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Categoría: Ciencia Ficción

AUN INSISTO EN ASOMARME AL MUNDO

Resuelvo salir de mi escondite. Considero que ya ha pasado el tiempo suficiente para que el infeliz que trató de asesinarme se haya olvidado de mí. En estos días de encierro involuntario, he reflexionado mucho sobre lo sucedido y he buscado las razones por las cuales querían hacerme desaparecer de este mundo, pero no he podido encontrar argumentos que justificaran tan cruel determinación, él o ellos no tenían motivos para cometer ese acto de vileza, que me sumió en la más honda depresión . Soy inofensiva, nunca le hice mal a nadie. Sólo me he preocupado por sobrevivir y salir victoriosa de todos las vicisitudes que el destino me ha planteado.


El desaparecer, intempestivamente, hizo que perdiera todo contacto con mis familiares y amigos, razón por la cual la soledad ha sido mayor y la tristeza infinita. En el último atentado salí muy mal librada. Sané las heridas de mi cuerpo, pero las del alma son incurables. Pero, el hambre puede más que todo razonamiento y la necesidad de alimento es imperiosa. Perdí mucho peso con el ayuno obligado. Estoy en extremo débil, tanto así que se me dificulta el caminar.


Decido salir con mucha precaución, no quiero sorpresas. Quizá debido a mi estado emocional y físico, no podría una vez más salvarme de cualquier otro atropello, muy injusto por cierto.


Con mucho temor salgo de mi refugio y doy un rodeo. Todo me indica que no hay peligro. La mañana es espléndida y llena mi corazón de una nueva esperanza de vida. El sol baña con todo su poder el lugar y aunque no resista su luz y su calor, debo arriesgarme. Mi cuerpo necesita de él para perder el color pardusco que adquirió con el encierro. Respiro profundamente, dejando penetrar en mi alma el aire de la libertad; a pesar de mi situación me siento de repente, feliz. ¡ estoy viva¡ eso es lo único que me importa y hace que renazcan en mí los bríos de antaño.

Camino muy despacio pegada a la pared que me protege. Quiero pasar inadvertida. Estoy muy desorientada y aún no he podido definir hacia donde dirigir mis pasos. Descanso un momento mientras decido que camino tomar. El hambre es insoportable. Miro a lado y lado. A mi memoria, como una tabla de salvación, me viene el recuerdo de mi mejor amiga, debe estar muy extrañada por mi desaparición. Sé que ella me brindará la ayuda que preciso y hacia su casa me encamino.


El trayecto hasta la casa de mis amigas, se hace eterno. Es tanta mi debilidad que la luz del sol me marea y debo a cada instante descansar para retomar energías y continuar mi lento avance hacia el lugar que será mi refugio a partir de ahora.


Al llegar a la esquina miro hacia todos los lados antes de cruzar al frente. El lugar está muy solitario y tranquilo, sin embargo; debo estar alerta para no ser sorprendida. En los últimos días no he tenido contacto con el mundo exterior y no sé como están las cosas. Pienso que un descuido puede ser la oportunidad ideal para mis perseguidores. Estoy muy afligida y asustada, el corazón no cesa de palpitar frenéticamente. Temo que me dé una taquicardia y que termine en un infarto fulminante. La brisa de la mañana me envuelve y trae un sutil olor de comida recién hecha, que penetra por mi olfato y me reanima y me hace olvidar por unos instantes mi dramática situación.


Ensimismada en mis pensamientos trato de cruzar al lado contrario, sin percatarme que en el extremo hacia donde me dirijo, está uno de los hombres que trato de asesinarme, algunos días atrás. Me detengo horrorizada, él aun no me ha visto. Trato de correr pero mis piernas se niegan a obedecerme, su imponente estatura anula mi voluntad y quedo reducida a ser un inútil guiñapo, acobardado y temeroso. Pero no quiero llorar. No puedo hacerlo en esos momentos. Soy un corazón valiente y así debo actuar.


Sacando fuerzas y valor de mi propia cobardía resuelvo jugarme el todo por el todo. Alcanzo a ver un parque con frondosos arbustos y jardines, corro hacia él, me estoy jugando la vida en esta carrera. A punto de alcanzar mi objetivo, el miserable me descubre y sale en mi persecución. Antes de que me dé alcance logro escabullirme entre los arbustos. Escucho sus gritos pidiendo ayuda. Vociferando insultos, que no comprendo, se acerca hasta el lugar donde estoy. Es evidente su odio y su rabia. Me achico lo más que puedo, luego silenciosamente me desplazo hacia la parte contraria a donde él se encuentra. Por el momento estoy a salvo.


De repente cesan los gritos y un silencio sobrecogedor me envuelve. Con mucha precaución salgo para ver que sucede y lo veo alejarse. Recupero un poco la tranquilidad. No debo quedarme aquí, pienso, y busco con desespero otro lugar para ocultarme. A un costado alcanzo a ver una enorme construcción, rápidamente me dirijo hacia ella y penetro con la velocidad que me permiten mis temblorosas piernas.


Desde lo más alto observo los alrededores. Todo esta tranquilo, pero es una tranquilidad amenazante. De pronto el ambiente se llena de gritos y ordenes. Mis enemigos regresan, vienen armados hasta los dientes. Parecen soldados a punto de iniciar una cruel y sangrienta guerra. Fumigan el lugar, destrozando sin misericordia todo cuanto encuentran a su paso. Ignoran que la víctima ya no está allí. Rato después y al no lograr sus objetivos, comprenden que yo he huido. Los veo dirigirse hacia la construcción donde me encuentro. El miedo me domina y busco refugiarme en el último rincón con la esperanza de que no me descubran.

Un leve movimiento en la construcción me pone en guardia. La tierra está temblando, pienso, pero no siento ningún temor, invadida como estoy por el terror de la injusta persecución, de la que soy objeto. El movimiento se hace cada vez más fuerte y me aferro con todas mis fuerzas a una columna de madera, pero las sacudidas son tan violentas que me desprendo y caigo. Un vapor nauseabundo invade el espacio, se introduce por todos los rincones y llega hasta mí. Empiezo a desmayarme. Tal vez comienza mi final. Tal vez me estoy muriendo. Lágrimas de compasión por mí se mezclan con el sudor de mi cuerpo y con el vapor que al hacer contacto con mi piel se transforma en un líquido pegajoso. Me deslizo suavemente hacia el olvido y es el último recuerdo que queda registrado en mi conciencia.


Próxima a expirar y a punto de caer en las manos criminales de mis perseguidores, un vehículo cargado de arena se detiene para esquivar un obstáculo. Es mi salvación. Caigo sobre él en el momento justo que, este arranca a toda velocidad con rumbo desconocido. ¡Gracias Dios mío! murmuro mentalmente como una oración. Nadie se da cuenta de mi fuga. Desesperados continúan la búsqueda, carcomidos por sus más bajos instintos asesinos.


El vehículo llega al final de su viaje y yo, ya un poco recuperada, salto a la calle antes de que me descubran. No puedo confiar en nadie. Quien conducía no supo jamás que era mi salvador. Corro y rápidamente me introduzco por entre unos tanques de agua. En mi loca carrera no me entero que he llegado al lugar más anhelado. Es un refugio para desplazados. Allí encontré apoyo y la ayuda que tanto necesitaba en ese momento. Lágrimas de felicidad se desprendieron de mis ojos. Por fin era libre.
Han pasado muchos días, vivo en un sector exquisito donde abunda la comida y la tranquilidad. He tenido mucha comunicación con mis amigas y familiares que constantemente vienen a visitarme. Con frecuencia recuerdo lo sucedido y me pregunto: ¿Por qué los seres humanos olvidaron el valor de la vida? ¿Por qué nos persiguen con tanto encono?

No obstante mi reflexión, y a los peligros a que estoy expuesta yo aún insisto en asomarme al mundo, porque nosotras las cucarachas también tenemos derecho a vivir.
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1 comentarios. Página 1 de 1
Augusto
invitado-Augusto 17-11-2006 00:00:00

me descresto ese final, pense que era otra cosa, pero primera ves que leo algo referente a las cucarachas, escrito de esa manera tan colosal. felicito a su autor

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