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Ada era una niña que jugaba a ser una princesa luciendo una corona dorada. Invitaba a su abuelita le a tomar el té de las cinco en unas diminutas y preciosas tacitas de porcelana mientras se imaginaban que había sobre la mesa una enorme bandeja rebosante de pasteles con cobertura de chocolate y relleno de crema. Por las noches, soñaba que tenía un unicornio blanco y un búho como mascota, al que ponía un lacito rosa y sacaba de paseo al bosque.
Un día sus papás le dijeron:
- Ada, el próximo mes de septiembre comenzarás la escuela.
- No quiero. Quiero seguir siendo una princesa.
- Cielo, puedes seguir siendo una princesita todo el tiempo que quieras- contestaron sus padres.
Pero desde aquella noticia Ada ya no quiso jugar más a su juego favorito. Solo lloraba y lloraba. Quería meterse bajo las sábanas y el edredón o debajo de la cama. O mejor aún, dentro del armario de papá y mamá.
Sus papás no paraban de preguntarle:
- ¿Qué te pasa Ada?
Pero la niña no decía ni palabra.
Ada creía que en la escuela sería tan pequeñita como una hormiguita. Más insignificante que un puntito negro. Le asustaba ir al colegio, le asustaba pensar cómo sería su profesora, le asustaba pensar en sus compañeros. No sabía si ellos serían más listos o más graciosos que ella. Le asustaba no conocer lo que iba a encontrarse. El Sol seguía saliendo y poniéndose cada día. Y la lunita le precedía cada noche y se iba cansada de tener que vigilar tanta estrella suelta por el cielo. El mundo seguía girando y no se paraba para Ada.
El día que comenzaba la escuela Ada seguía tan asustada que se soltó de la mano de mamá y salió corriendo. Corrió todo lo que pudo. Pero papá la alcanzó y cogiéndola en brazos, la llevó hasta la escuela entre los tremendos lloros de la niña.
Mamá estaba muy enfadada con Ada por su comportamiento y le regañó:
- Ada, sabes que no debes soltarte de la mano de mamá o papá cuando vayas por la calle.
- Lo sé mami, lo siento.
Papá le dijo muy seriamente:
- Ada, si no vas a la escuela no entenderás los garabatos de los libros que tanto te gustan. No sabrás por qué en invierno cae la nieve y el verano hace tanto Sol.
Mamá le miró a los ojos y le preguntó:
- Ada, ¿Confías en papá y mamá?
- Sí mamá.
- Entonces entra en la escuela de nuestra mano. Allí aprenderás cosas realmente increíbles y conocerás a niños que serán tus mejores amigos de juego.
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