Mi sobrino se llama Manuel y ya ha cumplido los
quince años. A veces pienso que algo extraño le
sucede conmigo...sus miradas, las cosas tímidas
que me dice, su deseo de estar siempre conmigo,
es algo que llama mi atención y me hace meditar.
Creo que estoy por llegar a la conclusión de que
soy su amor platónico, pero... en fin. La otra
tarde de sábado salimos juntos a dar un paseo por
la ciudad, mientras caminabamos me pidió que
fueramos de la mano, así como hacen los enamorados
que pasean por las largas calles. Si eres mi tía
y me quieres, podríamos ir de la mano - me dijo -
a lo cual accedí pensando que la circunstancia
era un poco extraña. Soy demasiado joven para
lucir como su madre y demasiado vieja para verme
como su novia. Pero dejando todo eso de lado, tomé
su mano y así seguimos caminando juntos. La gente
nos miraba de modo extraño, tal vez llegaba a la
misma conclusión que flotaba en mi mente. Luego lo
olvidé y continuamos caminando hasta llegar a un
bello parque. Allí nos sentamos tranquilamente a
admirar los árboles y las flores que enmarcaban
el bello paisaje multicolor. Mientras estábamos
sentados, mi sobrino se acercó a mí y mirándome
tiernamente con sus ojos oscuros me dijo que me
quería. Yo le sonreí y le dije que igualmente lo
quería y desde bastante tiempo atrás. Luego tomando
mis manos con las suyas permaneció unos segundos
en silencio. Tomé su cara juvenil y la volví hacia
mí...fijé mis ojos verdes en su mirada y le dije
que me agradaba que me quisiera, que era algo
hermoso e importante para mí. Sin embargo, mis
palabras provocaron tristeza en mi adolescente
sobrino pues entonces me confesó que él me quería
más allá de lo que yo podía pensar. Luego de aquello
los dos quedamos sumergidos en un profundo silencio
y casi podía sentir como la brisa de la tarde
susurraba entre las ramas de los árboles.
Con mi rostro muy cerca al de él, le hice la pregunta
que tanto temía : ¿Me amas acaso?...así como se ama
a una chica ?... Sí -contestó- en un suspiro delicado.
Entonces lo abracé y puse su rostro sobre mi pecho
para que descansara de sus agitados sentimientos.
Mientras apoyaba su rostro sobre mí, pude sentir
en mi piel cómo se deslizaba una tibia lágrima de
amor. Lo abracé más fuerte aún para tenerlo muy
cerca de mi corazón y pudiera sentir su latir.
Mientras miraba alrededor del parque con mis ojos
perdidos en sus infinitos senderos, pensaba y me
preguntaba cómo había sucedido aquello si casi
soy diez años mayor que él. El amor había llegado
hasta mí vestido de adolescente, enredado en juveniles
ilusiones, en sueños inalcanzables. Sobre mi pecho
descansaba un amor puro al cual no podía abrazarme,
un amor que debía cuidar hasta que éste alcanzara
los límites de la realidad y encontrara sus cauces
naturales. Entonces tomé una decisión, y alzando
el rostro de mi sobrino, sequé sus lágrimas y le
dije que yo sería su novia secreta hasta que encontrara
la chica adecuada, una de su misma edad. Levemente
sonrió al oir mis palabras y entonces lo besé con
un beso de amor. Al fin de cuentas, él ya me había
dicho que me amaba.