Conozco bien tus maneras. Sé que prefieres la realidad y no mis raras fantasías. Lo sé porque vivimos juntos hace ya veinte años y ha sido más difícil entenderme a mí que a tú sabía presencia. Por eso elegí escribir en el idioma que tu consideras poco ortodoxo, pues crees que un hombre esta obligado a decir las cosas a la cara, sin miedo y si es posible con chispazos de saliva.
Escribo esto y puedo imaginar los pliegues en tu rostro además de tu fuerte voz diciendo: “Estás loco, como se te ocurre semejante idea. Te vas a morir de hambre” y tal vez, como muchas veces, tengas razón Papá pero al menos viviré delgado de felicidad.
Sé que soy el peor ejemplo, la oveja negra si quieres, el árbol torcido, tu vergüenza en las reuniones familiares. Lamento que pasarás tantos malos ratos cuando todos hablan de lo maravillosos que son sus hijos perfectos y cuando a tu turno debas cambiar el tema inventando alguna excusa, como ir al baño por ejemplo. Aparentas estar tranquilo pero muy dentro de ti me aborreces y no lo dices y jamás me lo dirá porque de una forma excepcional me quieres demasiado para lastimar mi magra alma que ya bastante carga tiene que soportar.
No te culpo por ser quién soy cuando es todo lo contrarío: gracias a ti soy la singular persona que ahora escribe con una fe esperanzada en mover alguna montaña para encontrar a una despistada editorial que pueda hacerme el favor de publicar la novela que cada cierto tiempo le cambio el final. Perdón Papá me desviaba, tú ya sabes que soy un distraído, porque mientras me puedes estar hablando sobre lo jodida que está situación, el último penal errado de nuestra selección, lo rara que es una Mangosta o la nueva metida de pata de nuestro honradísimo Señor Presidente; yo estoy en Hercolubus, conversando con la musa o pensando en el próximo desastre que escribiré. Y así y por distraído jamás fui bueno en Matemáticas las detesto Papá, tanto, como tú mis errores y si deseas una buena explicación del porque no fui Ingeniero, ahí la tienes. Nunca ganaré un sueldo extraordinario y tampoco conduciré un auto de moda pero te demostraré que sin planos y sólo con la ayuda del corazón podré construir mi destino.
Siento decepcionarte una vez más y también supongo que ya no debe sorprenderte mis dudas, pero yo no puedo ser tan perfecto como nadie, yo sólo puedo ser tu hijo. Aquel que te contaba historias fantasiosa sobre su día, el que escuchaba la radio a todo volumen o el mismo que gritaba hasta el cansancio tu nombre porque había tenido otra pesadilla.
Es verdad que los dos hemos cambiado pero no puedo adivinar quién lo hizo más. Ahora puedo hablarte de “Tú” pues el “Usted” lo dejé el baúl de horribles recuerdos, es como si hoy estuviéramos del mismo tamaño (aunque en realidad Viejo, ya te supere por varios centímetros). Siento que ahora pueda confesar secretos que me atormentaban y puede acertar si digo que he aprendido a perdonarte, aunque jamás sepa bien de que. Si tú fuiste mi héroe durante más de una decena de años y mientras yo me perdía, tu empecinado me buscabas cuando yo ni sabía donde estaba. Ahora es menos doloroso mirar atrás, yo expulse al idiota ese que me impulsaba a tomar direcciones equivocadas y tú has aprendido a ser más flexibles respecto a tus actos y por eso o por mucho más me atreví a escribirte y sospechar que si entenderás cuando confiese que la Universidad es cosa de locos pero no cosa mía.
Atención que no renunció a la sabiduría pues sospecho que la vida me dará más lecciones y no quiero un cartón que sólo sirva para adornar mi estudio o para sentarme cómodamente sobre él. No tengo porque seguir las reglas que otros crearon para ellos. No soy distinto porque quiero sino porque mi naturaleza esta alejada de números y materias que no entiendo, no puedo ser igual a ti Papá, perdón por eso y por todo aquello que no supe comprender, pero ahora soy dueño del resto que me queda de existencia y no puedo ya huir de mi sueño que despertó mientras todos dormían o fingían hacerlo.
La cama destendida y las botellas de cerveza vacías me hacer recordar cuanto he crecido y no puedo escribir más Papá. Sé que ni siquiera me parezco al prototipo de hombre con éxito que imaginaste para mí y aunque tu me consideres un fracasado, yo prefiero hacer gloriosa mi derrota y perdón por contradecirte una vez más pero en la imaginación algo me dice que si entenderás.