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Álvaro tenía un miedo aterrador a las olas del mar pero era su secreto, porque no se atrevía a contárselo a nadie.
Cuando iba a la playa con sus padres y sus primos solía decir que no le apetecía bañarse en el mar porque prefería hacer castillos de arena. Sus primos le insistían y pero él nunca decía que sí.
Pero cuando miraba el mar y se fijaba en el color brillante y azul del agua, la brisa que llegaba desde lejos, lo bien que se lo pasaban todos buceando, tirándose agua, saltando las olas y jugando con la colchoneta, se sentía triste por no atreverse.
Un día soleado de agosto, Álvaro se quedó nuevamente jugando solo en la arena. Su madre había insistido mucho en que la acompañara al agua pero él no quería que nadie le viera empezar a gritar en el momento en que una ola monstruosa pasara por encima de él.
Mientras construía un precioso castillo se le acercó una niña con una gran sonrisa y una cara llena de pecas y le dijo:
- Hola, ¿Cómo te llamas? Yo Candela.
- Yo Álvaro. ¿Te gusta hacer castillos de arena?
- No, porque me da miedo encontrarme bichos entre los granos de arena y que me piquen. Me gusta más bañarme en el mar. ¿A ti no?
- No, a mí me gusta más hacer castillos de arena.
- Eso es porque no has jugado conmigo en el agua. Ven, nos lo pasaremos genial.
Es que no me apetece mucho bañarme….
- ¿De verdad? ¿O es que te da miedo el agua? – le preguntó de repente Candela-.
Álvaro, que nunca se había enfrentado a una pregunta tan directa contestó:
- La verdad que me da un poco de miedo… tengo miedo a las olas- dijo agachando la cabeza.
- Podemos hacer una cosa. Tú me ayudas a jugar con la arena y construir un castillo entre los dos y yo te ayudo a que toques el agua del mar.
Álvaro lo pensó durante un rato y al final decidió enfrentarse a su miedo e intentar disfrutar por una vez del verano.
Dicho y hecho en cuanto Álvaro le dijo que sí, este ayudó a Candela a jugar con la arena y al ver que en no había ningún insecto la niña se empezó a reír y le dijo:
- ¡Qué tonta he sido! ¡Es muy divertido jugar con la arena y ver los diferentes colores que tiene cuando está seca o mojada! Ya no le tengo miedo, muchas gracias. Ahora te toca a ti. – Candela extendió su mano y Álvaro se agarró muy fuerte a ella.
Caminaron juntos hasta la orilla mientras a Álvaro le temblaba el cuerpo entero. Estaba a punto de tocar el agua... cerró los ojos y cuando se dio cuenta ya estaba dentro del mar.
- ¡Qué fresquito!
Candela tiró de él y una ola pequeña le cubrió casi por completo. Sin embargo en vez de sentir que se ahogaba y que lo pasaba mal se dio cuenta de que no le había pasado nada y se sintió muy tranquilo y feliz.
Cuando sus primos lo vieron en el agua corrieron hacia él para mojarle . Él comenzó a lanzarles agua y Candela también. Acabaron jugando mil horas en el mar y Álvaro se sintió muy contento por haber vencido su miedo.
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