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¿mañana te cuento?

tenía que hacer la tarea pero no había comprado los libros. llamé a una amiga y le pregunté si había hecho la tarea. dijo que sí. ¡préstamela!, se la pedí. no, respondió. ¿por qué?. porque no, respondió. luego, colgó. no supe qué hacer y seguí llamando a mas amigas, pero todas respondían lo mismo; por eso, me senté frente a la página en blanco y me puse a escribir todo aquello cuanto me ocurría. escribí acerca de un perro que se llena de pelos color dorado, y en su cola le salen como hilos largos y duros como el acero, como oro. también puse algo acerca de mis padres que no querían a mi perro, y en contra mi voluntad lo llevaron lejos de mi vida. lloré mucho al ver esto, pero ni aún así mis padres se pusieron tristes. decidí escaparme de casa en busca de mi perro de color dorado y cola con hilos de oro. vi a una vieja llena de basura en todas sus ropas, parecía una botella de plástico andante. ¿adónde va?, pregunté. en busca del perro de oro, respondió. le seguí y vi que llegaba a un pueblo lleno de botellas que hablaban y caminaban. entré y saludé a cada botella. ellos respondieron e hicieron preguntas entre ellos. ¿qué busca?. les dije que buscaba mi perro de oro. todos se rieron tanto que botaron todo cuanto tenían dentro de ellos, haciendo una especie de lago de colores frescos y con olor a licor. me dio asco y seguí mi camino. no lejos de allí vi a un viejo árbol que tenía unos ojos muy tristes y unas manos de madera, delgadas y llenas de musgo. le pregunté por mi perro, y este me dijo que estaba en su casa. ¿dónde es su casa?, pregunté. el árbol me dijo que tenía que esperar hasta que amaneciera. ya, respondí y me puse a esperar en su regazo. el día llegó pero yo seguí durmiendo cuando unas de las ramas del viejo árbol me despertó, haciéndome cosquillas en los brazos. abrí los ojos y los cerré porque la luz del Sol me lo impedían. allí, allí está, dijo el viejo árbol, señalando hacia el Sol. no supe qué hacer y con una hoja gigante del árbol caminé en torno a su sombra por los rayos del Sol. cuando llegué a una encalada, me detuve y le pregunté al Sol, de reojo, si había visto a mi perro. sí, respondió. ¿puedes llamarlo?, volví a preguntar. sí, dijo. de pronto vi una sombra con forma de perro, acercándose hacia mí. y cuando estaba casi a mi lado le llamé por su nombre, este ladró y supe que venía a mi lado. dejé la hoja gigante del árbol y me di la vuelta, pero, no pude ver mas que luces y luces, solamente luces y un ladrido a lo lejos que se perdía con el sonido de las hojas y el vuelo de las aves y el viento del cielo. cerré los ojos y no supe qué hacer, y, cuando los volví a abrir, estaba en la puerta de casa, sentada con mi perro dorado y su cola de oro. lo acaricié y le pedí que no se fuera nunca mas de mi lado. está bien, dijo el perro ante dos sombras gigantescas a nuestras espaldas, que no eran mas que mis dos padres. les miré y no pude ver sus caras. brillaban como el Sol, como luces y luces en donde sólo podía escuchar como un eco de sus voces saliendo por el abismo de sus vidas. terminé de escribir la historia y la dejé en mi cartera, como si fuera mi trabajo del día de colegio. toda la noche soñé, pensando en la profesora y en los brillantes pelos de mi imaginario perro dorado.


san isidro, marzo del 2008
Datos del Cuento
  • Autor: joe
  • Código: 19702
  • Fecha: 15-03-2008
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 5.92
  • Votos: 143
  • Envios: 0
  • Lecturas: 3091
  • Valoración:
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