El hombre se origina en el amor y la perfección, y en su alocada carrera por la vida,
toma caminos opuestos, e inconscientemente busca los afectos...
Para reencontrarse tiene que volver a lo elemental y simple del principio...
Un día largamente recordado
Desde muy temprano aquel 6 de agosto de 1.922, los habitantes de San Martín de
las Escobas, un pequeño pueblo santafesino, estaban en movimiento... A pesar del frío la
gente vivía clima de fiesta...
Era el día señalado para la inauguración del nuevo edificio de la escuela Nacional
N° 155.
El señor gobernador Dr. Enrique Mosca y su acompañante el ministro de
gobierno Don Agustín Araya, fueron recibidos en Estación Avena por un vecino,
Valentín Páez, que conducía en aquella oportunidad, uno de los escasos automóviles que
había en la localidad y los llevó hasta el lugar donde se realizaban los actos.
También se habían hecho presentes: El Jefe de Policía de Sastre, cabecera del
departamento San Martín, Don Torcuato Arzeno y altas autoridades escolares.
El pueblo reunido vio el esperado arribo del Sr. Gobernador, vestía un sobretodo
negro, cruzado, de calidad; galera y bastón.
Todo se fue desarrollando según lo previsto. Cuando llegó el momento de
retirarse del lugar del almuerzo, el Dr. Mosca pidió sus pertenencias... Allí la
consternación invadió a las autoridades locales, estaban la galera y el bastón, pero el
sobretodo no apareció, a pesar que se movilizaron en su búsqueda.
Llegó la noche y dio comienzo al baile. Las señoritas más agraciadas del lugar
vendían números de rifa: María Calligaris, Ema y Elena Alberto.
Los jóvenes se divertían y los mayores también disfrutaban.
María con sus hermosos ojos verdes, ofrecía los números de rifa a beneficio de la
escuela, se sorteaba un hermoso reloj de pared.
Don Torcuato Arzeno, hombre que sabía apreciar la belleza femenina, compró
números a la joven y la invitó a bailar.
El Dr. Mosca conversaba con el Dr. D'Alfonso y otras personas destacadas de la
localidad, pero se desconcentró, cuando vio pasar al Jefe de Policía bailando con una
joven tan bonita, al llegar a su lado, le hizo una broma y le preguntó si le cedería la
bailarina, y a la joven si tenía la deferencia de bailar con él. María asintió inmediatamente,
aunque le parecía que todo daba vueltas a su alrededor, y se vio bailando con el
Gobernador. Todos los ojos estaban puestos en ella, había admiración en los ojos de los
hombres y envidia en los ojos de las mujeres. Ella seguía girando al compás de la música
en brazos del gobernador.
Las autoridades debían partir temprano. El Dr. Mosca compró todos los números
del talonario de rifa de María y se los regaló antes de despedirse.
La fiesta continuó. Al sortearse el premio, lo ganó la joven, con los números que
había recibido de regalo.
Envió María una carta al Dr. Mosca, contándole que había ganado el premio de la
rifa, con los números que él le había regalado. El Gobernador contestó la misiva,
deseando que aquel reloj marcara las horas felices de su vida...
Viendo María que a su mamá le gustaba, se lo regaló y lo colgaron en una pared
del comedor de la casa.
Por aquel entonces, en invierno, un muchacho del pueblo apodado Ñato, solía
aparecer con un hermoso sobretodo negro cruzado...
María se casó y antes, destruyó entre cartas de admiradores y programas de baile,
que era costumbre enviar en aquella época, la carta del gobernador Mosca.
Muchos años después, siendo viuda y mientras visitaba a sus hermanos (su mamá
y su hermana Teresita ya no estaban) me refirió esta historia, lamentando haber
destruido aquella carta, que para ella había sido tan importante.
Pasó el tiempo, mientras caminaba circunstancialmente frente a la casa, me
detuve a conversar con Héctor, el menor de los hermanos, que está anciano y solo,
porque Elena, la hermana con que compartió muchos años, también murió.
Pregunté por María que estaba viviendo con una hija en Córdoba. Me contó que
estaba en un geriátrico...
Más allá de la puerta, colgando de la pared, estaba el reloj...