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ASEVERANDO UN RATO

Nada en el universo es inmutable.
Todo en él se reduce a un mero estado de ánimo.
El perrito es bueno o es malo dependiendo de cómo haya ido el trabajo.
Y el trabajo es más o menos soportable si al mediodia se le detectaron o no pulgas al perrito.
Y si al volver a casa al final de la jornada, el perro está rascandose y el trabajo fue un castigo, los niños resultan repelentes.
Algo que ayer era gracioso, hoy no tiene gracia alguna.
La mujer me lo reprocha porque no tuvo un buen dia en la oficina y porque teme que el sofá se le infeste de pulgas, además de que los niños no paran de incordiarla mientras intenta preparar la comida.
Yo nunca preparo la comida, pero siempre me la como. Ella me llama machista y con razón. Entonces discutimos. Yo pregunto cómo es que siendo malo ser machista, no lo es ser feminista. Ella me manda a la mierda. Yo también.
El domingo de buena mañana, agarro dolor de cabeza, desparasito al perro y lo baño a conciencia. No me apetece, pero es necesario.
Los niños quieren que los lleve con la bicicleta. Yo recuerdo que hace tan sólo tres dias, el jueves, se lo propuse y me dejaron plantado. Un dia que no pintaba mal del todo, y disponía de la tarde libre.
La mujer me recrimina que nunca atiendo a los chicos, pero que siempre miro de engendrarlos.
Cuando por fin saco las bicicletas de lo alto del garaje, llama a la puerta un vecinito y mis hijos se largan disparados.
Yo me acuerdo del santísimo y vuelvo a colgar las bicis, echando una mirada asesina a los ojos de la madre.
Ella se encoge de hombros, cosas de críos, y sigue colocando vasos en el escurridor. Se le rompe uno en el fregadero y grita. Yo me hago el loco y reviso el radiocaset del coche. Más tarde ella me abronca porque tengo el chandal nuevo agujereado, sin duda por fumar.
Si no se llega a romper el vaso, del quemazo ni se habla.
A mí ya me están jodiendo el domingo los niños, la mujer, el perro, el chandal y hasta el trabajo que ha de llegar el lunes.
A ella también.
Vienen los chicos corriendo y el más pequeño llora.
Los dos salimos alarmados a la puerta.
El mayor dice que su hermano se ha caído saltando una verja.
Tiene algo de sangre en la rodilla y unos moratones por el muslo.
Entonces tenemos una causa común y a mí se me pasa el dolor de cabeza.
Le curamos la herida, menos mal que no es nada, y regaño al grande por no tener cuidado del pequeño.
Ahora es éste el que llora y su madre lo consuela.
Yo le digo que es muy blanda y que así los crios no se educan.
Ella me manda a donde antes y me devuelve la jaqueca.
Yo me oculto de nuevo en el garaje y ella se va a hacer las camas.
Yo nunca haco la cama, pero siempre duermo en ella.
Me busco una dispensa arreglando cualquier cerradura para que ella sepa que no debe contar conmigo.
Yo sé que lo sabe y ella sabe que yo lo sé y los dos sabemos que así están las cosas.
Comemos.
Tomamos café y ella se fuma un rubio. Yo tomo brabdy y me fumo un par de paquetes. Toda la casa apesta a tabaco y abrimos las ventanas. La tarde pasa y como estamos de mala leche, la película que ponen en la tele es infame.
No fumes tanto , joder. Que me dejes, coño.
Llega la hora de discutir quién baña a los niños y quién les seca el pelo. El que sea lo acaba haciendo con la peor gana que puede.
Compruebo que la herida de la rodilla no tenga mal aspecto y que al perro se le hayan muerto las pulgas.
Ella va a hacer algo de cena, pero como no tiene muchos ánimos, nos apañaremos con unos bocadillos.
A los pequeños los aviamos con un par de tazones de colacao y un puñado de galletas y los mandamos a dormir. Que os calléis ya, cojones.
Se apacigua la cosa y nos dejamos caer frente al electrodoméstico ese de los colorines. Estamos de acuerdo, bendito sea el señor, en que esa mierda de película ya la han pasado cientoveintemillones de veces por lo menos. Miramos la pantalla como quien ve llover.
No sabemos qué decirnos y a ella se le ocurre que debiéramos planear las próximas vacaciones.
Allí hace mucho frio, allá mucho calor, aquello estará hasta los topes y tal o cual sitio no estaría mal. Podríamos dejar a los niños con la abuela.
Ráscame aquí. Qué sueño tengo.
Vamos pensando que si esta noche se resuelve con un polvo majo, podremos cerrar el ciclo y pasarán algunos dias hasta que comience otra vez uno nuevo.
En cuanto el perro coja pulgas.
Datos del Cuento
  • Autor: LUIS JESUS
  • Código: 4581
  • Fecha: 29-09-2003
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 6.61
  • Votos: 18
  • Envios: 0
  • Lecturas: 2810
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