Había vendido casi toda la mercadería que subí al auto pero mi cabeza estaba por reventar de agotamiento, o quizás a punto de sufrir un derrame pues no había tenido tiempo ni siquiera de comer ni pensar... Y cuando estaba por llegar al taller vi un auto volteado en mitad de la pista con pedazos de vidrios regados por toda la calle. La gente, como sedientos de eso llamado morbosidad de sucesos sangrientos comenzó a aglomerarse como buitres. No me gusta ser curioso ni ver sangre de un ser humano ni mucho menos, a un muerto, pues, note un cuerpo echado en la pista y cubierto por cartones y papeles empapados por mucha sangre... Seguí de largo. Decidí mirarlo por el retrovisor. El auto de la misma marca que el mío, del mismo color y, al contrario de mi suerte, estaba lleno de una mercadería que, noté, era de una de las tantas competencias que tenían mis productos...
No sé si fue curiosidad por averiguar el tipo de marca, el nombre del dueño, pero, me detuve. Bajé del auto y caminé hasta llegar al tumulto de gente, curiosos y policías que empezaban a llegar al fatal suceso. Pregunté a uno de los curiosos, que me pareció el hombre mas tranquilo y honesto de todo el universo, acerca del accidente. Me dijo que el auto tuvo que desviarse para no atropellar a un perro, chocando contra el poste que estaba en una esquina de la calle, para luego, empotrarse contra un container, haciendo que el chofer saliera disparado por los aires... "Y el chofer?", pregunté. "No le ocurrió nada", respondió. Le inquirí que cómo lo sabia, y me dijo que el chofer era él, que su cuerpo, por suerte divina, cayó sobre un gramado de hierbas que se hallaba justo detrás del poste donde ocurrió la primera colisión... y que el cuerpo tirado en la pista era del acompañante del dueño del container. "Mi auto estaba asegurado, y la mercadería, que pude vender durante todo el día, también...", agregó. Luego de pedirme disculpas, se alejó de mí, acercándose hacia el grupo de policías, impávido, mostrando sus documentos, tratando de sosegar a toda la gente con la placidez que rebozaba de su faz…
Mientras me alejaba, pensé en la suerte, su significado, en la vida y en la muerte y, sobre todo, en el sentido efímero de todo tipo de éxito... Uno puede tener todo el oro del planeta, pero… la calma, la paz… será producto, formula del esfuerzo acumulado por un día de ardua suerte y labor… Recordando el rostro apacible del hombre me di cuenta que había algo en él que yo ignoraba, y fue por esa razón que antes de que él se alejara, le pedí su teléfono para conversar de acerca de este tipo de cosas…
Lince, agosto del 2005