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~Cuando los clientes del Dr. Burgos entraban a la oficina podían observar una docena de empleados en un lujoso e iluminado local. Todo daba la sensación de estar en su lugar y eso transmitía confianza para quien recién llegaba.
En el momento que Burgos salía de su oficina para retirarse a su domicilio pudo corroborar que esa noche algunos de sus empleados se reunirían para pasar un rato agradable.
- ¿Néstor, Omar, queda firme lo de esta noche, si? – dijo Álvaro.
Los dos confirmaron la propuesta con deditos hacia arriba.
Los primeros viernes de cada mes, después de haber cobrado sus respectivos sueldos, se reunían alternativamente en la casa de cada uno para disfrutar de unas horas conversando con un whisky, una picada y un asado a las brasas. Se sentían realmente cómodos compartiendo esas horas.
Esa noche el primero en llegar fue Néstor.
-Que milagro gordo, vos llegando primero- dijo Álvaro.
-Y bueno, esta es la casa del jefe, no puedo andar jodiendo y llegar siempre tarde acá también- dijo Néstor- haciendo gestos y moviendo su cuerpo hacia un lado y hacia otro con los brazos abiertos.
-Dale dale, pasa y servíte un trago. El hielo esta en el freezer y el jarabe arriba de la mesa.
Mientras Néstor se servia su trago Álvaro le gritaba desde el parrillero que le alcanzara el vaso para conversar mientras esperaban a Omar.
-Che, gordo, en poco tiempo vamos a tener uno menos si Omar se casa. Y no creo que al principio al menos, la flaca Sofía lo deje venir. ¿a quién tenés en mente para agregar a la reunión?
-No – contestó Néstor – la verdad que no había pensado en eso. Después de todo todavía faltan unos meses y por otro lado no creo que el pelado deje de venir.
Luego de un segundo continuo:
-Además, a quien vas a agregar? A las mujeres imposible.
-Yo, a más de una, te juro que la invitaría. Seguro que seria más divertido que con ustedes dos…- dijo con una sonrisa burlona.
-Sin darle importancia al comentario Néstor continuó:
-Fernando,”el cabeza” y ”el enano” están casados hace rato y hasta con hijos; no cuentes con ellos. Además, yo que sé, no se si sirven para esto. Jorge es alcahuete del gerente, y los otros tienen sus picadas ya armadas. No se; ahora no se me ocurre ninguno. Todavía con la contra que Aldo, que resultó ser buen tipo y viene casi siempre, es callado y poco participativo.
-Menos mal que no habías pensado en eso – comento Álvaro mientras volvían hacia el living – le hiciste una radiografía a todos y casi me convences que pronto vamos a ser tres y sin remedio. Respecto a Aldo, coincido contigo.
En ese momento sonó el timbre.
-Pasá, esta abierto! – grito Álvaro-
-Se jodió la noche – dijo Néstor – llego el cazador casado.
-No empieces gordo, dejame llegar, además sabés bien que me caso porque quiero.
-Si, claro, como todos. Es solo un poco menos de libertad. Después terminan separados, divorciados y lo que es peor con retención en el sueldo ordenada por un juez.
-La verdad – dijo Álvaro – no te vamos a ocultar que estábamos hablando de vos.
Nos preguntábamos si vas a seguir viniendo a estas tenidas después que te cases y estábamos tratando de encontrar un suplente.
-No sé – comentó dudando - yo voy a querer seguir viniendo, pero, tienen que entender que no va a ser igual y es probable que al principio no venga. Para colmo, Sofía no tiene reuniones de este tipo con las amigas de ella porque son todas casadas. Así que lo más probable es que me tenga que reunir con otros matrimonios. Las cosas cambian, che, ¿que puedo hacer?
Después de todo- dijo con nostalgia- alguna escapada me voy a inventar.
- Álvaro, – comentó Néstor – como dijiste, somos tres y sin remedio.
- Che, ¿vieron que parece que ascienden a Jorge? - comentó Álvaro con clara intención de cambiar de tema.
¡La puta que lo parió! – dijo Néstor - alcahuete de mierda.
Jorge era de esos empleados administrativos que no se hacen querer y sabio en usar las habilidades de los demás en provecho propio. De gran memoria, registraba todo lo que veía y leía. Y como decía Néstor era realmente un gran alcahuete.
Que tipo que no sirve para nada – continuo Omar – pura pinta, siempre con pilchas nuevas y relojeando lo que hacen los demás para alcahuetearle a… !!El Doctor
Germán Burgos, el gran benefactor!! que siempre beneficia a esa basura de gente y nos tiene en la picota a los que realmente sacamos la oficina para adelante.
-Además,- reflexionó Néstor- no parece ser el momento adecuado de andar dando ascensos cuando sigue desaparecido el expediente de la familia Arrieta. Ese expediente sabemos bien que quema. Y no es joda, si no aparece alguna cabeza va a rodar.
-Yo lo que se – dijo Álvaro- es que los tiempos para los cambios no los marcamos nosotros. Ni siquiera yo siendo jefe puedo influir en nada de eso. En esas cosas manda Burgos, los directores… y a joderse. En lo del expediente tenés razón gordo, sabés bien que lo hemos buscado por todos lados, y no aparece.
Álvaro agrego:
- Burgos anda con ganas de cortar la cabeza de Teresa por no haber hecho la copia que le correspondía a ella hacer. Me da pena porque es buena piba y buena compañera.
Inmediatamente se hizo un silencio que sin duda correspondía a un momento de reflexión que cada uno estaba haciendo de una situación que los comprometía a todos.
Al otro día, y ya de regreso a la oficina, ninguno podía dejar de lado lo conversado la noche anterior en la casa de Álvaro.
Y todos miraban a la pobre Teresa.
Teresa era menuda y sin curvas, siempre peinada con moño, lentes con gran aumento, falda larga y zapatos sin taco. De labios finos usaba poco maquillaje.
Poco después de las nueve de la mañana, el Dr. Germán Burgos llamó por el interno a Álvaro.
Burgos era un hombre que rondaba los cincuenta años, relativamente alto, delgado, con un bigote prolijamente arreglado que servía de adorno a una boca que difícilmente sonreía.
Su vestimenta era siempre con un traje prolijo por demás y distinto todos los días de la semana. El detalle era siempre una corbata al tono sobre una camisa blanquísima. Sus manos delgadas dejaban ver la ausencia de anillos.
Este día llevaba un traje azul.
Una vez en la oficina Burgos le comunicó que la noche anterior había estado pensando seriamente en el expediente de la familia Arrieta y que tenia intenciones de revisar absolutamente toda la oficina, incluido estantes y biblioratos por si había sido archivado en forma equivocada y que de ser necesario iba a revisar personalmente los escritorios y cajones de todos los empleados de la sección.
Le solicitó también que comunicara a su personal que no se retirara hasta que esa tarea de búsqueda del expediente estuviera terminada.
Más tarde el Dr. Burgos comenzó la revisación en compañía de Álvaro como Jefe de la sección.
Los empleados permanecían expectantes en sus lugares de trabajo.
Primero le tocó el turno a los estantes que estaban más a la vista y naturalmente el resultado fue negativo.
Luego comenzó una revisación minuciosa de todos los biblioratos, tarea que le insumió casi dos horas y que no dio ningún resultado.
Al terminar el silencio era total.
Le tocaba ahora a los escritorios de todo el personal.
Primero fue Adriana. Una de las compañeras que Álvaro con gusto hubiese invitado a su casa para compartir un viernes. Resultó ser un escritorio que se veía prolijo y ordenado lo que facilitó la búsqueda del Dr. Burgos.
Luego fue el turno de Mariana. Recientemente ingresada en el estudio, con excelentes recomendaciones de un amigo de Burgos, la revisación terminó rápidamente y sin resultados positivos.
Continuaron Ana y Luisa y todo igual como al principio. Las dos más antiguas en el estudio y fuera de toda sospecha.
Luego fue el momento de Teresa que para el Dr. estaba pronta para ser despedida por no haber realizado la bendita copia del expediente en cuestión.
Aquí la revisación fue meticulosa; papel por papel y cajón por cajón.
Y nada.
Y toco el turno a los escritorios de los hombres.
Primero fue “El loco” Fernando. Las mujeres no tenían sobrenombre pero de los hombres no se salvaba ninguno. Reconocido por lo ordenado y prolijo permitió rápidamente continuar con la revisación.
Esta vez le tocó a Rodrigo, “El cabeza”, que resultó ser el más desordenado de todos. Dentro de los cajones tenía revistas de deportes, el cepillo de dientes y hasta el resto de un yogurt de una marca conocida de plaza. Pero el resultado fue el mismo. Nada.
Siguió “El enano” Arias, después “El gordo” Néstor, Jorge el odiado “Alcahuete” y Omar que estaba con un pie en el altar.
El último escritorio revisado por Burgos fue el de Aldo.
Y el expediente no aparecía.
-Discúlpame Álvaro – dijo el Dr. Burgos – pero por respeto a los demás tengo que revisar tu escritorio.
-Estoy totalmente de acuerdo, así tiene que ser – dijo tranquilamente Álvaro.
Al llegar al último cajón del lado derecho del escritorio, Burgos quedó quieto y con la mano derecha suspendida en el aire.
Álvaro se acercó para observar que le había llamado la atención a su jefe.
Arriba, en ese ultimo cajón del lado derecho, había una carpeta naranja que lucía una leyenda con letras gruesas y negras:”Familia Arrieta”.
Burgos levantó la carpeta en forma natural, para que todos la vieran, y se la llevó a su escritorio rodeado de cristal.
Atrás iba caminando Álvaro con un color pálido en su rostro.
Néstor, Omar, y los otros, no entendían nada.
Luego de unos instantes Álvaro se retiró de la oficina con sus cosas personales entre los brazos.
No quiso la ayuda de nadie. Los miraba a todos con desconfianza.
Alguien lo había jodido.
Aldo intentó buscar un acercamiento pero Néstor se lo impidió tomándolo del brazo.
- No es el momento – dijo.
Pocos días después Jorge asumía su nueva función de jefe en el mismo escritorio que ocupara Álvaro pocos días atrás.
Teresa, fue nombrada secretaria de Jorge para subsanar el error de concepto que estuviera a punto de dejarla sin trabajo.
Esa noche, en una habitación de hotel, Teresa y Jorge, con una fina copa cada uno en sus manos, festejaban la ocurrencia de haber puesto el expediente de la familia Arrieta en el último cajón de la derecha del escritorio de Álvaro.
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