Manu, Susana, Eva y Pablo están hablando antes de entrar al colegio. - ¡Venga! ¡Cuéntame una aventura! – pide Pablo. -Ahora no tengo ganas –dice Manu. - ¡Sí! ¡Sí! ¡Que nos lo pasaremos bien! – dice Eva animándose. -¿Quién empieza? – pregunta Susana. - ¡Qué empiece Manu! – dice Pablo. He dicho que ahora no tengo ganas de contar nada – responde Manu. -Explica cualquier cosa, venga – insiste Susana -todos vamos a contar una aventura. Manu comprende que no puede negarse a lo que le están pidiéndose a sus amigos y se queda pensativo unos instantes. Finalmente, empieza: -Nosotros íbamos en una diligencia de las de cowboys y los indios nos atacaban. -¿Y qué pasaba? – pregunta Pablo, que ya está interesado. - No pasaba nada – responde Manu. - Porque nuestros caballos corrían mas que los suyos – explica Manu. -¿Y ya está? – pregunta Susana. - Si. - Pues no me ha gustado mucho –se lamenta Eva. - Me da igual –dice Manu-. Ya os he dicho que no tenía ganas de contar nada. - Venga, ahora yo –anuncia Susana-. Una vez íbamos en un barco y nos perdíamos por el mar, y por fin llegábamos a una isla… - ¿Yo también iba? – interrumpe Pablo - No, sólo estábamos Manu, Eva y yo – dice Susana - ¿Y por qué yo no iba? - Bueno, está bien, tú también estabas en el barco. Pablo sonríe y pregunta: -¿Y qué pasaba? -Pues que al llegar a la isla nos dábamos cuenta de que era Mallorca, y entonces nos comprábamos muchas ensaimadas y nos las comíamos; estaban muy buenas y nos gustaban mucho. Y ya está. -¿Ya está? – pregunta Eva. - Sí - Pues ahora me toca a mí – comienza Eva-. Una vez íbamos nosotros cuatro en un cohete de esos que van por el espacio y llegábamos a un planeta. -¿Cómo en aquella película de las galaxias? –pregunta Manu. - Sí. - ¡Qué divertido! –dice Pablo. ¿Qué más? ¿Qué más? - Cuando llegábamos al planeta, encontrábamos a unos animales muy extraños que tenían un cuello tan largo como el de tres jirafas. Y tenían unas alas como las de los murciélagos, pero mucho más grandes, y sacaban fuego por las orejas… -Por las orejas no puede ser –dijo Manu-, será por la boca. - ¿Por qué por la boca? – dice Susana. - Porque sí, porque en los cuentos sacan fuego por la boca y no por las orejas –insiste Manu. -Pues estos animales eran tan extraños que sacaban fuego por las orejas y no por la boca – replica la niña-. Y les llamaban “orejas calientes” porque sacaban fuego por las orejas. Todos ríen cuando oyen el nombre que se acaba de inventar la niña. Continúa explicando: -Y en este planeta había unos hombres muy malos. Nosotros nos peleábamos, les ganábamos y a mí me hacían la reina del planeta. Y entonces, como yo mandaba, a Manu le hacían alcalde del planeta y a Susana, ministra del planeta. - ¿Y a mí que me hacías? – reclama Pablo. - A ti, como eres mi hermano, te hacía hermano de la reina, que es una cosa muy importante. - ¿Y ya está? – dijo Susana. - Sí ¿Os ha gustado? – preguntó Eva. - Sí – contestó Pablo -. Ahora me toca a mí. - Que no sea de Tarzán, ¿eh, Pablo? –le advirtió su hermana Pablo se quedó cortado. Al cabo de unos instantes dijo: -¿Por qué no puede ser de Tarzán? - Porque solo cuentas historias de Tarzán –contestó Eva-. Has de contar otras cosas. Por unos momentos, Pablo volvió a quedarse en silencio, como si estuviera cavilando algo muy importante, y de pronto les soltó casi sin respirar: -Pues una vez en una selva con muchos elefantes… -¿Había un hombre que saltaba por los árboles, y que gritaba y los elefantes le obedecían? -Sí. -¿Y tenía una mona muy inteligente? – continuó su hermana. -Sí. -¿Y él se llamaba Tarzán? –preguntó de nuevo la niña. -No, no era Tarzán –dejó claro Pablo. -¿Ah, no? ¿Pues, quien era? –dijo con enfado la niña -Uno que se le parecía mucho, pero que no era Tarzán –contestó Pablo muy convencido -¡Es inútil! ¡No hay manera! –exclamó Eva llevándose las manos a la cabeza.