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- Buenas tardes.
- Buenas tardes. ¿Qué desea?
- Bueno, verá.... Venía a encargar un recuerdo.
- Muy bien. ¿Cómo lo quería? Tenemos un catálogo muy variado. Tome asiento, por favor. ¿Lo quiere de su infancia, de adolescente...? ¿El recuerdo de un primer beso? ¿Algún viaje exótico, tal vez?
- Estaba pensando en algo agradable. Un paseo por el parque o una visita a un museo, algo así. Tranquilo.
- Tenemos exactamente lo que necesita. Le pasaré con algunos de nuestros asesores que le ayudará a concretar los detalles: el escenario, la duración e intensidad de su recuerdo. ¿Quiere que haya más personas? ¿Alguien en concreto que quiera que aparezca?
- No sé. Ahora no se me ocurre nada.
- No se preocupe. Martina, por favor, atienda a este caballero, a ver si le puedes ayudar a diseñar su recuerdo. No se preocupe ¿Señor....?
- Martínez. Bernardo Martínez.
- Encantado Sr. Martínez. Vaya con Martina, ella le orientará.
- Muchas gracias.
La oficina de Arquitectos de Recuerdos S.L. estaba situada en la quinta planta de un viejo y desgastado edificio del centro de la ciudad. Una placa en la entrada del edificio y en la puerta de acceso a sus instalaciones eran las únicas señales de su existencia. Nada de luminosos en la fachada o de grandes anuncios en vallas publicitarias. Discreción, originalidad y trabajo bien hecho eran sus máximas. Los hermanos Alberto y Roberto Medina llevaban varias décadas siendo los mejores del sector y el boca a boca, entre sus clientes, era su mejor publicidad. Empezaron poco a poco, trabajando para instituciones sanitarias, diseñando recuerdos para personas que habían perdido la memoria a causa de alguna enfermedad o como consecuencia de un accidente. Se iniciaron en el negocio reconstruyendo las imágenes de sus vidas. Tras el estudio de un exhaustivo y detallado expediente sobre la trayectoria vital de cada cliente, los hermanos empezaban a diseñar los recuerdos. El paquete básico estaba compuesto por las primeras experiencias infantiles y escolares, la familia, los amigos, el ámbito laboral, las relaciones de pareja, etc; todo lo que constituía la base de una vida. Un día, uno de sus pacientes del hospital al que estaban recomponiendo su pasado a través del diseño de un amplio abanico de recuerdos les dijo:
- No me acuerdo de nada y sé que ustedes me van a devolver mis vivencias y mis recuerdos pero me gustaría preguntarles una cosa ¿Podría tener un recuerdo de la ciudad de Roma?
- En su expediente no consta que usted haya estado en Roma, señor Beltrán.
- No lo sé, no me acuerdo. Aunque no haya estado nunca, ¿es posible que pudiese tener un recuerdo paseando por la plaza Navona o viendo la Fontana de Trevi? Siempre he querido ir a Roma. ¿Sería eso posible?
Los hermanos Medina se miraron y los dos llegaron a la misma conclusión, ¿por qué no? Si había que diseñarle toda una batería de recuerdos, ¿por qué no incluir un recuerdo que le hiciese feliz?
- Se sale un poco de la norma, pero creo que podríamos hacerlo – contestó Roberto Medina.
Así comenzó un lucrativo negocio que llevó a los Medina a montarse por su cuenta y empezar a diseñar y construir recuerdos a la carta. Los primeros años fueron un poco duros, como todo negocio que empieza. Pronto la fama de sus productos hizo que tuviesen una gruesa cartera de clientes que cada vez crecía más. Habían abierto varias sucursales por el mundo pero ellos preferían seguir trabajando y atendiendo al público en su primera oficina.
Entre sus clientes estaba la señora Morgana, una agradable señora que cada cierto tiempo, acudía a encargar recuerdos de una vida como primera figura de la danza clásica. A sus ochentas años recién cumplidos y tras una vida aburrida y sedentaria dedicada al trabajo como secretaria en una entidad financiera, la señora Morgana no podía ya vivir sin sus recuerdos como bailarina de fama internacional. Parte de su paga de jubilada estaba destinada a adquirir su pedido mensual de experiencias fingidas. Actuaciones en el Royal Ópera House de Londres, “El lago de los cisnes” con el Ballet de la Ópera de Paris...Su economía no daba para encargar recuerdos demasiado largos o elaborados pero sí lo justo para sentir la música, los aplausos, el baile....
Los hermanos Medina se especializaron en la elaboración de recuerdos felices, entrañables, agradables y emocionantes. Como los de Sebastián, un solterón cincuentón y solitario que se había convertido en un adicto a los productos de los Medina y no le importaba pagar grandes cantidades para adquirir recuerdos: su gran noche en el casino de Montecarlo o su romántica boda con una top model en la Toscana. Sus recuerdos de diseño de alta calidad le hacían sumamente feliz.
También estaba Verónica, una de las nuevas clientas. Sólo había podido adquirir un par de diseños. Era estudiante y no contaba con muchos recursos económicos, pero gracias a la oferta para jóvenes de 2x1, había podido encargar dos diseños, los dos ambientados en la infancia. Uno jugando con su abuela, a la que nunca conoció y el otro, sobre un viaje familiar a la playa, todos juntos, sus padres, su abuela, con dos hermanos y una hermana pequeña. Ella era hija única y siempre había querido contar con un recuerdo de esos familiares, en los que sale un coche lleno hasta los topes cargado de maletas de camino a algún lugar de la costa. Un recuerdo intenso lleno de canciones infantiles y peleas entre hermanos. Le encantaba ese recuerdo y además, no resultó tan caro.
Los Medina cuidaban hasta el último detalle del diseño de los recuerdos de sus clientes. Casi siempre acertaban. Sólo en un par de ocasiones sus diseños no gustaron a los clientes. Una vez porque uno de los personajes escogidos para elaborar un recuerdo de una velada romántica, la mujer diseñada para protagonizar este proyecto, tenía un cierto parecido con la suegra del cliente y éste no sentía cómodo con esta recreación. Se solucionó rápidamente diseñando una nueva protagonista. El segundo caso, fue más problemático. Hubo una confusión, la única en toda la historia de la empresa, en la que dos recuerdos se intercambiaron con tan mala fortuna que la beata de Doña Margarita, que había encargado una bonita vivencia recorriendo el Vaticano y asistiendo a una audiencia privada con el Papa, se encontró experimentando el encargo de Natalia, una abnegada madre de familia de mediana edad que quiso tener el recuerdo de ser una vedette del Moline Rouge de París, con sus luces y lentejuelas y disfrutar de las miradas de los espectadores ante su sensual baile. Un desafortunado incidente que se saldó con un bono para tres diseños gratis, más una disculpa personal de los hermanos Medina a una indignada y ofendida Doña Margarita. Natalia recibió el aviso del malentendido antes de experimentar su vivencia y tardó poco en pensar qué tres nuevos recuerdos iba a encargar. Estaría bien recordar, para empezar, la sensación de subir a recoger un Oscar...
Cada cliente de los hermanos Medina buscaba revivir una experiencia única, individual e intransferible. Recuerdos exclusivos gracias a Arquitectos de Recuerdos S.L.
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