Estaba sentado en mi escritorio cuando sentí el llamado de la libertad, era como si un aire mas puro hubiese penetrado toda mi existencia haciéndome sentir más liviano, como si fuera un globo de gas... Me paré y salí caminando hasta llegar a un café. Pedí un expreso y un papel en blanco. Me lo dieron y empecé a escribir mientras absorbía cada gota de café. No recuerdo que puse sobre el papel pero cuando estuvo lleno me sentí satisfecho como si hubiera hecho el amor, fue bello. Pagué y con mi papel doblado en dos me fui a caminar por las calles que estaban atestadas de gente que salían de sus trabajos. Sentí el impulso por seguirlos y así los hice. Entramos como una masa deforme en el metro. Busqué una mirada, una sonrisa, un rostro con brillo pero nada, nada, parecía que todos estaban robotizados, todos menos un bebé que estaba en los brazos de una señora. Noté que toda la gente se puso a observar a esta criatura, yo también... Me acerqué hacia el bebé y apenas estuve a su lado, el bebé comenzó a llorar y llorar. Tanto lloró que el que menos se alejó de aquel lugar, yo también, y a criatura dejó de llorar.

Apenas el metro se detuvo, casi toda la masa de gente bajó, yo también. Pasamos de una línea a otra hasta que toda la masa comenzó a dividirse entre las diferentes salidas del metro, yo seguí a la mas numerosa cantidad de gente, y subí bajé del metro hasta que solo quedamos dos personas en el metro. Me miró, yo lo miré. Era un tipo extraño. Alto estaba vestido de camisa blanca y traje negro, llevaba un maletín parecido al mío. No dejé de mirarlo hasta que se dio cuenta de que yo estaba observándole. Alzó su mirada hacia mí y con una expresión de que me acercara, me le acerqué.

- ¿Es usted escritor? - me dijo.

- Sí... - le respondí.

Me dio la mano, me entregó su tarjeta y se despidió de mí bajando del metro en que tan solo yo quedaba. Lo vi alejarse caminando sin mirar a nadie a su lado, y cuando desapareció por una de las salidas del metro cogí la tarjeta y la leí... Me sorprendí mucho al ver que tenía mi nombre completo, mi dirección y una pluma dibujada en toda la tarjeta como un logotipo...

Fue allí que empecé mi carrera de escritor, y aunque nunca publiqué siempre vendía mis poemas y cuentos y ensayos en las entradas y salidas del metro de nuestra gran ciudad. No ganaba mucho pero me alcanzaba para comer, dormir e ir a uno que otro evento artístico.


Madrid, mayo del 2005