Todo el cansancio de los tiempos me aplastó y volví a cerrar los ojos.
Estaba acostada, sola, en una sala de terapia en penumbras. Cronos había huido, había perdido la noción del tiempo. Hacía años, o días que yacía allí.
Era el recodo de una gruta, recordé una ciudad y un mar cercano, el susurro de las aguas mezclados con voces apagadas de la gente, que seguramente habitaba la ciudad. En la ciudad estaba el bullicio, la gente que iba y venía ,se movía...yo no podía ingresar a la ciudad no me podía mover ni decidir, era un objeto que habían depositado en una cama ortopédica. Tampoco podía gozar del espectáculo del mar y sus rompientes... ni de los últimos rayos del sol pintando con colores mágicos, trasuntando maravillosa paz. No podía llegar a ese estado, me sentía fuera de tiempo, en ese presente que no me gustaba.
Buscaba con desesperación en mis recuerdos imprecisos, solo tenía conciencia de una gruta, una ciudad y un mar.
Quería saber que seguía después, pero todo se repetía con los mismos tonos, los mismos sonidos, las mismas imágenes.
Se movían ratas blancas, que habían degenerado su especie, perversas y crueles la mayoría. Ratas pardas, buenas y serviciales, traían comida, pero no podían hacer demasiado.
Un lobo marino recorría la gruta dos veces por día, con una corte de pequeños peces y estrellas de mar. Era sabio, pero también malhumorado y antojadizo, todos s inclinaban a su paso Había distintos pájaros de vida, el que llegaba a mi cama, era un hermoso pájaro azul, me visitaba mañana y tarde y otros pájaros pequeños que iban aprendiendo sus vuelos. Ellos traían vida, alivio, consuelo, contención, llegué a amarlos.
Con grandes esfuerzos trataba de avanzar, pero era inútil. La gruta era intrincada y tortuosa, no se podía predecir como continuaba el camino.
Yo seguía amarrada a la cama, pidiendo al Hacedor de días que concluyera la historia.
Fijé mi atención en una luz que se proyectaba en la pared.
No quería vivir lo que seguía. A veces en el universo, los hechos son matemáticos y se repiten. Registré”Padre, si es posible que pase de mi este cáliz”. Era exactamente lo que sentía , y continuó, “Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Ahí estaba, Faltaba la aceptación.
Ese era el antecedente, el del hombre más grande del mundo, solamente en su condición humana, aceptando sufrir lo que no quería
De todos los rincones se elevaban voces, aceptar, aceptar. Había que pasarlo. No luché mas, resistir significaba ser destruido. Fijé mi mente en la luz que se proyectaba en la pared y dejé que la vida fluyera, que me llevara sin miedo hacia lo desconocido, aunque cada minuto fuera ir develando un misterio. No estaba allí por casualidad, alguien me había cargado en sus brazos. Sentía que fluía como el agua, adaptándome al camino.
Un día los pájaros azules me acompañaron hasta la puerta de la gruta y pude volver a mi casa. Aunque débil estaba muy contenta. Agradecí a Dios y a los maravillosos pájaros de vida y empecé mi danza circular.