Era un día de verano; él se encontraba sentado en las sala de su casa con la cara contra el vidrio de la ventana, viendo pasar la vida frente a su rostro. A lo lejos, y por la calle que llevaba hasta su puerta se divisaba una figura femenina de andar delicado y movimientos suaves acercarse; hubiera sido una chica más de las que él veía pasar frente a su ventana, si ella no hubiese detenido su marcha justo en su casa.

Era una amiga de su hermano que él no conocía pero al cabo de un rato, los dos charlaban animadamente. Resulto que tenían bastantes cosas en común y mucho de que hablar; no se sabe cómo aquella misma noche, los dos caminaban bajo la intensa lluvia que caía, riendo y disfrutando cada gota de agua que los acariciaba. Y así fue pasando el tiempo y ellos cada vez más unidos. En los días eran inseparables amigos, y en las noches dos enamorados que se sentaban juntos en algún parque a observar la luna y a pedirle deseos a las estrellas. Nunca supieron que deseos pidió el otro, y no les importaba saberlo; tampoco se sabe si los deseos se cumplieron, lo que su se sabe es que ambos miraron agradecidos al cielo, cuando sintieron sus almas al unir sus labios en un beso eterno; y poco les importo el mundo cuando sintieron la pasión fluir por sus cuerpos desnudos dándole rienda suelta al deseo.
Cada vez que podían se aislaban del mundo y su sufrimiento y se amaban tierna y locamente... eran días felices de una pareja feliz; tiempos perfectos para un romance perfecto ella lo creía el hombre de su vida y el una mujer como ninguna. Desafortunadamente no hay nada perfecto y no hay felicidad perfecta, pues el verano se estaba terminando y ella tendría que regresar a su hogar donde había alguien que la esperaba ansiosamente . Él lo sabia desde que la conoció pero no le importaba pues conservaba la esperanza de que ella pudiera entregarle totalmente su corazón.

Por fin llegó el día de la partida... hubo lágrimas, lagrimas de amargura, de impotencia, de dolor y rabia por no haberse conocido antes...
Por última vez se fundieron en un fuerte abrazo y un profundo beso que les llegó hasta la sangre; pero ya no fue lo mismo; ya no se olvidaban del mundo que tantas veces habían ignorado, y ese día aprendieron también que no se puede escapar de la realidad porque tarde o temprano esta nos alcanza.
Se hicieron la promesa de volverse a ver y ella le juró que regresaría. Él conservó esa promesa y con ella seguía alimentando su esperanza en cada largo año que pasaba y ella no regresaba.

Acaba de pasar un año más; y el continúa con la cara pegada al vidrio de la ventana, esperando que ella aparezca por la misma calle que vino un día; continúa viviendo de una promesa, y muriendo con una esperanza, que también muere con cada año que pasa... y ella no regresa.