Llegué hace más de tres años a trabajar en un pueblo pequeño de la llamada Andalucía profunda. Las circunstancias me obligaban a vivir solo, no estoy casado y me he acostumbrado a la soledad. La casa en la que vivo se encuentra al lado de la iglesia del pueblo y es sabido que justo aquí se encontraba el cementerio parroquial que después fue trasladado a las afueras. Tal vez ese era el motivo por el que yo escuchaba a menudo golpes. A distintas horas del día: algunas veces por la mañana, otras veces por la tarde, de noche, de madrugada. Siempre lo mismo, cinco golpes seguidos en una puerta de hierro o algo parecido. Hay que decir que no hay vecinos cerca de aquí, porque de ser así todo tendría una explicación evidente. La casa está completamente aislada, al lado de la iglesia. Con el tiempo he llegado a acostumbrarme a convivir con esos extraños golpes y cada día busco una teoría nueva para descartar que se trate de los espíritus de los muertos que habían estado enterrados debajo de mi casa.
Mi hermana estaba estudiando en la universidad y tuvo necesidad de hacer un trabajo. Ella aun no tenía ordenador y vino a mi casa para usar el mío, se quedó varios días y entonces fuimos testigos de un hecho espeluznante.
En el otro lado de la iglesia existe una casa abandonada. Mi casa limita con ella por detrás y he podido ver el patio lleno de matorrales y arbustos porque hace mucho tiempo que allí no ha vivido nadie. Mi hermana había salido a tomar el aire y vino corriendo a llamarme para que escuchara lo mismo que ella los gritos, de alguien desesperado, que salían de aquella casa. Intenté pensar qué explicación podía tener aquello, ella también. Era evidente que la casa llevaba muchos años cerrada, era evidente que allí no había nadie. Se oían gritos de forma seguida, eran lamentos de alguien que sufre mucho, eran gritos de desesperación. Yo me rendí ante la evidencia le dije:
- Justo aquí debajo había estado el cementerio antiguo.
Los dos nos quedamos sin palabras.
Aun así, no me quedé conforme, creía que tenía que existir una explicacíón lógica y pregunté a unos vecinos si por casualidad alguien venía alguna vez a esa casa. Esto fue lo que me dijeron:
- ¿Es que no sabe usted lo que pasó en esa casa?
- Pues no. - Contesté.
- De ahí sacaron a todos los que llevaron a fusilar después de la guerra. Cuentan las personas mayores que los torturaban cruelmente y que se oían en todo el pueblo los gritos de aquellos desgraciados. Por eso lleva tantos años cerrada. Hace muchos años que nadie ha querido entrar allí.
Desde entonces rezo todos los días por aquellos que murieron de forma tan injusta y pido a Dios que no permita que nunca los eche en el olvido.