Esa noche junto a mis padres, llegue a la casa más hermosa y segura de todo el mundo. Bueno eso lo creía yo hasta ese día.
No olvidare jamás como mi padre encendió la luz de la sala y esta reflejó la figura que nos causó tanto miedo a nosotros.
Era la figura de un hombre corpulento y de gran estatura.
Podría haber dicho de apariencia agradable, de no ser por el hacha que llevaba en su mano.
Mi padre nos apartó a mi madre y a mí y trato de dialogar con el sujeto a la vez, que intentaba tomar un cuchillo del tope de la cocina. El dialogo fue inútil y en el minuto siguiente, vi a mi padre ser arrojado hacia los muebles de la sala quedando inconsciente. El atacante sonrió y como si estuviera a punto de degustar un gran banquete, paso su lengua por cada extremo de sus labios y alzo el hacha con los brazos bien en alto.
En ese momento pasaron cientos de pensamientos por mi cabeza, como si fuera una película, mientras cerraba mis ojos.
Lo siguiente que vi fue mi madre llevándose las manos a la boca y con lágrimas en sus temerosos ojos, me cubrió en un calido abrazo.

El atacante admiró por un minuto a su victima y luego como si acabara de darse cuenta de que no existíamos, se acercó a nosotros en grandes pasos y dirigió su mirada a mi madre, eligiéndola como la siguiente victima.
Mi madre dejó de abrazarme cuando el atacante intentó sujetarla. Ella intento sacudirse pero no pudo evadirlo. Nunca la había visto así, tan enfurecida, golpeaba con sus frágiles manos a aquel ser casi monstruoso sin producirse daño alguno.

El la tenía sujetada por el pecho y el volteó hacia donde yo estaba. Aún la sujetaba cuando ella producía horribles sonidos que supuse que eran gritos.
Hubiese querido correr, gritar, golpear a ese sujeto y salvar a mi familia desde un principio, pero mi cuerpo en ningún momento respondía. Mi corazón era el único que palpitaba con más fuerza cada vez que escuchaba un grito de mi madre.
No resistí escuchar sus suplicas, así que tape mis oídos, pero esto no esto ver como el atacante subía sus manos del pecho al cuello de mi madre, cada vez mas endureciéndolas hasta tal punto que mi madre le costaba respirar. Repentinamente el atacante dio al cuello de mi madre un ligero giro que basto para silenciar totalmente la casa y para que su victima no se moviera más.
Mi respiración aumentaba, ahora el atacante fijo su mirada en mí. Estaba claro que era mi turno. Pensé en mi padre y en mi madre, en como murieron tratando de defenderme. De alguna manera con ese vago pensamiento me di cuenta que debía defenderme.
Mire a mi alrededor, lo único que aviste fue un cuchillo cerca del cuerpo de mi padre.
Al tiempo que sujete el cuchillo, el hombre me tomo por el cuello con una fuerza increíble y en el momento que levanto la mano en que llevaba el hacha, empuñe el cuchillo con toda mi fuerza y destrocé cada parte de su abominable rostro.
En ese momento ambos caímos y yo perdí la consciencia. Esa es mi historia.
Y en verdad no se por que ese niño dice ser el sobreviviente si fui yo el que le destroce la cara al atacante con un cuchillo, fui yo el que sobreviví y soy yo el que no debería estar en este hospital psiquiátrico.
-Como usted diga (Respondió la voz ronca y severa del doctor) ¿Desea algo más?
Si, dígame ¿cuando me quitan estas vendas del rostro?