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Categoría: Misterios

AL FINAL DEL TÚNEL

El resplandecer del febo iluminaba mi cárcel. Insultante y acogedor a la vez, lograba atravesar sus rayos por entre mi cortina de hierro a la vez que yo, distante en mis sueños de libertad, sólo buscaba la ansiada escapatoria. El abismo en que me sentía inmersa lograba transportarme a un estado de inquietud y expectativa. Ahora todo lo que alguna vez sentí como parte de mi mundo, me había sido arrebatado de una manera casi brutal e inesperada. Precipitadamente, mi nueva realidad se limitaba a estas frías paredes ausentes de toda emoción y belleza... componentes que en mi vida siempre habían tenido un especial protagonismo, protagonismo que aún estas circunstancias, se negaban a abandonar.

Hambrienta de todo aquello con lo que tantas veces pude saciarme sin ningún esfuerzo antes de que estas condenadas rejas se hubiesen cerrado a mi alrededor, de nuevo miré temblorosa debajo de mi catre. Otra vez allí me esperaba, además de las arañas y el polvo que contaban conmigo las noches de encierro, la entrada secreta a la galería que se hallaba debajo del suelo que soportaba mis pies.

Era la séptima vez que la veía en menos de diez minutos. Me hipnotizaba todo lo que aquel agujero mal disimulado me ofrecía con constantes llamados a mis deseos de fuga. Me seducía su confidencialidad, me inquietaba su forma y capacidad. Sencillamente, no era capaz de quitarme su imagen entrometida en mi cabeza.

Recordé entonces a Sara. Ella me lo había dicho ya muchas veces en cada conversación que teníamos en el patio 3: <>. Si, ella tenía razón. Pero no sabía que eso no era aplicable en un lugar tan poco seguro como la galería subterránea que se desplegaba por debajo de mi celda. Yo escuchaba rumores que no me dejaban en paz cada vez que intentaba conciliar el poco sueño que a veces me embargaba. Muchos de ellos decían que cada persona que alguna vez había ocupado mi celda, había desaparecido... sólo para ser encontrada muerta tiempo después. El motivo de aquellas desapariciones y muertes sólo podía estar relacionado con aquel agujero del demonio.

No podía simplemente ignorar esas voces de advertencia. Sara debía entenderlo. No me atrevía. Prefería quedarme aquí encerrada con vida a morir allá fuera. Es que... ¿De qué me serviría la libertad sino contaba con vida para disfrutarla?
Al cabo de no sé cuanto tiempo, ruidos debajo de mi catre me hicieron volver a la realidad. Mis cavilaciones me habían hecho sumergirme de nuevo en mí misma durante tanto tiempo, que el astro rey que se colaba por mi ventana me había abandonado a esa hora casi nocturna. Así era siempre... todos me habían abandonado cuanto más los necesitaba, excepto tal vez esos insistentes golpeteos que persistían en captar mi atención por debajo de mi morada...
Harta y furiosa, despejé el camino hacia la galería subterránea de un solo golpe. Entonces pude oír una vocecita ahogada por el raído suelo de mi celda. Con un presentimiento, acerqué el oído a aquel agujero maldito... si... en efecto era mi nombre el que por allí se colaba...

En un espasmo de reconocimiento, mi boca no pudo reprimirse al gritar “¡SARA!”, como mi mente no era capaz de encontrar una explicación complaciente a este suceso. No era posible... ¿Cómo diablos había llegado hasta allí?

La voz insistía llamándome. Entonces no tuve más dudas. Retiré todo lo que me estorbaba, me fijé de que nadie estuviese mirando y finalmente, me descolgué dentro de aquel temible laberinto del que nunca pensé que podría salir con vida...

Pero no estaba allí. Tal vez fue sólo mi imaginación que cruelmente le gustaba jugarme estas bromas, pero entonces miré hacia el túnel que se abría paso a través de la negrura de aquella galería. Era lo bastante asfixiante como para que cualquiera decidiese regresar, cualquiera que no tuviese la tenacidad que se apoderaba de mí nada más entrando dentro de aquella oscuridad. Pensé simplemente que si ya estaba adentro, lo mejor sería hacer caso a mi mente que ya se había tomado la molestia de traerme hasta aquí.

Superando los miedos infantiles que me halaban hacia atrás, avanzaba a rastras dentro de aquella humedad y peste, sometiéndome a la oscuridad que me tragaba poco a poco, sin hacer caso a las piedras que se aferraban a mi cuerpo y me cortaban reprendiéndome el que no las llevase conmigo... así iba, desafiando el destino de otras como yo que también lo habían hecho, pero no podían contarlo. Mi mente sólo tenía una meta: llegar hasta el lugar donde mi cuerpo pudiera erguirse y mis ojos por fin viesen alguna luz.

Pasos sobre mí me estremecían con frecuencia, incluso voces que se colaban por las grietas donde la luz también buscaba su espacio. Sin darme cuenta había empezado a subir... estaba entrando a una cuesta... una inclinación que me llevaba hacia arriba, pero también se hacía más estrecha. Si continuaba, seguramente más adelante no podría dar marcha atrás, sería imposible darse la vuelta para regresar a mi celda... ¿Debía acaso detenerme allí mismo? ¿Sería acaso la muerte lo único que podría yo esperar al final del túnel?

Mientras cavilaba y decidía si continuar o no, lo escuché otra vez: de nuevo era mi nombre. Venía de alguna parte más adelante... era Sara... pero no podía ser. ¿Cómo era posible? No podía estar allí...

De repente mis oídos captan más voces, pero no son de ella. La voz ronca de uno de los oficiales que se encuentran un poco más atrás de mí rompe el silencio y me ordena que regrese. ¡Maldición! ¿Por qué nunca me puedo deshacer de ellos?

Ya no hay nada más que pensar. Ellos se aventuraron a llegar hasta allí, pero no creo que se atrevan a llegar hasta donde estoy... temen por sus vidas... pero yo no.

Disminuida, pero decidida a hacer caso omiso a los llamados de ellos, continué presurosa a pesar de las negras perspectivas que se me pronosticaban si me atrevía a llegar más lejos. Me arrastro ahora sin atreverme mirar atrás, aún cuando el techo ya toca mi cabeza, aún cuando las paredes ya apretan mi tórax, aún cuando me desgarre en cada empuje, en cada progreso... las paredes me pelan , la sangre se mezcla ya con mi sudor, mis ojos escocen con toda la tierra que los tapa, ahora creo ver una luz más arriba, mi mano ya la alcanza, sólo un último esfuerzo para salir... sólo uno más...

Alguien toma mi mano desgastada y me empuja fuera del túnel. Alcanzo a ver a lo lejos el claustro donde antes me hallaba presa. Sujetándome todavía más, el oficial conduce mi agonizante figura hasta un rellano donde me deja caer. Inmóvil y reducida, encaro al guardia que me ha retenido y Sara me sonríe debajo de su gorra.
Datos del Cuento
  • Autor: Giss
  • Código: 11282
  • Fecha: 15-10-2004
  • Categoría: Misterios
  • Media: 5.8
  • Votos: 84
  • Envios: 2
  • Lecturas: 3076
  • Valoración:
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Comentarios


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2 comentarios. Página 1 de 1
JUAN MANUEL RUIZ ESPINOSA
invitado-JUAN MANUEL RUIZ ESPINOSA 15-10-2004 00:00:00

es una historia muy sobria, te felicito. continua escribiendo pues lo haces bien, no dejes de escribir procurare leer, lo que envies, gracias de antemano.

Eddy Garcia
invitado-Eddy Garcia 15-10-2004 00:00:00

Me he sentado a leer tu cuento con detenimiento, buscando el doblez donde mi critica mordaz pudiera destruir tus intenciones, pocas veces soy capaz de una critica negativa, a no ser que en realidad admire a quien escribe, entonces cuando yerra lo castigo con un comentario acido, no pude encontrar en tu cuento motivo para ignorarte, antes la historia que bien ata al lector a la trama me sedujo, por ello no dudé en ningún momento en darte un diez, y anotarme como un asiduo lector de tus proximos escritos, pero cuidado, mi boligrafo rojo está presto a ignorarte ante cualquier falla que cometas, se declara tu amigo. Eddy

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