Hoy, después de tanto amarte, después de haberte dado todo, ni siquiera me saludas, te he visto entrar olímpicamente en el recinto lleno de gente, tu diáfana sonrisa que enmarca la belleza de tu rostro siempre joven se ha iluminado prodigando parabienes a todos, menos a aquel que desde el rincón disfrutó en silencio no de tu belleza física sino de aquella que reside en lo profundo, donde nadie puede hurgar sino aquel a quien tu has abierto el corazón, he mordido mis labios hasta hacerlos sangrar, he apretado mis párpados negando a las lagrimas el derecho a deshacerse a su contacto con el viento, solo permanecí aquí, parado, viéndote besar mejillas y llamar a todos por su nombre menos a mi, no importa flor de loto, después de pasada la euforia del momento cada uno volverá a sus mutuos quehaceres, tu arreglarás tus cosas y saldrás como entraste del recinto y yo me quedaré aquí en el rincón, escribiendo palabras del corazón y creyendo en lo profundo que no me viste y que ha sido por eso que las cuatro letras de mi nombre no rompieron la sonrisa de tus labios creando en mi esta gran desilusión, la próxima vez tal vez, la próxima vez, cuando entres aquí y saludes y de repente mi nombre escape de tus labios entre los de tantos amigos, responderé con un enorme beso y la sonrisa triste con la que siempre te he dicho que te amo como de verdad se ama a un amigo aunque mi silencio te muestre lo contrario.