Por un floreado camino andaban un caracol y una tortuga, ambos caminaban lentamente y ambos también en silencio absoluto. Ni el uno ni la otra tenían prisa, parecían tener toda la vida para llegar a su destino, ambos con el peso de sus casas en las espaldas.
Uno luciendo su espiral, parecía girar en su incomprendido mundo; mientras la otra, luciendo sus figuras hexagonales, mostraba indiferente la simetría del suyo…
Así van los dos, caracol y tortuga, ignorando la celeridad con que gira nuestro mundo moderno, manteniendo sus mismos ritmos ancestrales, sin alterar en lo más mínimo sus ritmos cardíacos.