó por nuestro lado sin dejar una sola sonrisa y subió al tablado en donde estaban tres sillas y una gran mesa con tres nombres de escritores ilustres...
Apenas se sentó el personaje, entraron dos mujeres de mas de sesenta años que, se sentaron al lado del escritor. Le miraron de una manera extraña, como si fueran sus extremidades y se sentaron sin dejar de mirarlo.
El personaje cogió un micro y empezó a hablar acerca de lo que significaba escribir, leer, estudiar, el esfuerzo por luchar por razones no lucrativas, lo importante que es tener un gran ideal que, para él, sería, el que cada persona tuviera un libro día y noche en los ojos, de tal manera de erradicar toda la ignorancia que ahogaba toda nuestra civilización... Luego de perorar por más de una hora, el sabio, dio por terminada su presentación, no sin antes ofrecer sus libros a la venta en una de las editoriales que estaban a la salida de la sala de eventos.
No sé por qué no pude escribir nada de lo que dijo, pero si vi que todas las demás personas no dejaban de anotar y anotar las cosas que dijo este señor... Hasta me pidieron papel pues el que tenían estaba repleto de garabatos... Ya estaba por irme, es mas, ya estaba afuera de la sala cuando observé que una hermosa chica entraba como una poseída, con un libro y un lápiz, buscando un autógrafo del importante escritor. La observé sumergiéndose a través de las olas humanas que contorneaban al personaje principal, y noté que no era la única, que llegaban más y más chicas, por los menos, una treintena de preciosas muchachas con un libro del autor y un lapicero…
De pronto, sentí dentro de mí como unos demonios que me gritaban y gritaban que fuera donde el importante escritor para que me diera un autógrafo sobre una de las cosas que más amaba en el mundo: mi cuadernillo azul, que era el lugar en donde escribía todos mis sentimientos. Sonreí por estos impulsos y, como una pluma, me dejé arrastrar por ellos. Y cuando estuve frente a frente al escritor, luego de haber navegado sobre el mar de personas, papeles y lapiceros, le dije: “¿Un autógrafo?”... Mientras le extendía mi cuadernillo azul junto a un lapicero.
El tipo me miró, y arrugando la frente, como esos perros a punto de morderme, me respondió, “¿Qué?... ¿¡Una firma!?". Asentí, y me sentí como un Judas, profanando la Santa Cena. Me quitó la vista como si yo apestara y, como si se tirara un pedo, cogió mi cuadernillo y puso un garabato, luego, lo dejó sobre la mesa, y sin mirarme, continuó sonriendo y conversando y firmando con las bellas chicas que estaban a su alrededor...
Mientras regresaba hacia mi casa mi cuerpo parecía querer explotar de rabia y vergüenza, pero, continué caminando hasta llegar a mi casa, abrir mi cuadernillo y arrancar la hoja autografiada por el importante escritor, y luego, echarla a la basura. Todo eso hice, pero, no pude olvidar todas las cosas que este señor repitió y repitió cerca de cien veces acerca de lo importante que era leer para el ser humano, que eso arrebataría a las masas de las garras de la ignorancia y del saber. Sin embargo, sentí que en la ignorancia había una especie de claro de luna cuando apreciábamos la existencia sin los lentes de las ideas y sin la sabiduría de cualquier importante escritor... Sonreí de aquello, y continué escribiendo sobre mi querido cuadernillo azul, sintiendo que no hay mejor escritor que aquel que se encuentra en sus propias letras...
San Isidro, Julio del 2005