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Apoyada sobre la pala miraba asombrada la poca porción de cielo que podía observar desde aquel agujero, rojo como un infierno. El sol casi estaba en su cenit y no aguantaría mucho más. Estaba empapada en sudor y su cantimplora apenas tenía agua para poder continuar cavando tres o cuatro horas más.
- ¿Qué miras, Milly? - le preguntó su hermano pequeño desde arriba deslizando una cuerda con un panecillo dentro de su pequeño sombrero tejano.
- El cielo, Charlie. Es lo único que hay hermoso aquí. ¿Sabes qué? Algún día estará lleno de cohetes surcándolo en una y otra dirección, de un planeta a otro. No importará que tan lejos esté el destino. Los grandes trayectos los harán en cápsulas de hibernación porque un ser humano no puede viajar distancias tan largas, moriría sin haber salido del Sistema Solar. Tal vez tú y yo podamos ir a un planeta fértil que tenga océanos, montañas, ríos y lagos como la Tierra antes de contaminarse. Allí seremos libres y jamás tendremos que volver a cavar - soñaba en voz alta muy sofocada.
Merendó y bebió un pequeño trago de la cantimplora. Luego, la colocó en el sombrero para que su hermano la izara y bebiera lo que quedaba. Tomó una bocanada del polvoriento aire y retomó su excavación con las fuerzas que pudo concentrar.
- ¡Vamos, hermana! Sé que tú puedes. Si lo consigues podremos ir de vacaciones en esos cohetes que dices. Yo no hibernaré y así, cuando despiertes, seré mayor que tú y me tocará a mí cuidar de ti - animaba el niño completamente ilusionado con la idea de viajar por el espacio.
- Sí, Charlie. Construiré un cohete de lujo con el dinero y juntos nos iremos a través de las estrellas a buscar nuestro paraíso, tal como mamá y papá hubieran querido para nosotros - dijo sin apenas aliento.
Tras varios minutos haciendo un esfuerzo sobrehumano, clavó la pala en la tierra. Exhausta, recargó su cuerpo sobre el mango y cerró los ojos.
- Milly, ¿estás bien? - preguntó Charlie obteniendo sólo silencio. - ¿Milly? ¡Contéstame, por favor! ¡Milly! - gritaba asustado.
Una lágrima asomó entre las pestañas de la joven, se desprendió con suavidad y cayó verticalmente produciendo una honda en aquel charco que comenzó a cubrir sus destrozadas botas camperas. Reaccionó de pronto, completamente histérica, lanzando su sombrero al aire - !Yija! ¡Encontré agua! Tenemos un maldito pozo en esta estúpida tierra, Charlie. ¡Somos ricos! -.
- ¡Qué me aspen, Milly! ¡Eres la mejor, hermana! Vamos a celebrarlo. Comámonos todos los frijoles de lata y asemos esta noche malvaviscos - dijo llorando de felicidad el pequeño.
- Tengo una idea mejor, Charlie. Ve a por las latas y los malvaviscos. Yo iré al pueblo a cambiar algo de agua por combustible. Luego arrancaremos el viejo cohete y pasaremos la noche en Deimos porque estoy harta de esta maldita tierra marciana - dijo mientras salía empapada del pozo a causa de la gran cantidad de agua que ya brotaba como un géiser.
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