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Categoría: Hechos Reales

A modo de cuento

Había una vez un hombre bueno, trabajador si los hubo y honrado hasta la exageración. Comenzó su andadura de probo comerciante desde su más tierna infancia, pues apenas contaba doce años cuando confeccionaba figuras y las vendía en la vía pública.
Su padre le instaba para que entrase en la Compañía donde ostentaba el cargo de cajero, a fin de asegurarle un porvenir, pero él prefirió cursar estudios de relojería en la Escuela de Trabajo para luego independizarse.
Acabada su preparación, tanto técnica como profesional, montó su negocio, que paulatinamente y a contar de los años fue adquiriendo gran prestigio y solvencia, llegando a alcanzar uno de los primeros puestos en el ranking de la relojería española.
No bien alcanzó en su vida una cierta holgura económica contrajo matrimonio, de cuya unión nacieron tres hijos varones, que con gran contento por su parte han entrado a formar parte del negocio, constituyéndose en sociedad anónima.
Mientras fue dueño único del negocio, se autofinanció. Seguía la norma de la antigua escuela de comerciantes, que tan bien la caracteriza la frase catalana: 'mai estires més la maniga que el bras', nunca estires más la manga que el brazo. Que aplicado a la acción crematística cabe interpretarlo como que no gastes más de lo que tienes.
La edad, inexorable, trajo consigo alguna dolencia, que le hizo recapacitar sobre la conveniencia de dejar la dirección del negocio en manos de sus hijos, designando al mayor de ellos para que ejerciera la gerencia.
La nueva sabia inyectada en el negocio trajo consigo un desarrollo inusitado del mismo. Pero para nutrir ese aumento ya no servía la fórmula de valerse por sus propios medios, sino que precisaba de la cooperación bancaria. Y el negocio llegó a expandirse no tan sólo en el ramo de la relojería, si que también en el inmobiliario, llegando a constituir una nueva sociedad para que aglutinara esta nueva faceta económica.
Parejo al transcurrir del tiempo las industrias, el comercio y la propia actividad personal sufren una metamorfosis constante. De la unidad se ha pasado a la multiplicidad. Los países mismos, como tales, se achican y prácticamente desaparecen, absorbidos por su unión en supraterritorio que se agrupa en unidad de servicios, moneda y hasta de gobierno en determinados aspectos de su régimen administrativo. Internet introduce nuevas formas en el trato comercial. Y aquellas cerradas fronteras, sujetas a penosos y gravosos tramites arancelarios, desaparecen derrumbadas por las ondas hercianas que cubren todo el ámbito del globo terráqueo a través de la comunicación por satélite.
Y nuestro hombre de la historia, que recobró la salud, pero no ha sabido captar los nuevos modos comerciales, al acudir al despacho para prestar ayuda a sus hijos, que son los que ahora lo regentan, se trastoca y amilana al observar que sus métodos comerciales tan arraigados de no aventurarse jamás en negocios que sobrepasaran de sus capacidades económicas, han sido por completo desterrados, al punto que los créditos que ahora existen casi sobrepasan el valor efectivo de todo el negocio.
Desesperado ve que el negocio creado por él con tanto esfuerzo y dedicación, ahora no puede recuperarlo, porque sus hijos entienden que él ya está caduco y fuera de órbita, y no se lo devuelven. Y con harto desespero, piensa en aquél otro refrán catalán: los padres lo crean y los hijos lo desbaratan.
Pero yo, que lo veo todo desde la barrera, sé que mi probo, hacendoso y buen amigo relojero se ofusca sin razón y por culpa de su inepcia para asimilar los nuevos métodos de vida que en tan escaso tiempo han introducido los inventos que surgen a ritmo acelerado. Y como conozco a los hijos que, por el contrario, han nacido con esos inventos y métodos, sé que llevarán a buen puerto el magnifico complejo comercial que han sabido expandir desde el doméstico taller de relojería que montó su padre hace más de cincuenta años.
Y así se lo ratifico a mi buen amigo relojero, una y otra vez, en esas periódicas comidas que desde hace más de veinticinco años celebramos cada miércoles.
Datos del Cuento
  • Categoría: Hechos Reales
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2 comentarios. Página 1 de 1
Pilar G. Cuadros
invitado-Pilar G. Cuadros 17-07-2003 00:00:00

Bien puedo decir que le presto a tus relatos ese "arte" de leer entre líneas, y paso a paso voy descubriendo el espirítu de la letra... Muy bueno. Besos.

Angel L. Blanco
invitado-Angel L. Blanco 17-05-2003 00:00:00

El relato que has narrado es realmente sobre un amigo o es autobiografico? Sea como sea es un relato excelente, aunque me pierdo a veces con el vocabulario (me parece que tendre que leer mas para ampliar el mio). un fuerte abrazo Angel

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