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Categoría: Terror

Acupuntura

Siempre tuve miedo de las agujas, supongo que miedo al dolor que provocan, tal vez porque fui muy enfermizo en mi infancia y recibía mi clásico tratamiento de 8 dosis de algún tipo de penicilina… inyectada.
No fue sino hasta que me extirparon las amígdalas que enfermé cada vez menos y claro ya mayor, cada que podía, tomaba penicilina pero en forma de tabletas, grageas o cápsulas o lo que fuera, menos inyectado.
Y ahora una gran aguja penetraba lentamente en la parte posterior de mi pierna, cerca del muslo, y aunque era la novena no pude evitar estremecerme del dolor y enseguida otra, pero en la otra pierna…
Hacía sólo tres meses que me habían tomado unas muestras de sangre a petición de la empresa en la que actualmente laboraba (y no me dolió en lo absoluto) y que debido al trabajo desempeñado y al ambiente en el mismo, me había estresado tanto…
-Ahhh!!! - Dos agujas más.
El anuncio en el diario decía “Olvídese del estrés, relájese con acupuntura, en una sola sesión!”
Al principio apenas si noté dicho anuncio, pero apenas hace dos días ya me obsesionaba, incluso dediqué algún tiempo a investigar sobre acupuntura: Medicina antigua, China, energía, meridianos, órganos y vísceras, finas agujas, en fin; desde luego en internet.
No pude contener un grito por el dolor por otras dos agujas, está vez apenas arriba de la cadera, una de cada lado…
-Pase usted- me dijo aquel rostro amable, era un consultorio tapizado de títulos y diplomas en medicina, el cual era precedido por un largo pasillo y un cubículo de recepción. –No se preocupe, al finalizar estará tan relajado que cualquiera podrá notarlo, recuéstese ahí, si ahí, boca abajo y relájese, solo déjese la trusa y si gusta tápese con esa toalla, si, si con esa, en un momento estoy con usted-
Dos agujas mas, esta vez en los brazos, claro con su respectiva dosis de gran dolor y un gran grito.
-No se preocupe, pronto estará bien relajado, sólo son veinte agujas…-
Mi rostro descansaba en una especie de marco acojinado que me permitía ver hacia abajo, al piso, por lo que podía ver hilillos de sangre que caían de varios lados de la mesa y un pequeño charco de sangre, cada vez mayor…
Cuando me recosté en la mesa boca abajo, sí me tape con la toalla, miré el piso y escuche una puerta que se abría, entonces vi ese par de piernas caminando hacia mí, levanté la cabeza y vaya! Era realmente bella. –Ella es mi asistente, no se preocupe, me ayudará a sostenerlo, solo en las primeras agujas, casi todas las personas temen un poco a las agujas, pero ella le sostendrá la mano para darle animo joven, usted no se preocupe–
-No hay problema- Me escuché decir, imaginando el contacto de aquellas manos en mi piel… si, si, sentí sus manos recorriendo mis brazos lentamente, hasta las muñecas, de repente noté que me inmovilizaban no sólo las manos sino también las piernas, reaccioné y empecé a protestar, pero el doctor aplastó mi cabeza contra el marco acojinado y sentí claramente una correa en mi cuello y otra en mi cabeza… Totalmente inmóvil…
De pronto sentí dos manos detrás de mis orejas como buscando algo, los dedos índice se detuvieron en un punto al lado del lóbulo de cada oreja y enseguida noté las agujas, lentas pero firmes grité fuertemente y de pronto, de golpe, pude ver las puntas frente a mí, habían salido por mi boca! Hasta cruzarse un poco las puntas, aún resonaba el grito convertido en algo gutural, cuando pude notar el nuevo hilillo de sangre escurriendo de las puntas.
-Ya está más relajado verdad joven? No se preocupe ya nada mas quedan dos, ya sabe, primero fueron las vísceras y ahora un órgano joven-
Y así era, cada vez me sentía más relajado, incluso algunas partes de mi cuerpo no las sentía; desde luego sabía que era por la pérdida de sangre…
-Mire, son las últimas dos, son igual que las demás, pero solo sentirá una sola punción, pues van a entrar ambas en el mismo punto-
Si, eran igual que las demás, de quince o veinte centímetros de largo y dos o tres milímetros de diámetro, quizá cuatro, con puntas muy afiladas.
De pronto el pinchazo en el lado izquierdo de mi espalda, lento pero firme, un dolor agudo y después sordo, por todo el pecho…
-Ya acabamos joven, ahora solo se relajará y no volverá a tener problemas con el estrés-
Noté que en mi rostro y mi cuerpo desaparecía la tensión, me relajaba, me relajaba cada vez más; el piso cada vez mas rojo, mi respirar rápido y entrecortado se volvió más lento y acompasado, el piso se oscureció más y más y cada vez más… mi respirar tan suave, tan lento que apenas lo escuchaba, relajado, tan relajado que cualquiera podía notarlo…

Datos del Cuento
  • Categoría: Terror
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