Javier y Carolina eran íntimos amigos; Carolina estaba profundamente enamorada de Javier en secreto. Javier desconocía por completo ese sentimiento porque Carolina se encargaba de disfrazarlo con relaciones con otros chicos. Ella tenía 18 años y él 20. Se conocieron en una academia de apoyo y desde entonces nunca habían perdido el contacto; no pasaba ni una semana que no se vieran, a pesar de que vivían bastante lejos el uno del otro. Se contaban todos sus secretos, sus problemas, sus alegrías…todo, o mejor dicho casi todo.
Desde el primer momento en que se vieron, Carolina sintió algo especial hacia Javier, lo que al principio le impidió comportarse con él con naturalidad; pero con el paso del tiempo todo fue ocurriendo solo, y su relación se fue estrechando cada vez más, hasta el punto de que se llamaban todos los días, y cada vez que eso ocurría ella se hacía ilusiones con que Javier a lo mejor se declararía, declaración que se repetía todos los días en la cabeza de Carolina, y que era cada vez más bonita, en esa espacie de película que se proyectaba en la mente de ella a cada instante. Pero todos los días ocurría lo mismo, hablaban de todo, hacían todo, pero sólo eran amigos, nada más que eso. Y cada noche al volver a casa Carolina lloraba en su cama empapando la almohada hasta que se quedaba dormida viendo con los ojos cerrados la declaración que Javier le haría al día siguiente. Llegaron momento en los que pensó que lo mejor era declararse ella y acabar con el asunto, pero se arrepentía cuando le embargaba la posibilidad de perder a su más íntimo amigo si la respuesta era que él no correspondía sus sentimientos; además si él sintiese algo por ella se lo habría dicho ¿no?; y así seguían pasando las semanas, y los meses, hasta que Carolina recibió una declaración preciosa, pero, eso sí, no de Javier, sino de un compañero de clase, el más atractivo de todos. Realmente asombrada por lo sucedido llamó a su querido Javier, esa sería la prueba definitiva para ver si sus sentimientos eran correspondidos o por el contrario no tenía nada que hacer. Y Javier le aconsejó en seguida que si le gustaba ese chico y le parecía guapo que no lo dudase, y ella realmente dolida y destrozada se quedó unos segundos en silencio, y no pudo hacer otra cosa que sonreír y decir que por supuesto que le gustaba, que cómo no le iba a gustar si era el más guapo de todo el instituto. Y así empezó una relación con él, que no duró nada más que un mes, pues él se quejaba de su indiferencia y su desprecio. Aunque debería haber sido dolorosa para Carolina la ruptura supuso la nueva oportunidad de conseguir a Javier, pero era demasiado tarde, el mismo día que ella había terminado con ese chico, él había comenzado una relación con una compañera de facultad que se había confesado enamorada de él desde el primer día del curso. Aquello sí pudo con Carolina que estuvo a punto de morirse al enterarse de la noticia, necesitó salir corriendo y llorar hasta que sus fuerzas se lo permitieran, pero una vez más tuvo que reprimir sus sentimientos verdaderos, y dar una abrazo a su amigo y sonreírle alegrándose por su suerte. Carolina pensaba que nada podía empeorar, pero se equivocaba, Javier le dijo al pasar un mes, que ahora no iba a tener tiempo para verla así que tendrían que limitarse a verse una vez por semana, le preguntó, aún así, si le molestaba mucho aquello, y ella dijo que no, que lo entendía.
Pasó esa semana que fue eterna para Carolina, en la que decidió hacerse un cambio de “look” para ver si conseguía cambiar su vida de la misma manera que su aspecto, y cuando le vio sintió ganas de abrazarle como nunca y quedarse así. Pero él se limitó a esperar un saludo, quedándose quieto, y muy frío elevó ligeramente la cabeza sustituyendo al anterior saludo que tenían antes, que era un abrazo muy amistoso y agradable para Carolina. Al parecer le iba estupendamente con esa chica.
Pera pasaron dos meses y Javier lo dejó con su novia, y Carolina ya llevaba dos novios más; seguía soñando con esa declaración, pero nunca llegaba. Con cada novio ocurría lo mismo, se ilusionaba porque la trataba genial, pero ninguno la llenaba como lo hacía Javier con estar tan sólo a su lado. Así pasaron los meses y cada vez eran más mayores ambos y los saludos eran más fríos, aunque seguían contándoselo todo, porque aunque Carolina estuviera tan enamorada de él seguía siendo su mujer amigo y lo necesitaba por sus consejos pues siempre eran muy acertados. Nunca habían discutido, hasta ese momento: ella había hecho un intento de ver como reaccionaba diciéndole que tenía un amigo que le gustaba y que no sabía que hacer, si decírselo o no, y él respondió de una manera muy agresiva, y diciéndole que porqué le preguntaba eso, que hiciera lo que le diera la gana que siempre acababa dejando a sus novios porque no era capaz de sentir amor verdadero, que dejase de jugar con los chicos, y ella realmente ofendida no había sabido reaccionar y empezaron una discusión porque él no tenía razón en eso.
-No tienes ningún derecho a decirme eso, además eso es mentira, cómo te atreves…
-¿Qué cómo me atrevo? Pues si sólo hay que verte para saber cómo eres con los tíos, te diviertes y luego cuando te cansas los dejas tirados, estoy seguro que ninguno te ha durado más de tres meses ¿a qué no?
- Qué sabrás tú de mi vida…..¡te odio! No quiero volver a verte nunca más ¡¡nunca!!
Había salido corriendo llorando como nunca y sintiendo que se moría por dentro y que nunca conseguiría ser feliz si no era con él a su lado, o sin él.

Se paró en seco en mitad de la calle; sí había una forma de continuar su vida como es debido sin problemas imposibles: ahora que se terminaba el curso y ella iba a empezar la universidad podía pedirle a sus padres que la dejaran irse a otra ciudad, Salamanca por ejemplo. A sus padres les gustó la idea, y estuvieron planeando durante todo el verano la universidad, la residencia de estudiantes, y todo lo necesario. Pasaron los meses del verano y en ellos no vio ni una sola de vez a Javier, pero eso no bastó para apagar el sentimiento que tenía hacia él, al contrario, no sabía cómo pero se había fortalecido, a pesar del daño que le habían causado sus últimas palabras sobre ella, que él pensara eso le dolía como nada. No sabía si sería capaz de despedirse de él, pero tenía que hacerlo, aunque fuera mediante una carta, después de ese año y medio de amistad tan intensa no podía ser tan mala persona y no despedirse. Así que le escribió una carta diciendo que ese tiempo había sido para ella muy gratificante- era la única palabra que encontraba que no contuviese parte del amor que sentía hacia él- y que sentía mucho el haber terminado de esa forma, que le deseaba lo mejor en la vida y que ahora comenzaba una nueva vida y que adiós para siempre.
Se la envió una semana antes de irse, y cada día esperaba ansiosa una contestación, y al final la recibió, pero no era gran cosa. Se limitaba a decir que también había sido gratificante para él esa relación y que alegraba por ella por irse a Salamanca, que también sentía esa discusión, y que adiós para siempre. Ella había esperado algo más original, y no esa carta que parecía una réplica de la que ella había enviado, y que no le llenaba de la ilusión suficiente como para irse a darle el último abrazo; así que decidió no hacerlo y olvidarlo para siempre.

-------------Continúa en la 2º Parte-------------