De un lado hacia otro... Me paraba, sentaba. Prendía la televisión, la apagaba. Ponía un cd y lo veía hasta la mitad. Era uno de esos días en que no sabes lo que quieres y si no me hubiera pasado lo que me pasó no sé que hubiera ocurrido conmigo un domingo como hoy...
Resulta que tocaron la puerta y cuando salí no había nadie... Un fastidioso, pensé. Pero, esa curiosidad por saber quién era el que me fastidiaba me puso a pensar, y pensé durante toda la tarde en quién podría haber sido. Imaginé que era los hijos de mi vecino, el que tiene mas de doce años y le gusta matar a los perros de la calle, envenenándolos, o coger esos gatos y enjaularlos para juntarlos con perros y ver peleas hasta que uno de ellos quede; pero, en verdad eso era raro, a pesar que era un chico raro; su padre era militar y su madre trabajaba en un Banco y salía con su jefe, eso lo sé porque en todo el barrio se sabía, sobre todo cuando llegaba un auto todo de lujo y ella bajaba con la cara pálida... pero no lo creía. O, podría ser esos indigentes que diariamente les gusta tocar la puerta para pedirme dinero o comida, pero, por qué no se habrían quedado en la puerta... O, de repente sería un alma perdida, una piedra caída del cielo y que cayó justito en el timbre de mi casa, un pajarito que quiso descansar en un lugar y se posó en el timbre de la puerta, o un cartero que se equivocó a última hora y se fue a otro lado por error... Tuve que coger un pedazo de papel y escribir todas las posibilidades de la persona que había tocado el timbre de la casa. Creo que estuve en esa situación por cerca de cinco horas, tan solo interrumpida cuando sonaba el teléfono de la telefónica avisando que ya estaba cerca del corte total de la línea por falta de pago, y, también, mi hermana menor que quería invitarme a irnos al campo con toda su familia, al mismo tiempo que me avisaba que la próxima semana era el bautismos de su hija menor. Pero yo, aun seguía escribiendo las posibilidades hasta que nuevamente sonó el timbre de la casa. Dejé de escribir y antes de abrir la puerta, me asomé por la ventana para ver a la persona, y vi que era un señor que llevaba un caja medianamente grande. Fui hacia la puerta y la abrí. Le pregunté lo que deseaba, y este señor me dijo si yo me llamaba fulano de tal. Era mi nombre pero le dije que "este señor" había salido hacía más de un año de la casa y que yo, su amigo, me había quedado para cuidarla y recibir todos sus encargos. Si usted gusta puede dejarme el encargo, le dije. Oh no, me dijo, ud. no es fulano de tal, no es cierto, me dijo. Volví a repetir lo mismo, y luego, este señor me dijo que era vendedor y que deseaba hacer una demostración de una aspiradora-lustradora-enceradora. Le dije que estaba muy ocupado, pero este insistió, e insistió tanto que me convenció para encerar la casa, al menos la parte de abajo. Cuando entró noté que era un tipo bastante grande, vestía un traje barato pero, no le quedaba muy mal... Olía a cebo, y eso quería decir que había caminado durante horas y horas. Mientras aspiraba la salita de entrada ya se había quitado su saco y en verdad, me sorprendió su cuerpo, estaba lleno de pelos, tanto como un gorila, hasta tenía cara de mono. Será un hijo de hombre con mono, pensé. Yo me fui hacia mi mesa de trabajo y continué mi escrito acerca de todas las otras posibilidades acerca de la persona que había tocado la puerta de mi casa y no había aparecido en la puerta nadie. Antes de empezar a escribir le pregunté al gorila si había tocado la puerta unas horas antes. Me dijo que no, y yo continué mi extraño pasatiempo mientras el tipo hablaba y hablaba al mismo tiempo que ya estaba encerando la salita de casa... Creo que ya había pasado cerca de una hora cuando terminó. Le pregunté si ya había acabado. Me miró, me volvió a preguntar si yo no era fulano de tal, le dije que no, y este empezó a guardar todos sus materiales, me pidió un poco de agua, se la di. Se puso su saco de lana color café, su sombrero que era del mismo color y se sentó frente a mí. Le dije que estaba por salir de la casa, y este me dijo que ya se iba a ir. Un momento, por favor, hace mucho calor, y, aun, tengo que trabajar un poco más; esta es mi última máquina, ¿no es una maravilla?, me dijo. Le dije que sí, pero yo no podía comprarla, no era mi casa. Oh, claro, claro, respondió. De pronto, sonó el teléfono. Ambos lo miramos. Como estaba cerca a su mano, lo cogió, y habló. Me puse a sudar, y, no sabía por qué. Podría haber sido mi hermana, mi madre, mi sobrina, mi amigo, podría haber sido tantas personas, y este tipo estaba con el fono en la oreja mientras me miraba y yo continuaba sudando a chorros. Luego, colgó. Le pregunté quién había hablado. Me dijo que era para fulano de tal. ¿Y, qué dijo?, pregunté. Es ud. fulano de tal. No, no lo soy, respondí. Me miró y cogiendo su aparato salió de la casa, se sacó el sombrero y cerró la puerta... Volví a mi mesa y cuando iba a continuar trabajando, sonó nuevamente el timbre de la casa. Esta vez no quise abrir. Me tapé los oídos y no volví a escuchar más el timbre de la casa...
San isidro, junio del 2006