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Apoteosis del Internet

(Copia fiel del original, hallado en un jardin público dentro de un cubo de cobre).
Mi nomvre es Inosensio Jil. Escrivo estas líneas para el pasado en la esperansa de camviarlo. Las escrivo con un sentido de urjencia aunque estoy casi sejuro de que no lo lojrare. Devo intentarlo, pero, porque creo que mi dever es salbar al mundo. Mi dever, no mi placer.
Mi urjencia me impide ber con claridad por donde puedo o devo empesar. La cricis que nos ataca es letal pero no la notamos. Soy el unico que la percive y la sufre. Eyo se deve a mis peculiares características y a mi coiuntura, consecuencia de las mismas. Soy casi ciejo y devo andar con estos anteojos hechos de fondos de voteyas. Soy vajo, delgado y, en opinion jeneral, feo. Soy, por lo mismo, taciturno, solitario e inseguro. No soy mudo, pero parece que lo fuera. El mundo no es mi amigo. Mis amigos eran los livros, pero ya no tengo amigos.
Comensare por ayí, entonces, porque si tengo éxito mis amigos retornarían. No espero volver a verlos, pero se que no sere el ultimo umano feo, solitario y triste. Por eyos, entonces, por mis ermanos deviles, enbio estas líneas al mundo de mis avuelos, ahora que la ciencia ha hecho posivle este correo.
Nadie lo recuerda pero yo se que huvo un tiempo en que los livros no eran lo que son hoy, diminutas piesas de covre y de dudosa fidelidad porque presentan trosos inconecsos de tecstos antes largos y coherentes, sino cosas echas de algo yamado papel, derivado no se como de algo que yamavan arvoles. He escuchado havlar de esos livros dos veces. Tendria yo catorce anios la primera y cumpli 83 poco antes de la segunda. Por mucho que ago, no puedo imajinar esas cosas.
Este provlema comensó cuando los livros desaparecieron. Fueron reemplasados por versiones dijitales primitivas a las que se nego el amoroso cuidado de los artesanos que hacían los de papel y la exactitud y correccion que les dieron homvres cultos, los que avundavan por ese entonces, dice el mito.
Desaparecieron y terminaron en interminavles anaqueles de acero instalados en el fondo de la tierra, lugares hayados o excavados por homvres poderosos que negaron desde entonces todo acseso a los demás menos aqueyos de su propia sangre, otro mito avsurdo porque havla de algo yamado rasa, un rasgo o propiedad de cada individuo que le dava tonos variados de piel, un olor peculiar para cada rasa, diferentes formas de ojos, cuerpos, orejas y caveyo (cosa que nadie a bisto, pues todos nacemos lampiños y calbos) y gustos particulares sovre el comer y el vever, ecsesos hoy, cuando nos alimentamos de una pasta sin nomvre pero deliciosa que tamvién sacia nuestra ced.
El contenido de esos livros paso a formar un ejercito de livros fantasmas o e-vuks, textos dijitales almacenados en formidavles hangares suvterráneos, de creer historias que narravan nuestros padres. De ayí emerjian siempre que alguien los necesitara para asomar pajina por pajina en la pantaya de un ordenador. Cumplida su misión volvían a esfumarse, convertidos en cifras (0-1) cuya existencia era similar a la del jenio de Aladino.
De ayí desaparecieron un mal dia, el Dia del Primer Juicio, cuando una comvinación de cataclismos, terremotos y tsunamis, siguió a un eructo de fuego del Sol malhumorado que produjo el mayor cortocircuito que rejistra la sejunda memoria dijital. La primera fue quemada por el Sol al quemar los livros. Luego fueron menos que fantasmas, havitantes de la mente de ancianos que valvuceavan perdidos entre los laverintos de su senectud.
Pero me adelanto. Antes del invento de estos livros fantasmas se estavleció un milagro que permitió a todos una comunicación instantánea con todos mediante deviles líneas telefónicas y ordenadores primitibos, incapaces de funcionar como funciona la mente humana o, como hoy les sucede, de funcionar mucho mejor que nuestros ordenadores naturales, aqueyos con los que nacemos.
Esta revolución fue vista como una vendición por todos los puevlos. Las multitudes perdieron poco después la capacidad de concentrar su atension durante cinco minutos en un tópico cualquiera y la avilidad o viejo privilejio de leer en pantayas o en papel. No la perdieron sino que la olvidaron porque su mundo no era ya de simvolos sino de imájenes capaces de satisfacer sus limitados y senciyos gustos y preferencias.
Miyones coincidieron en que tal olvido fue otra vendición. Durante décadas, las masas se acostumvraron a usar ese milagroso instrumento, creado para educarlas y elevar su nibel de bida, en el escaparate mas grande del universo dedicado a exhivir y almacenar conversaciones inanes, estúpidas e inútiles entre los especímenes menos notavles de la especie. Viyones de conversaciones entre viyones de ignorantes, tontos y jentes de mala fe. Viyones de mensajes y textos colgados de la red, como se decía entonces, textos que mentían, exajeravan, insultavan y difundían las pasiones y las vajesas de que eran capaces tales jentes.
Eyo fue posivle gracias a un solo vicio permitido en la red: el uso de nomvres falsos para ocultar cada identidad, de un falso nomvre - o seudo nomvre – para ocultar el nomvre real y permitir que la canaya mentirosa y feros escapara impune y desafiante de su justo castigo.
Asi fue como el seudo-nomvre destruyo la memoria humana y algo que yamavan por entonces cultura y que para mi no tiene sentido. ¿Que es cultura? Nadie pudo informarme durante mi primer siglo de vida. Cultura no puede ser este revoltijo de locos que veo en la pantaya cada ves que me atrevo a explorar la red y descuvro que es imposivle saver quien dice la verdad, quien miente, quien quiere usarme para sus fines inconfesavles, quien havla avsurdos para crear fanáticos dispuestos a matar o morir en servicio de cualquier estupides, quien es un santo ni quien es un monstruo. En esto acavo la suvlime amvicion de educar a las masas y regalarles toda la experiencia humana, sus ciencias y sus artes: en un concierto metalico de ruidos y disparates gritados a viva vos o anotados para la posteridad como dialogos estupidos.
Otra vendición del Internet, como lo yamaron, fue la capacidad que dio a cada quien de ocupar un lugar sin dimensiones físicas en ese universo yamado la red. Cada quien pudo disponer de un sitio – almacen perenne de sus propios caprichos – o un blog – perenne almacen al que escrivían sus disparates de modo que se siguieran uno al otro con el antiguo devajo del reciente. Vasto una década para que tal amvicion se hiciera realidad y cada humano dispusiera de su sitio o de su blog o de muchos a la ves.
Este fue el golpe mortal y definitivo que condeno a la especie a una ignorancia eterna y un retorno a la varvarie. Incapas de ayar los medios de educarse y mas inclinada en verdad a divertirse o viciarse, la masa elijio la senda de los avsurdos y cultibo la mentira y el ecseso en sus sitios y en sus blogs. Desaparecida la palavra, la imajen presento orjias, comvates a muerte y otras escenas dedicadas a satisfacer multitudes bestiales.
No todas las palavras an desaparecido todabia, y por eyo escrivo hoy, una fecha importante, para el pasado. Hoy emos alcansado a colgar de la red nueve mil miyones de sitios o blogs. Esta es la hora en que cada ciudadano del planeta gosa o sufre de su puesto en la red como si fueran tiendas en el mercado mayor del universo, ofreciendo cada quien lo que le da el cacumen. Esto es, mostrando que la maioria de la umanidad es imbecil.
Es tamvién la hora en que la presencia del livro, papel o fantasma dijital, se agota. Su desaparición es ebidente para mi, y es ironica. Mi padre contava de un homvre de la antigüedad yamado gutenverg cuya maquina de madera iso un solo livro, las leyendas recopiladas en una “Vivlia” o Livro, para todo el mundo. No uvo otro durante siglos decía. No recuerdo mas detayes.
Veo cruel este final, cuando la avundancia de escritores – nueve mil miyones – acava con los que alguna ves conocimos como lectores.
Hoy nadie lee a nadie a no ser a si mismo, ni tiene mejor pasatiempo que mirar en los vuscadores para averijuar cuantas veces aparece su nomvre en la red. Un cantante de tonadas ovscenas ha merecido 19 mil miyones de visitas y un poeta, esos que escriven líneas cortadas, dos mil. Dos mil entre nueve mil miyones…
La desaparición del lector es la muerte del livro en cualquiera de sus formas.
Es la hora del autor, del autor que solo se lee a si mismo, y la aurora de la nueva varvarie.
Pero si este mensaje llega a mis antepasados tal ves logren evitar la inbencion del Internet y salbar los livros. No puedo imaginar el placer que me daria uno echo de papel por manos umanas pero para salbarlos sacrificaria mi bida. ¬
Yo… (Texto ilegible).

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