Para una amiga

Miro la luna y entre sollozos le confieso que te amo, pero no sirve porque está lejos y no me escucha. Le grito entonces, pero sé que es en vano. Ni ella ni la arena ni las olas de ésta playa solitaria son las responsables. Ya no sé a quién culpar; no me quedan más respuestas. El viento sopla y mis lágrimas dibujan una curva en mi rostro.
Te vine a buscar, acá, donde pensé que los recuerdos no te dejarían ir. Como tantas otras cosas me equivoqué. Y el dolor amargo de aquel último beso es mi castigo. Quiero llorar pero no estás para consolarme.
Una ola llega hasta mis pies; el agua está fría. Sin pensarlo doy un paso hacia delante. Juré una noche no abandonarte nunca. Pero fue tu amor el que se alejó. Avanzo otro paso más. Observo la negrura de un mar embravecido. No me detiene. Continúo caminando. El agua llega hasta las rodillas. Tu imagen surca mi inconsciente, y en ese estado casi de ensueño, me voy acercando a una asfixia indeclinable. El nivel bordea mi pecho. No me importa. Una ola me golpea y me tira.
Estoy abajo, girando con la corriente e instintivamente lucho por salir afuera. Asomo la cabeza, pero es una reacción apenas. La vuelvo a hundir. Ésta vez me niego a sacarla. Abro la boca y siento el líquido salado ingresando por mi garganta.
En ese instante entiendo que no vale la pena escapar así. Agito los brazos y desesperadamente busco la superficie, pero es que está tan lejos ahora. A través del agua veo la luna difusa, y una vida entera y una esperanza y una frase que resume mi destino. “Soy demasiado cobarde como para morir por amor”.
Bajo la vista de la luna. Vuelvo a la realidad y dejo de inventar suicidios cobardes. El viento golpea mi cara. Observo el mar y esa angustia que me acechaba por fin desaparece. Giro media vuelta y me voy de la playa por donde vine, quizás, para no regresar nunca más. Quién sabe, tal vez, hace mucho, haya nacido otra mujer por la cual vivir y por la cual llorar. Es sólo que éste largo desencuentro no deja salir el sol. Es por eso que busco un amanecer que todavía no llega, pero que espero impaciente. Mientras tanto, de a poco, mis ojos se vuelven a encender. Y muy lentamente, en silencio, este cuento se empieza a terminar.