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Categoría: Ciencia Ficción

Alzheimer

Mi vida transcurría como de costumbre, de vez en cuando algo se olvidaba, un pequeño desliz de la mente, parecía como si mi cerebro quedara en blanco, en aquellos momentos mi vida era normal, como casi todos los mortales, vivía junto a mi familia, era un participativo miembro y con mis compañeros de trabajo me comportaba como un jovial compañero, recuerdo que en lo que estaba a mi alcance, trataba de ayudar a todos. A menudo repetía, solo con oír a una persona se le ayuda, porque hay quien necesita precisamente eso, que se le escuche.

Ayudar esa era mi cualidad fundamental, por una mala jugada del destino en lo adelante yo no podría ni imaginar ser ayudado para mejorar.

 El tiempo pasó y fui perdiendo facultades, me costaba trabajo caminar y mi memoria era un desastre, me auxiliaba en métodos nemotécnicos y en un pequeño block de notas, inexplicablemente perdía condiciones y habilidades por día. Pronto aterricé en una silla de inválidos, parecía un veterano de la guerra, había perdido mucha visión y en muchas ocasiones, no reconocía a la familia. Sabia lo que me esperaba por el desarrollo de la enfermedad y luchaba. Cuando amanecía, mentalmente repasaba todo lo que podía recodar y sumaba y multiplicaba hasta fallecer, ya mi voz se oía distinta y en ocasiones la lengua se me enredaba sin poder pronunciar correctamente. Tarareaba mentalmente mis poesías y canciones, las que venían a mi mente o las que oía en algún lugar que no determinaba a identificar. El apetito voraz de mi juventud, había desapareciendo, perdía ganas de comer y perdía peso, mi carácter ennegreció, todos eran mis enemigos y siempre pensaba que me estaban robando, ya no estaba cómodo, mi casa no era mi casa y tenía personas junto a mí que no sabia quien eran.

Empecé a tener miedos, no sabia de que, pero tenia miedo, mi cabeza por momentos me dolía y las ideas iban y venían con una fuerza tenaz, que me hacia enloquecer. Se me administraban medicamentos amargos, que me entumecían mi boca y mis labios, mis ojos ya no tenían el resplandor de la juventud y las miradas se perdían en los espejos por donde pasaba. No conocía ni mi propio rostro, alguien del lado de allá del cristal se proyectaba como mi reflejo, yo desde la profundidad de mi lastimada conciencia, sabia quien era.

Toda mi vida había amado la belleza y el equilibrio del mundo, toda mi vida había querido proteger a los animales indefensos, no tuve muchas oportunidades, las que pasaron frente a mí, las aproveché y siempre traté de hacer el bien.

Ahora soy un animal encerrado, los que me cuidan se molestan cuando les doy una contesta distinta de la que esperan y se enfurecen cuando me corrijo o no me quiero bañar, hablan de mi, sin pensar que todavía los oigo y mi muerte la preparan con exactitud desmedida, hasta mis nietos se han repartido mis queridas herramientas de trabajo frente a mi camastro, del que en pocas ocasiones me levantan.

Alguien con aires de doctor chiringa, dice que tengo Alzheimer, indica muchas pastillas e inyecciones, según dice, para tenerme cubierto y controlado. Me importa un carajo que piensen o esperen de mi, todavía estoy vivo y aunque no puedo hablar, los entiendo y con mas libertad que antes, voy a seguir jodiendo el tiempo que me queda, cambiar, esa palabra para mi no existe, pronto volveré a ser quien era, ya estoy sintiendo esa paz que nos inunda cuando entramos en el sueño reparador de un mediodía cualquiera y ni el llanto de los seres que mas nos quieren, me va a poder regresar.

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