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Categoría: Ciencia Ficción

Amuleto

Desde pequeño fue objeto de burla por sus compañeros de escuela. Por su aspecto escuálido y su carácter taciturno. Pero a Javier nunca le preocupó en realidad. Recogía sus anteojos del suelo, junto con sus útiles y continuaba su camino cuando ya nadie estaba para molestarlo. Muchas veces no entraba temprano a sus clases. Cosa que no le afectó porque sus notas siempre fueron de las mejores. 

De joven, en la Universidad, era un tipo solitario. Pero aprendió a ser sociable por su trabajo de medio tiempo en la biblioteca de la ciudad. Lo que llamó la atención de Mariana. Otra joven y estudiosa universitaria de la Carrera de Periodismo. 

La joven pareja iba al cine los domingos.

 

"Salimos del cine poco después de las nueve. Y nos dirigimos al estacionamiento por el pequeño automóvil compacto de Mariana. La noche estaba despejada y fría como la mayoría de las noches de febrero en Agua Dulce. Íbamos abrazados y por lo mismo caminábamos lento. Nos decíamos palabras cariñosas que nos hacían sentirnos bien. Por lo que hasta nos reíamos como dos adolescentes. Lo que provocó que no nos fijáramos en un grupo de jóvenes que se encontraban cerca del Chevy. Saqué la llave del auto y oprimí el botón para quitar el seguro electrónico. Ocurrió todo en segundos. Los tipos se acercaron. Nos amagaron con armas de fuego. Uno, Tomó a Mariana por la espalda y colocó una navaja cerca de su cuello.

- Danos el carro y todo lo de valor que tengan - Dijo el tipo que parecía ser el líder. 

- Claro que sí - Respondí preocupado - Pero no le hagan nada a ella. 

- No te preocupes - Contestó otro de los rufianes. Un tipo de menor estatura que el líder, pero igual de desaliñado. 

- Por supuesto que no - Remarcó el líder - Aquí, no le haremos nada a tu chica. Porque la llevaremos con nosotros - Concluyó con unas carcajadas desafinadas que invitó a reír a sus compañeros de fechoría.

Nunca había reñido en mi vida. Pero en ese momento me dieron ganas de abalanzarme sobre el sujeto que mantenía sujeta a mi novia por la espalda. Pero sabía que un sólo movimiento mío, podría hacer que el tipo hiriera  el cuello de Mariana. Entregué, además de las llaves del Chevy, mi celular y mi cartera. Cuando se dieron cuenta de que cooperaba, bajaron la guardia. Soltaron a Mariana, para introducirla al coche y... Fue cuando me abalancé sobre Mariana. Alcancé su brazo y la jalé hacia mí. Pero fue tan torpe y lento mi accionar que ellos se recobraron de la sorpresa. Me empezaron a empujar de uno a otro sujeto, mientras reían. Y otro seguía sujetando a Mariana. Yo pensaba: ¿Qué no hay policías aquí? ¿No escuchan las risas de estos delincuentes?

De pronto, empezaron a golpearme en el rostro. En el cuerpo. Hasta que caí. Y empezaron los puntapiés sobre mi cuerpo. Yo me encogí de dolor. Entonces, el líder sacó la pistola de su cintura y se dispuso a disparar sobre mí. Cerré los ojos.

Cuando abrí los ojos, iba saliendo del cine, abrazado de Mariana. Era un poco después de las nueve. Nos dirigíamos al estacionamiento en busca del Chevy. Íbamos felices. Caminábamos lento, diciéndonos palabras amorosas. Mariana me dio un beso en los labios. Y entonces reaccioné. Me detuve un momento y vi a cuatro jóvenes cerca del auto.

- Espera - Le dije a Mariana - ¿No se te antoja un café?

- Por supuesto, cariño - Respondió con dulzura - En cuanto lleguemos a tu departamento...

- Vamos por uno, ahora mismo - Le respondí, interrumpiéndola y dando media vuelta hacia la cafetería del cine. 

No quise voltear. No quería alarmar a Mariana. ¿Cómo decirle que hace unos instantes pude verme y sentirme golpeado y angustiado por esos tipos que estaban cerca del auto? 

Pedimos el café y le pedí que lo tomáramos ahí mismo. Sin prisas. 

- Pero, ¡Son más de las nueve! Nunca te ha gustado llegar tan tarde a tu departamento

- Lo sé. Pero por esta ocasión hazme caso. 

- ¿Te sientes bien? ¿Algo te pasa?

- Sólo es un mal presentimiento

- ¿Sobre qué?

- ¿Viste a los jóvenes que se hallaban junto al Chevy?

- No. No me di cuenta. ¿Le hablamos a un policía?

- No. Tal vez ya se fueron. 

Ya eran cerca de las diez de la noche. Otras parejas iban a sus autos. Así que caminé más confiado hacia el carro. Ya no estaban los tipos. Sin embargo, cerca de la portezuela del lado del copiloto, en el suelo, se encontraba un botón pequeño, color café claro. Lo recogí, después de abrir y cerrar la puerta para que Mariana entrara. Lo guardé en el bolsillo derecho del pantalón." 

 

El domingo siguiente, Javier fue al cine con su novia. Y al salir otra vez, después de las nueve, se encaminaron al estacionamiento. Tan sumergidos en sus arrumacos y besos que se olvidaron del percance de la semana anterior. Cuando llegaron al coche, cuatro sujetos se acercaron con la intención de hacerles daño. Pero, al aproximarse, algo extraño ocurrió. 

El líder la banda, quiso sacar la pistola de su cintura e inesperadamente sus dedos se enredaron de tal forma que uno de ellos, quitó el seguro y otro accionó el gatillo... ¡Cuando aún se encontraba encajada en su cintura!

La bala se incrustó en su pie. El sujetó gritó y saltó de tal manera, que otro disparo salió. Rebotó en el piso y fue a darle en la cara a uno de los acompañantes del líder delincuente. Los demás se asustaron y corrieron. Los heridos, cayeron al suelo quejándose lastimosamente. 

Javier, encendió el motor del automóvil y se alejó del estacionamiento. Sin detenerse a averiguar la razón de esos disparos. Pero sí reconoció a los maleantes de la ocasión anterior. Pero no se lo comentó a su novia en ese momento. Al llegar al edificio de departamentos, se bajó. Le abrió la portezuela a su novia. Y después de cerrar y poner el seguro, colocó las llaves en su bolsillo derecho del pantalón. Entonces, pudo sentir el botón pequeño que recogió aquella vez en el estacionamiento. Pero no le dio más importancia de la que un botón tiene.

En el Diario de Agua Dulce, Javier tenía un empleo. Era el que recababa las noticias que llevaban los reporteros y después de revisar la ortografía, las editaba. Sin embargo, a más de tres les preocupaba que lo  llegaran a ascender al puesto de director de redacción. Por lo que habían decidido estropear su trabajo para que, incluso pudiese ser despedido. 

El viernes por la tarde, después de la salida de los empleados, Fabián se regresó con el pretexto de hablar con el Director para solicitar un permiso económico. En realidad, lo que hizo fue entrar con artimañas a la oficina de Javier y modificar las redacciones hechas por él para la primera impresión del día siguiente. Todo lo hizo de prisa y sin pensarlo mucho. Cambió la ortografía de varios enunciados, quitó acentos ortográficos. Colocó otros donde no iban. Porque se trataba de arruinar la edición de Javier, no de mejorarla.

Cuando Javier se presentó, sus "compañeros" le apremiaron para que diera el consentimiento de imprimir las noticias. 

Pero en el momento en que llevaban sus impresiones, el encargado tropezó y dañó lo realizado por Javier. Por lo que Javier tuvo que revisarlo de nuevo. Y como era tal la agilidad de Javier como tipógrafo, lo hizo en pocos minutos. Y la edición quedó estupenda. De hecho, por la tarde, su jefe lo llamó a su oficina para ofrecerse un ascenso: Director de redacción.

CONTINUARÁ

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