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Categoría: Educativos

Algo indigno de leer

Estiletes amigables que se comportan de una manera bastante excentrica me hablaron al oido, muy, muy cerca, y me dijeron que todo lo que uno tiene que decir se acerca mas a telarañas malvadas que lo consumen a uno en una enredadera de pasiones desenfrenadas.

¿¡Wuhu!?

I need you! More than anyone darling!
so (no entiendo esa parte) buttercup darling, don't break my heart!

I'll be beside the phone waiting for you, wuhu, wuhu!

Worst of all, you'd never call, when you say you will...

Ehem! disculpen amainados lectores, consumidos lamedores de la "lollypop" americana que tiene un centro chicloso...

Ahora, me honro en presentarles uno de mis cuentos privados por despecho hacia mi raza...

(esta incompleto, ojala y no les importe.)
o mas completo de lo que pienso... este si tiene acentos porque lo hice en word... jeje

Es así que todo esta compuesto perfectamente…

Era una noche llena de estrellas, sin embargo las nubes las cubrían por completo dejando una terrible oscuridad que solo era apartada por las luces de la ciudad; los astros mundanos. El viento soplaba de una manera tan gentil que no dejaba respirar, mientras el smog entraba a los pulmones del joven, permitiéndole saber un poco mas sobre el lugar donde estaba.
¿Que si hacia frió? No, pero no hacia tanto calor como para no llevar un fuerte abrigo.
Así vivía el muchacho, sin saber donde, solo sabiendo que estaba reposando en un duro y frió lugar que algunos suelen llamar concreto, mientras el lo llamaba lecho.
Malaquias, solían llamarlo en su tierra antigua. Antes de que el perdiera la vista. Ahora no tenia nombre y sus compañeros de afortunada desdicha lo llamaban con un despectivo: eh tu….

Sentados uno al lado de otro, recargados sobre un muro de ladrillos bermejos, (algo que Malaquias nunca sabría.) se encontraban cuatro hombres, todos desconocidos todos hermanos. Uno de los hombres, llamo a Malaquias, diciendo:

Eh tu, acércate al fuego
Acompáñanos en nuestro velo
Que de soledad no estamos hechos
En compañía vivimos nuestro infortunio
Así hasta que llegue Junio, beberemos
Vodka, mientras la loca señora fría
Nos ataca con vicio

Mientras tanto ven, despierta a los tuyos
Hermanos en hambre, enemigos de por vida
Eso somos…
Nuestro corazón es uno
Repartido en cientos para aquellos
Que logren ver lo que solo nosotros vemos…

Malaquias con lagrimas en sus ojos ciegos y quemados, trato de responder al hombre, pero gracias al nudo que se había formado en su garganta solo pudo murmurar un suave y frió no. Acercándose mas a la esquina, como si queriendo encontrar consuelo en el inconmovible muro puso su mejilla en la contra esquina y como hablándole al viento dejo ir un susurro que atravesó la barda, una casa, el cielo y llego al espacio. Siendo oído por un planeta lejano y condescendiente que se limita a observar.

Recobrando su aliento, desenmarañando el firme nudo que le impedía hablar, un pequeño verso dejo escapar, en recuerdo a la vida pasada, sin duda el debío ser mosca:

No reparo en dolores
Son tan solo desamores.
Me regocija y envicia la tierna caricia
Que el viento propicia al pecador
Por eso:
No reparo en dolores
Son momentos preciosos
Que hieren y segan…

Los hombres, anonadados no lograban explicarse la incoherencia del joven ciego. Pero uno de ellos, al parecer el mas anciano, miro pensativamente al joven. Se sacudio el polvo y tomando la botella de vodka se levanto y con pasos seguros, lentos, casi desafiando la gravedad se acerco al muchacho. El hombre quedo de frente al joven aun acurrucado a la esquina de la pared, murmurando versos de poetas muertos y olvidados.
Con un dulce y melódico tono de voz el anciano hablo:

Estrecho es el camino de la bondad
Y la belleza no forma parte de la vereda
Tus ojos rasgados, también desgastados
Son la marca del justo

Tu dolor, que hasta el mar mas lejano puede oír
No será en vano…
Tu amor perdido, tus lagrimas derramadas
Y todo aquello que has vivido.
No muere en el olvido.

Es así que palabras suaves y dulces,
Llegan al sangrado oído del ciego imprudente.
Odio por despecho,
Injuria por cariño,
Venganza por beso,
Te han dejado ciego y solo.
Acariciando el duro y gélido muro de yeso.
Pero respira, que tu ceguera
trae balance a un mundo que sin ti,
no seria mas que caos y maldad.

Tu mi querido amigo, eres el ultimo ángel caído
Que en bondad no ha sucumbido a la obra de tu enemigo…

Malaquias sorprendido, se dio la vuelta y mirando los profundos ojos del anciano sabio, (como en un atisbo de luz en un mundo oscuro; era ciego.) encontró refugio. Permanecieron así por mas de treinta segundos. Hasta que el viejo llevo la botella de vodka que tenia en su mano izquierda a sus labios ya resecos. Dando un largo trago, dejo escuchar el sonido del alcohol corriendo por su garganta. Sin que nuestro joven le quitara la vista (por así decirlo) de encima, el hombre se acerco a Malaquias y se sentó a su lado. – ¿Quieres? – dijo el anciano, rompiendo el largo silencio. Malaquias con dificultad encontró la mano del anciano y tomo la botella para después dar un corto trago, dejando saber a los observadores que era su primera vez que tomaba vodka. Los otros tres hombres se acercaron al anciano y a Malaquias sin pronunciar palabra alguna. El anciano hizo un ligero movimiento de confirmación con su cabeza y los otros tres hombres tomaron asiento, se acurrucaron y quedaron dormidos.

Malaquias pregunto al anciano: – ¿Cual es su nombre? Mi nombre es Seol – afirmo el viejo -. ¿El tuyo? Malaquias - dijo el joven, con tal orgullo que le brillaron los ojos ciegos e incinerados como a ningún otro hombre de los infelices callejones de Viena. Después de esto el anciano hurgo con una lentitud asombrosa en sus bolsillos, mientras Malaquias esperaba incesantemente a que el anciano formulara palabra alguna. Finalmente, Seol entrego a Malaquias lo que parecía ser un rasposo trozo de madera. Con una inscripción bordada que los dedos de Malaquias intentaron descifrar. -¿Qué es?
- Pregunto el joven, mientras pasaba sus dedos lastimados sobre la superficie de madera. –La cura a tu ceguera – respondió el anciano. – ¿ y como voy a saber? – dijo Malaquias sorprendido. – Cuando llegues a verlo, sabrás que ya no eres ciego. – dijo vehemente Seol. – Eso es obvio. ¿No crees?. – respondio Malaquias algo irritado. - Necesitas ver mas allá, joven ciego, o nunca encontraras la verdad. – Respondió el anciano. Malaquias, sobrecogido por la emoción y atolondrado, recordó los versos de un joven poeta que murió de ignorancia. Decían así:

Si yo encontrase la verdad seria feliz
Como la semilla de anís que se planta con éxito
Todo sencillo, todo real.
Oh, si viviera en verdad
¿Moriría al no poder entender la realidad?
¿O me elevaría a un plano surreal?

Mi mente desvaría cuando pienso en aquello
Que a mi corazón le daría mas que vida
Mi imaginación vuela
Cuando pienso en lo que vería si mis ojos se abrirían
Pero soy pequeño, débil y al mismo tiempo soberbio
Mi pequeño continente de mentiras
Es la perfecta utopía
Mi continua ignorancia no es mas que la felicidad enterrada
Y yo soy el que en melancolía busca desenterrarla

Yo soy aquello que busca ver arriba
Cuando mi cabeza no puede voltear al cielo
Para probar de aquello
De lo cual todo esta hecho

- Estoy impedido. No puedo ver y estoy perdido. – dijo Malaquias. – Estas perdido, es cierto. Encontrarte es tu problema. – concluyo Seol.
Datos del Cuento
  • Categoría: Educativos
  • Media: 5.63
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