Un ángel le susurró que hoy, siete de julio, era su día mientras leía la hípica en el diario. Siete minutos demoró en llegar al Hipódromo. Hizo fila, coincidentemente, en la ventanilla siete contando sus ahorros de siete años. Elevó la mirada al cielo y, sin pensarlo, jugó todo, todo al caballo siete de la carrera siete. Como cábala se sentó en la butaca siete. Fueron setenta y siete de segundos de muda ilusión, interrumpidos por siete chasquidos y otros siete agónicos gritos al ver que su apuesta finasangre cruzaba la meta en séptimo lugar.
Jajaja, muy buen hiperbreve. Especial para este formato, y mejor aún para persuadir a los jugadores, que siempre terminan perdiendo.