Las paredes eran oscuras, casi se veía el fondo, como un negro mas oscuro
Que rebosa poluto su silencio.
Esa misma tarde que el sol dejaba, a un marrón muy claro las hojas que observase,
El suelo de mi casa helaba el alma mía, cual lo profundo de un osario, los vientos pausados de angustia sin igual, se llenaron de miedo y golpeaban mi rostro, con fuerza tan, como defendiéndose de mi.
Las horas enlazaban su ritmo mas ajeno, sintiéndome un viejo con apenas 20 años, dejaban que lo escuche llenando por completo de negro a mi aposento,… y casi desesperado, con una rara inquietud me sentía apartado, sin el alma en el cuerpo, buscando incesante la luz del sol que ya moría.
Baje la mirada y sentía pisar rostros, al paso que caminaba, una retrocedía,. y a la ves que apresuraba, de golpe me detenía.
Quien entiende eso? – Me decía- . Era hora de callarse y de estar quieto, la noche me abrazó por completo y sentí el calor de la sombra que enlutaban mi rostro lánguido.
De repente el viento dejó de soplar, las hojas, ahora negras, dejaron de bailar, y me sentía débil, como quien busca descansar; alzando la vista no había cielo, ni estrellas en su estancia, y dejé mi llanto a un antifaz, pues supe… que ya estaba muerto.
Yuri Leonard Sánchez Riveros