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Anussa

Como en el mundo de los mortales hay reyes sin corona, el el Mundo Mágico existen hadas sin varita; el hecho no es corriente, pero, tampoco único. Anussa se queja de semejante desgracia con Perla Gris. Perla vive feliz en el Mediterráneo, con sólo dos preocupaciones: crecer en el vientre de una descomunal ostra y alimentarse de luz de luna.

-En verdad -la dice Perla-, el tuyo es un gran problema..., si te avinieses a consultar con la Sirena Sabia...
-Esa clase de sirenas son peores que las brujas de la tierra.
Siempre andas doliente, todas serán noches solitarias para ti, sin la varita mágica. Piésatelo.
-Miles de estrellas hay en el cielo... -murmura Anussa.
-Y de tesoros el mundo, lleno -se burla Perla Gris-, per, no son tuyos.
-Quizá, alguna errante...
-Como si fuera un pavero, piensas que Dios, dueño y señor de los cielos, apagará la luz de una estrella para cedértela; si en verdad lo crees, está loca de remate.
-Podría...
-¡Podría! ¡Ni que una estrella fuera un candil! Ahora lo enciendo, ora lo apago.

Después de un intenso rumiar, dice Anussa:

-De acuerdo.
-¿En llamar a Brisa de la Mar?
-Bien, toma a Madreperla y corramos, tú sobre las aguas y procura tenernos bajo ellas, el aire enfria el resplandor de mi cuerpo.

Una caracola de mar, Celeste, que ha seguido con singilos de alcahueta la conversación, llama en sun siseo a Radiante, un caballo de mar gentil y de gallardo porte.

-Tenemos fiesta -le dice con tono jocoso.
-Anussa, como si lo estuvise viendo.
-¡Corramos a Cala Celima, la noche se presenta movidita!
-¿Piensas que deberíamos?
-¡Y tanto sin perder minuto, vayamos a Cala Celima!

El polvo del camino, lleva la noticia por tierra hasta las cabañas del bosque, mientras el humo de las chimenea, sube al cielo y lo anuncia a los pájaros. El viento baja al azul del prado y junto a los alados pasos de las plantas andariegas, allí deja su mensaje.

Mndrágora mira a Ruda con jocosa alegría. No fuera cosa corriente ni de tanto en tanto, sentir a una Hada pidiendo ayuda, por mucho que aquella fuera de la mar.

-Iremos -sententencia, feliz-, pasaremos la encomienda a los Imprevistos, no sea cosa que las brujas humanas,o los magos, se pierdan el espectáculo.

Está en la playa, todo los vivo, cuando llega la hora nona. La arena cede un lugara los visitantes como si perdiera en cada espacio, un tesoro. Las aguas de la mar que copian y mendigan todo lo astral, aprecian ser dueñas de la atención del cielo, y se regocijan con la visita porque miles de luminarias se dan, a cada instante, junto a los hijos de la tierra, en fulgores intermitentes.

La última en llegar es la bruja Esmeralda, precedida por un caldero lleno de oloroso caldo, transportado por cuatro gnomos, tan iguales como flores de almendro. Ocupa un lugar junto a su colega la Mala Sombra, que la recibe con grandes muestras de contento. El Mago Omar, saluda a las dos mujeres y dice con su vos cavernosa:

-¡Ese, o esa que se repantiga en las ramas del madroño, es un ángel...¡tiene perendengues, están por todas partes!

A Perla Gris, si algo le asombra no es número, sino lo rápido que corren las noticias. Comenta con Anussa:

-Son al menos cien.
-Sólo faltaría que Brisa de la Mar, no comparezca, teme como a una mala ola, hacer el ridículo ante las brujas de la tierra -contesta, Anussa, atolondrada, con tanto espectador poderoso.
-¡Ya andas en arrepentimientos
-Está Azul. No permitirá que nada desagradable nos ocurra.
-No me gustan los ángeles, atraen al maligno como la luz a los mosquitos.
-¡Sólo falta que se haya enterado Luzbel.
No te preocupes la noticia no pasó por las cavernas...

Una luz roja invade el cielo.

-¡Quién dice que necesitase targeta de visita! ¡Ahí le tienes!
-Bien -suspira, Anussa-, pues ya estamos al completo.

El Diablo que nada tiene de feo y de guapo se atavia, ha estado a nada de engañar por cortés y milagrero a Anussa; una rosa ha hecho florecer sobre las aguas, para ofrendársela. Como ella rechaza tan gentil regalo, para nada se enfada el muy ladino, al contrario sus ojos relucen reidores. El alma de Anussa puede ser un regalo.

Al filo de la media noche, emerge Brisa de la Mar; cascadas de perlitas y corales caen de los cabellos, verdes, rubios y negros, meciendose en alas del céfiro como madejas de seda; hasta Azul se inquieta ante la belleza de la sirena.

Perla Gris, toma de la mano a la azorada hada y con ella camina sobre las aguas. Música y aromas de cosas ignoradas, cubren cielos, mar y tierra.

-Señora -dice,Anussa, a Brisa de la Mar-, soy con un ave cautiva... una flecha sin tino... sin la luz de mi varita.
-¿Cómo la perdiste? -Pregunta, la sirena, para tener una idea del encantamiento a emplear.
-Fue el hade Anón, me tomó por sorpresa.

Desconcierto en la sirena. La concurrencia ni respira.

-¡Un hade! -Brisa de la Mar, torna los ojos centelleantes hacia Perla Gris-, ¡cómo has podido traerme semejante encomienda! ¡Escucha, desgraciada, perderé nombre y fama por tan culpable extravagancia! Nada se puede contra los hades, su "desnudez" es agria, no hay por donde asirlos... más espera..., de Azulnecesitaremos el concurso -aleya los ojos hacia la rama de mandroño descuajada de su tronco, donde se balancea en imposible capricho el ángel, y le suplica-: Préstame el resplandor de una estrella de tu diadema, mis manos harán el resto, según Arte.
-¡Ni por una alas de ataujía, afrento a mi señor!

El ángel se va, sin despedirse, porque vino a chafardear que no a dar, con lo que la noche se queda una mica más oscura.

-Y, tú Esmeralda -pregunta, Brisa de la Mar-, me prestarías, un poco del fuego conque alimentas tu caldero...
-No, Brisa de la Mar -contesta Esmeralda-, agua dormida es ahora el poder de Anussa, si llorando va ahora es porque en tiempos cuajó nuestra desdicha, dejándonos a las brujas de la tierra, huérfanas de belleza por endulzar su gloria.
-Omar -casi suplica la sirena, mago creador de maravillas ¿Y tú...?
-No. Mis suplicas por un fruto del Alianto, regocijo su negativa.
-Somos guardianas del Árbol Sagrado -casi llora, Anussa-, no estaba en mi complacerte.
-Pues quedemos tú sin varita y yo sin fruto.
-Por qué no usas la luz reflejada en la mar -aconseja un Omar, avaro del fracaso de la sirena-, no creo que anadie le importe.
-¡A mi -inrumpe, la voz de Saturno-,¡estais mal de la cabeza si pensáis robar un solo destello de mi reino.
-Magestad -interviene, Perla Gris-, qué será de mi amiga Anussa..., un ade la engañó...
-Harías bien, pequeña loca, en desaparecer de la superficie, Madreperla se está poniendo enferma, no crecerás y me faltan en la corona unos cientos como tú.

Rutilante, mirando a los presente con tristeza. Pregunta:

-¡Nadie está dispuesto en ayudar a Anussa. ¡Parece mentira que seáis hijos del Mundo de la Mágia!
-¡Yo! -Responde, Luzbel-, mi estrella no se apagó nunca, es la más poderosa del cielo, por y con ella arden las entrañas de la Tierra, te la cedo por unos momentos, Brisa de la Mar.
-¡Oh! ¡No! -Grita, Anussa, despavorida-,¿quieres ipotecar para la eternidad mi espirítu?
-No lo hago por ti, pequeña loca, tengo un día apacible y no me gusta como trata esta concurrencia, a Brisa de la Mar, le debo algunos millones de almas, sus cantos perversos, no siempre tomarán las vidas en estado de gracia.
-No... -contesta, una Anussa apagada sin mucha convicción.

Un silencio que sabe al revéz de las cosas, recorre a los presentes. Anussa por segunda vez ha rechazado al dios de las cosas podridas. casi con dulzura va callendo el odio de luzbel, sobre la hada. El peligro, de su odio se asoma al infinito cambiando el color de las aguas. bajo el cielo, parece esta noche una empresa fácil, pactar con el diablo. Es de urgencia, poner coto a su osadia.

-Un punto de caballero, tiene ese Luzbel -comenta la lucienaga Reina, con Ruda-, está dando una oportunidad a que resplandezca la bondad entre los hijos de la mágia.
-Sabe bien lo que se hace -comenta un gnomo que son y serán de siempre y para siempre los intermediarios entre hadas y ángeles, y amigos sepiternos de brujas y magos-, de Mala Sombra, Esmeralda y Omar que se puede esperar, están sufriendo desde la eternidad el acoso de las hadas. ¡Así, que ya puede dar oportunidades, está seguro de ganar!
-A nosotras -comenta Ruda muy dolida-, ni a las luciernagas nadie nos tiene en cuenta ¡somos las brujas del mundo vegetal y animal! insinificantes, sin ningún valor de cuerpo ni espirítu.
-Pero si tenemos una idea genial -comenta sótavoz, Áura, la reina de las luciernagas.

Desués de unos segundos de escuchar á la reina de las luciernagas, Mandrágora y Ruda se dirigen a Brisa de la Mar, mirando de reojo al demonio:

-¡Tenemos la solución! -Diciendo esto, las dos platas se iluminan con miles de destellos fulgurantes-, toma, Brisa de la Mar, la luz que necesites.
-¡Luciernagas! Luzbel, tiene los ojos enrojecidos de furor.


Con lo que te recuerdo, amable lector, que así te imagino el sabio refrán: No hay amigo ni enemigo pequeño, en esta vida... ni en la otra.
Datos del Cuento
  • Categoría: Tradicionales
  • Media: 6.19
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