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Categoría: Hechos Reales

A propósito de una llanta reventada

Los profesores no ganamos mucho dinero.

Generalmente descendemos de ciudadanos de a pie y nuestro vehículos no gozan de cabal salud.

Por eso, cuando en un carril de alta circulación, una llanta truena y se vuelve pedazos, lo segundo que se nos viene a la mente es de cómo vamos a desestabilizar nuestro presupuesto quincenal para curar el imprevisto.

Porque lo primero que pensamos es cómo controlar el carro, luego sacarlo hacia una lateral más lenta, encender las intermitentes, estacionarlo entre rechinidos, todo ello sin ocasionar un accidente por alcance.

Cuando nos sucedió, con buena fortuna resolvimos el pensamiento inicial; lo segundo fue un poco más complicado, pero después de dos días una nueva llanta de medio uso hizo recuperar hasta ahora la estabilidad mecánica del automóvil y tambalear una semana la estabilidad financiera de la familia.

A no ser por una infortunada coincidencia, este acontecimiento hubiera quedado refundido en alguna hondonada de lo cotidiano.

Hago este paréntesis para comentar que mi mujer y yo, nos deprimimos una tarde porque este pequeño accidente aunado con otros de igual tamaño nos arañó muy pronto los límites de la paciencia, cuyo caudal tampoco es como para presumir…

Años atrás, unos ingenieros de la Comisión Federal de Electricidad, después de consultar el manual operativo y apegados a los estándares de mediciones determinaron que en un lugar junto a una roca gris se colocaría un poste metálico; uno de los miles que sostienen los cables de alta tensión que alimentan a la ciudad.

Tiempo después, la carretera periférica de la capital se construyó pasando a cinco metros del mencionado poste, luego hace unos días una balata se desprendió del sistema de frenos defectuoso de un autobús.

Ayer, una vagoneta con seis ocupantes; al circular por la parte referida, pisó la balata; esto hizo que tronara la llanta delantera; el conductor no alcanzó a encender las luces intermitentes mucho menos a controlar el volante; se salió el vehículo de la carretera y fue a estrellarse contra el poste y a su vez reventó los cables de alta tensión, los cuales cayeron sobre el automóvil; este se incendió inmediatamente, pereciendo carbonizados sus ocupantes, con excepción de un joven que salió despedido atravesando el parabrisas y ahora convalece gravemente en el hospital central.

Pobres papás de estos muchachos.

Y nosotros preocupándonos por una triste llanta.

La vida está llena de coincidencias que se embonan perfectamente en el momento preciso para darnos el momento fatal o la alegría inesperada; el accidente terrible o el susto pasajero.

La fortuna o la desventura de estos asuntos, en su mayor parte están fuera de nuestro alcance y cuando suceden, muy poco podemos hacer por evitarlas.

Vivimos preocupándonos por cosas triviales, deprimiéndonos por lo que no tenemos y se nos nubla la visión para poder darnos cuenta de los que poseemos.

Afortunadamente la mayoría de los cataclismos que nos vaticinamos nunca suceden y sin embargo por cada cosa negativa que enfrentamos nos pasan diez positivas, sin hacer tampoco grandes esfuerzos para que sucedan.

No nos queda mas que cruzar sin miedo nuestro tiempo. Obligarnos a ser felices y a hacer felices a aquellos con los que nos ha tocado coincidir, a propósito de las coincidencias buenas y malas de la vida y a propósito de una llanta reventada.
Datos del Cuento
  • Autor: LAURO
  • Código: 9322
  • Fecha: 02-06-2004
  • Categoría: Hechos Reales
  • Media: 6.07
  • Votos: 46
  • Envios: 0
  • Lecturas: 9224
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